1 de agosto de 2019

Un hombre pequeño, pequeño


Dogman
Dirección: Mateo Garrone
Guión: Mateo Garrone, Ugo Chiti, Massimo Gaudioso
Italia-Francia/2018

Josefina Sartora


Ya en la primera escena la película abre con violencia contenida: un perro enorme, muy poco amistoso, encadenado a la pared, reacciona airado a los intentos de un cuidador para bañarlo. El hombre es menudo, casi más pequeño que el mastín, un hombrecito casi insignificante. Con paciencia y mano sabia, tranquiliza al can. Marcello (Marcello Fonte, actor algo marginal hasta este film que le valió el premio en Cannes) es un cuidador de perros, los aloja, los baña y acicala, incluso gana premios en concursos de belleza canina, ayudado por su hijita. Tiene su negocio –Dogman- en un barrio decadente, desolado en su precariedad, junto al mar, en las afueras de la ciudad, donde forma parte de una cofradía de hombres que se reúnen a almorzar al sol, a jugar al fútbol. Pero el bueno de Marcello, padre amantísimo, tiene su dark side: es un pequeño dealer de cocaína, y su principal cliente y amigo es el pesado del barrio, Simone (un espléndido Edoardo Pesce, también premiado), un hombre inmenso y violento, su contracara, quien abusa de él y atemoriza a todos los vecinos. Con Simone, Marcello comete pequeños asaltos, cuyo botín le sirve para llevar a su hija de vacaciones.


Basado en hechos reales, se ha visto el film como una parábola de la situación política y social de Italia en momentos de ascenso de la extrema derecha. El alicaído cine italiano se reivindica con este film multipremiado si bien duro, algo difícil, de ambientes degradados y con personajes del neorrealismo, agudo y de incisivo análisis social, del director que en Gomorra había incursionado en los ámbitos de la mafia. Hay un cierto abuso de la metáfora: el mundo de los canes no es muy diferente del de los humanos, que pueden llegar a situaciones de extrema crueldad. Marcello, como sus perros, se somete en busca de aceptación. Vive con Simone una mezcla tóxica de veneración y humillación, y si bien lo trata con paciencia como a sus canes, no logra domesticarlo. Tras continuas situaciones de agresión y vejaciones, tras el rechazo que le expresa toda su comunidad, el hombrecito pequeño pequeño llega al fondo de su desesperación, aunque tampoco la vendetta ha de ser una salida.

Garrone ejerce el contrapunto de los planos, con largos primeros planos del rostro de Marcello, agobiado primero, decidido después, desorientado al final, con una cámara ágil, de planos breves, para sus encuentros con Simone. Fondo y forma, con un mismo significado.


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