24 de octubre de 2020

 Mudanza.

Claroscuros se muda en la web. Ahora pueden leernos en www.claroscuros.net. 

Esperamos que tengan fácil acceso y puedan hacernos llegar sus comentarios. Saludos

11 de septiembre de 2020

Con las peores ideologías

Corazón loco

Dirección: Marcos Carnevale

Guión: Marcos Carnevale y Adrián Suar

Argentina/2020

 

Josefina Sartora

 



En una época prehistórica, antes de la cuarentena, vi Corazón loco. Indignada, escribí en Facebook que el film era una vergüenza. Meses después, las condiciones del mercado le impiden a Suar estrenarla en salas, y apela a Netflix, lo cual tal vez le sea perjudicial económicamente, pero lo es mucho más socialmente, porque de esta manera tiene un alcance incalculable, y sus nefastas consecuencias se harán sentir.

 

Resulta asombrosa, y también inadmisible –pero muy significativa-, esta película del team Suar, que pretende demostrar que el machismo todavía rige, y está más vivo que nunca en nuestra sociedad. En plena revolución de las mujeres, que estamos logrando algunas reivindicaciones y empoderamientos moderados dentro de la estructura patriarcal, Suar & Compañía no parecen haberse enterado de nada. O sí: la jerarquía dominada por el poder masculino reacciona ante la amenaza de que las mujeres ocupemos ciertos lugares y espacios de poder reservados para ellos, hasta ahora.

 

Contrariamente a mi costumbre, revelaré detalles del argumento (spoilers) lo cual no me preocupa, porque mi deseo es que esta película no tenga público alguno.

 

Fernando Ferro (nombre muy fuerte, muy duro, muy férreo, Suar, obviamente) es un médico (traumatólogo, otra especialidad firme y estructural) que se manifiesta feliz porque su corazón ama mucho. Trabaja en un ficticio Hospital Municipal de Mar del Plata de lunes a jueves, cuando viaja a Buenos Aires a completar la semana en una clínica. Cuando sale de Mar del Plata deja a su querida esposa Paula y sus dos hijas y llega a Buenos Aires a encontrarse con su esposa Vera y su hijo. Por suerte ambas trabajan, porque Fernando debería mantener esa doble familia en secreto, dos hermosas casas, dos departamentos, dos autos, dos obras sociales, dos guardarropas, dos teléfonos… enfin: dos.

 

Claro que ninguna esposa sabe de la otra, porque a pesar de que Fernando esgrime el argumento de que la poligamia es común en otras culturas, él no oficializa su bigamia, sino que urde toda una puesta en escena para mantener a cada familia en la ignorancia de la otra. Total las mujeres son idiota, ¿o no lo sabés? La película se pretende ingeniosa al presentar esta situación dual, y va creando la tensión que precede a la revelación inevitable.

 

En verdad, el único rasgo ingenioso es hacer a ambas mujeres (Graciela Toscano y Soledad Villamil) descubridoras del entuerto, y fraguar la venganza. Hasta en este detalle la película es machista al mango: la mujeres víctimas de un engaño que ha durado ¡nueve años! son presentadas como las sibilas que lo único que quieren es una venganza violenta y sobredimensionada. El film está presentado desde el punto de vista del hombre, claro, quien abre y cierra la historia.

 

Que esas dos estupendas comediantes que son Villamil y Toscano participen de este panfleto es también una decepción de ellas como mujeres. El peor costumbrismo argentino impera en esta película que, vista en la semana de la mujer, el día en que se celebra su día, resulta una golpe en la vagina.

 

¡Ah sí! Muy bellas las tomas aéreas de Mar del Plata, tan marketineras. E interminable la lista de firmas comerciales que apoyaron la película y hacen su cartel.

