Dogman
Dirección:
Mateo Garrone
Guión:
Mateo Garrone, Ugo Chiti, Massimo Gaudioso
Italia-Francia/2018
Josefina
Sartora
Ya
en la primera escena la película abre con violencia contenida: un perro enorme,
muy poco amistoso, encadenado a la pared, reacciona airado a los intentos de un
cuidador para bañarlo. El hombre es menudo, casi más pequeño que el mastín, un
hombrecito casi insignificante. Con paciencia y mano sabia, tranquiliza al can.
Marcello (Marcello Fonte, actor algo marginal hasta este film que le valió el
premio en Cannes) es un cuidador de perros, los aloja, los baña y acicala,
incluso gana premios en concursos de belleza canina, ayudado por su hijita.
Tiene su negocio –Dogman- en un barrio decadente, desolado en su precariedad, junto
al mar, en las afueras de la ciudad, donde forma parte de una cofradía de
hombres que se reúnen a almorzar al sol, a jugar al fútbol. Pero el bueno de
Marcello, padre amantísimo, tiene su dark side: es un
pequeño dealer de cocaína, y su principal cliente y amigo es el pesado del
barrio, Simone (un espléndido Edoardo Pesce, también premiado), un hombre
inmenso y violento, su contracara, quien abusa de él y atemoriza a todos los
vecinos. Con Simone, Marcello comete pequeños asaltos, cuyo botín le sirve para
llevar a su hija de vacaciones.
Basado en hechos reales, se ha visto
el film como una parábola de la situación política y social de Italia en
momentos de ascenso de la extrema derecha. El alicaído cine italiano se
reivindica con este film multipremiado si bien duro, algo difícil, de ambientes
degradados y con personajes del neorrealismo, agudo y de incisivo análisis
social, del director que en Gomorra había incursionado en los
ámbitos de la mafia. Hay un cierto abuso de la metáfora: el mundo de los canes
no es muy diferente del de los humanos, que pueden llegar a situaciones de
extrema crueldad. Marcello, como sus perros, se somete en busca de aceptación. Vive
con Simone una mezcla tóxica de veneración y humillación, y si bien lo trata
con paciencia como a sus canes, no logra domesticarlo. Tras continuas
situaciones de agresión y vejaciones, tras el rechazo que le expresa toda su comunidad, el hombrecito pequeño pequeño llega al fondo
de su desesperación, aunque tampoco la vendetta
ha de ser una salida.
Garrone ejerce el contrapunto de los
planos, con largos primeros planos del rostro de Marcello, agobiado primero,
decidido después, desorientado al final, con una cámara ágil, de planos breves,
para sus encuentros con Simone. Fondo y forma, con un mismo significado.
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