19 de julio de 2012

En busca del amor


El chico de la bicicleta (Le gamin au vélo)

Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne

Francia-Bélgica-Italia/2011



Si queremos percibir algo de las diferencias entre franceses y belgas, allí tenemos el cine de los hermanos Dardenne. Similares a los realizadores franceses, pero diferentes. Hay matices, detalles sutiles, algo en el relato, en el clima, que los diferencia. El pueblo donde transcurre El chico de la bicicleta –Liège- podría ser el de las películas de Bruno Dumont, pero no es igual. Más cálido, brillantemente fotografiado por Alain Marcoen.

También este último film se parece a sus anteriores, y sin embargo no es igual, los Dardenne no se repiten, siguen fieles a sí mismos pero en cada film exploran otra veta. Marcado por la figura del padre, el cine de los Dardenne parece en este último opus haber devenido más luminoso, más optimista. Como todos sus protagonistas, como Rosetta, como el padre en El hijo, Cyril tiene una obsesión que lo anima: reunirse con su padre, que lo ha abandonado, y con su bicicleta, que ha desaparecido con él. El padre que interpreta Jérémie Renier podría continuar el que le vimos en El niño: un hombre que carece de instinto paternal, deseoso de desembarazarse de ese hijo obstinado. Nada conocemos, algo intuimos, del pasado familiar. Tampoco sabemos qué carencias afectivas motivan a Samantha a adoptar a Cyril. Los Dardenne se limitan a exponer los hechos en un determinado estadio, sin explicaciones psicológicas, sin juicios ni ejemplos morales, aunque siempre con una tendencia hacia la redención.

Pero nada sería igual sin la conmovedora presencia de Thomas Doret con su determinación, su rabia, su empecinamiento, y la sabia, contenida interpretación de (la belga) Cécile De France, para narrar ese encuentro de dos seres.


La crítica quiso ver aquí un homenaje a Ladrones de bicicletas de Vittorio de Sica. En todo caso, guarda cierta continuidad con ella en el vínculo paterno-filial, y trae también su humanismo y el contenido social, como todos los films de los Dardenne, como los de De Sica. Pero El chico de la bicicleta se queda del lado de Bélgica, con su peculiar tono seco para el melodrama, sin la carga trágica mediterránea. El único subrayado emocional sería –si se quiere- el ritornello del concierto Emperador de Beethoven.

Película de iniciación, en movimiento perpetuo, con la permanente acechanza del peligro por el lado del bosque, con momentos muy álgidos, con su carga de nerviosismo y violencia. Si en un punto parece distraerse -en esa subtrama del librero víctima del asalto y su hijo, pareja que funciona en simetría, en oposición, a la historia de Cyril y su padre-, allí está ese último plano –siempre magistral-, silenciosamente elocuente, del joven que no se detiene en su proceso de evolución.

Josefina Sartora

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