26 de agosto de 2020

La infancia de Iván

Josefina Sartora


El más grande realizador del cine soviético desde Eisenstein, Andrei Tarkovsky (1932-1986) llegó para transformar el cine de su país elaborando una obra personal, asombrosamente única, que rompe con la narratividad para acceder a un cine poético, aunque no literario.
Hijo del poeta ucraniano Arseni Tarkovsky, cuyos versos se citan en varios de sus films, y de la actriz  Maria Ovanovna, quien aparece en El espejo, su película más autobiográfica, intimista, dedicada a sus padres. Se formó en el Instituto Estatal de Cinematografía con las enseñanzas del gran Mikhail Romm, junto a Marien Khutsiev, quien también habría de realizar una obra personal.
A pesar de la poca cantidad de películas que dirigió, su obra posee un peso insoslayable en el cine soviético y ha influenciado también al cine occidental.
La obra de Tarkovsky está íntimamente arraigada en la cultura rusa. Es fruto de la letra de Pushkin y Dostoievsky, de la iconografía, de la pintura de Ilia Repin, de la música de Mussorgsky, del cine de Dovzhenko, con sus tensiones y pasiones humanas, su amor a la tierra, su espiritualidad poética.
La representación de la realidad histórica se produce en el cine de Tarkovsky como todo lo demás: de manera tangencial, ambigua, sugerente, y sin cumplir con las consignas habituales de los géneros. La infancia de Iván es y no es un film bélico, Andrei Rublev es y no es un film histórico, Stalker es y no es un film de ciencia ficción.


Su opera prima La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962) aborda el tema de la guerra, si bien de manera radicalmente original y personal, sin seguir ninguno de los paradigmas que el cine soviético había cimentado para el género. Desde el punto de partida: el protagonista es un niño, un huérfano de unos doce años ya partisano que oficia de espía para un grupo de oficiales soviéticos, quienes lo han adoptado y lo tienen de mascota. Iván es el héroe y también la víctima en esa guerra que nunca vemos. Sin familia, se rehúsa a ingresar en la escuela militar como lo desean sus protectores; Iván es un adulto infantil, con una autodeterminación feroz, un coraje y bravura de adulto y un cuerpo y fantasías púberes, otro héroe que terminará linchado, fuera de campo.
La guerra que expone Tarkovsky no es la versión oficial, por eso la presenta con los ojos de un niño. No hay batallas, sólo algunos disparos lejanos, luces de bengala, un avión alemán estrellado en un pantano; nunca vemos al enemigo, en todo caso algunos cadáveres, y el mensaje macabro dejado por unos prisioneros rusos que iban a morir, en el galpón donde se guarece Iván. La acción se resume en los tiempos muertos entre cada batalla, la tensa espera de las órdenes para salir hacia algún operativo. Ya en su primer film, Tarkovsky se resiste a la lógica narrativa, eligiendo en cambio una lógica poética, que hiciera visible el interior de los personajes. 
Resulta vital la tensión, los contrastes permanentes entre el mundo adulto externo, el de la guerra, y el mundo onírico, interno, del niño, entre el pasado edénico, suerte de paraíso perdido, y el presente fatal, pero no menos alucinante. En sucesivos sueños y flashbacks Iván reencuentra a su madre y hermana muertas por los nazis. El sueño tiene un peso fundamental en toda la obra de Tarkovsky por las posibilidades que ofrece, al constituir la entrada a un mundo otro, que trasciende lo real inteligible. El sueño actúa en su cine como una elevación por sobre la realidad, un intento de atravesar la materialidad en una búsqueda metafísica. O espiritual. Lo maravilloso está presente en las visiones oníricas de Iván: allí Tarkovsky ya expone los temas, imágenes y motivos que poblarán su cinematografía posterior: la tierra, los elementos, la naturaleza, imbuidos de un alto espíritu lírico. El árbol, símbolo del arraigo y conexión con las alturas, el canto de los pájaros, el pantano y el agua, ya sea ominosa o purificadora, que implica el pasaje del umbral, el bosque de abedules, espacio mágico, la campana, el caballo, las manzanas, motivos recurrentes altamente simbólicos, pero también válidos por sí mismos, en su palpable materialidad. Motivos que se reiterarán una y otra vez en su cine posterior. Bellísimos, sus sueños son muy evocativos del cine de Dovzhenko. Si el tiempo es indeterminado, el espacio también lo está, como en películas posteriores. Espacios indefinidos, nunca mencionados.
En el epílogo, Iván vuelve a estar junto a su madre, juega con su hermana, en otro quiebre espacio-temporal, como los que cerrarían otros films posteriores.
La elipsis, el corte abrupto entre el cuerpo principal del film en las trincheras y el final de la guerra en los cuarteles nazis después de la victoria resulta un poco forzado. El brutal final de Iván deja la historia sin punto de fuga y es una pauta más del absurdo de la guerra. Más violento aun porque llega sin preaviso. Iván no es el único niño víctima de la guerra, en este film bélico carente de escenas de batalla: en espejo, están allí los cadáveres de los hijos de Göbbels en imágenes de archivo, envenenados por sus propios padres el día de la derrota.
El film tuvo como punto de partida el relato Ivam de Vladimir Bogomolov (1958); había tenido un principio de rodaje previo en otras manos, que fracasó. Tarkovsky –recién egresado del Instituto de Cinematografía- reelaboró el guión en colaboración con Andrei Mikhalkov-Konchalovsky. Aunque esta opera prima ganó el León de Oro en el Festival de Venecia, como Eisenstein veinte años antes, Tarkovsky recibió críticas oficiales feroces por su esteticismo, su simbolismo, que suponían una postura burguesa, porque el humanismo del film dejaba en segundo plano la lucha heroica, y porque el film reflejaba el individualismo del autor, opuesto a la idea de colectivización del cine que proponía el Partido.
Desde entonces, la peor transgresión de Tarkovsky al sistema fue su insistencia en buscar el asentamiento de la espiritualidad en el mundo de su cine.


Desde sus inicios, Tarkovsky siempre tuvo problemas con la oficialidad soviética, con los guardianes del sistema, que lo acusaban de individualista. Goskino controlaba y planificaba la producción cinematográfica, de él dependía Mosfilm, la principal productora de cine de Moscú, que realizó la mayoría de las películas de la época. El primer cortometraje y los cinco largometrajes que Tarkovsky dirigió en Moscú fueron producidos por Mosfilm. Eso significaba que estaba financiado por Goskino, y debía atravesar la censura y mecanismos de control oficiales. Incluso en 1962, en pleno deshielo de Khruschev.
Una de las objeciones oficiales que recibía el cine de Tarkovsky era la falta de una lógica narrativa, de un argumento claro y lineal que organizara sus películas. El naturalismo de ciertas escenas, muy crudas. Otra, la indefinición entre fantasía y realidad, y los cortes abruptos en el montaje. Todos aspectos que constituyen tal vez lo más admirable de su cine.

17 de agosto de 2020

Una oportunidad desaprovechada

Satori Sur
Dirección: Federico Rotstein
Guión: Federico Rotstein y Martín M. Oesterheld
Argentina/2020

Josefina Sartora


Un documental importa por lo que muestra, pero también por lo que no dice. Quienes hemos conocido la trayectoria de Miguel Grinberg desde los años ’70, quedamos decepcionados ante este film que pretende ser un homenaje y revisión de su actividad contracultural, pionera en Argentina.
A los realizadores parece importarles más su relación con el escritor Allen Ginsberg y sobre todo con el cineasta Jonas Mekas que la obra del propio Grinberg, en una actitud post colonial. Si no ¿por qué insistir en que Mekas y Grinberg dialoguen por Skype pese a los inconvenientes técnicos que los presentan como dos seres patéticos?

El documental da por sentado datos que no necesariamente conoce el espectador medio y joven. Con un guión disperso, el peso del film está puesto en la actividad de Grinberg como difusor del rock nacional desde sus programas de Radio Nacional, la organización de recitales, y muy poco o nada refiere al resto de sus acciones, que no fueron pocas. No se trató sólo de un promotor musical: periodista, escritor, poeta, gestor contracultural, Grinberg tuvo también una gran actividad editorial. ¿Qué significó la revista Eco Contemporáneo, apenas mencionada aquí?

Los rockeros y su público tienen mucho que agradecer a Grinberg por el apoyo y difusión de la música en momentos en que Argentina pasaba por tiempos de terrible represión. Pero paralelamente Grinberg transitaba un fundamental camino espiritual  con muchos seguidores a los que iniciaba en el conocimiento de sí mismo, y escuchaban sus palabras. De eso casi nada se dice. Desde la revista Mutantia -y sus numerosos libros- su director difundía ideas sobre ecología, budismo, mujer, cuerpo, sociedades alternativas, en momentos en que esos temas parecían inabordables. Por todo ello, recibió innumerables premios internacionales. Mucho de ello podría decir su compañero Juan Carlos Kreimer, director de la mítica revista Uno Mismo, que participa en el documental sin presentación alguna, y desaprovechado.

Si bien no es una biografía, en verdad, todo Grinberg está desaprovechado, en esta oportunidad perdida. De todos modos, Satori Sur no deja de constituir un homenaje.

16 de agosto de 2020

Mrs America
Creador: Dahvi Waller
Estados Unidos/2020

Josefina Sartora


La década de 1970 tuvo relevante  significación en la evolución de la sociedad humana en al menos dos campos:  la lucha por las reivindicaciones sociales por un lado, y el fortalecimiento del feminismo por otra. Con variada evolución.

Si en Estados Unidos los ’60 significaron el reconocimiento de los (algunos) derechos de los negros,  en los ’70 fue  la mujer quien pasó al frente de la lucha, concentrada en la aprobación de la Enmienda por la Igualdad de Derechos (Equal Rights Amendment - ERA), batalla política que se libró durante largos años dentro y fuera del Parlamento. Ese es el tema de Mrs America, una miniserie insoslayable en estos tiempos de neo conservadurismo, en los que gente como Trump, Macri, Berlusconi, Bolsonaro, el ex príncipe Andrés o el ex rey Juan Carlos han sido elegidos y/o gozado del gran poder, a pesar de sus desprecios, insultos, menoscabos, burlas, y maltrato a la mujer, de forma desenfadada, desinhibida y arrogante.

Mrs America, una creación de Dahvi Waller (guionista de Mad Men) aborda el tema en su faceta histórica, y lo hace mesuradamente, tratando de atenerse a los hechos, y haciendo hablar a las principales protagonistas de aquel debate histórico.

Referirse a Cate Blanchett como una de las mejores actrices del momento es quizás un lugar común, ya que su filmografía es brillante sin un traspié, y cuenta en su haber varios Oscars, Golden Globes, y numerosas nominaciones. Su talento reside también en la elección de sus roles, que han transitado desde la soberana reina Isabel I hasta la lesbiana Carol, pasando por variedad de tipos de mujeres, en un amplio registro. Tal vez el más sorprendente de todos sea su personificación de Phyllis Schlafly, esposa de clase media alta yanqui y suburbana, encarnación de lo que en aquella época se llamó WASP (blanco-anglosajón-protestante), dedicada a la atención de su casa y su familia, con un marido abogado exitoso y seis hijos. Pero Phyllis ambicionaba algo más, mucho más, y lideró un movimiento de mujeres que habría de oponerse a la ley de igualdad de derechos entre varones y mujeres. Y así combatiría al feminismo todo.

Que está en el otro lado. Para quienes recordamos aquellos años de ebullición, aunque sea vagamente, y de lejos, de la era pre Internet, resulta emocionante ver en pantalla a figuras legendarias como la escritora Gloria Steinem (Rose Byrne), la congresista Bella Abzug (Margo Martindale), Betty Friedan (Tracey Ullman), y Shirley Chisholm (Uzo Aduba), primera mujer negra en llegar al Congreso de USA y primera precandidata a Presidente mujer (y negra) en el país en esos años '70, quienes iniciaron ese movimiento feminista que, a pesar de los tropiezos, y de la oposición de todo el sistema, supo seguir adelante.


Pero el movimiento feminista sirve de telón confrontativo para desarrollar el ascenso de Schlafly. Ella supo convocar miles de amas de casa en su movimiento Stop ERA, unido al grupo fundamentalista religioso Eagle Forum. Resulta inevitable trazar el paralelismo con la realidad actual: la lucha anti aborto de esas amas de casa con las actuales de las Provida, y el ascenso meteórico de Reagan sobre Carter que se iguala a la llegada al poder de Donald Trump sobre Hillary Clinton. Durante la elección de Reagan, Phyllys Schlafly lleva un prendedor que dice Let’s Make America Again, lema de Trump.

En nueve capítulos la serie que transmite Hulu va desarrollando esta historia de una década, focalizando cada uno de ellos en uno de sus personajes, o en uno de los hitos de esta confrontación. Lo interesante es que la serie presenta el movimiento feminista con sus muchas contradicciones, enfrentamientos internos, matices, por ejemplo las diferencias entre las intelectuales, las chicanas, las lesbianas, las negras, las primeras transgénero… El movimiento no era unívoco, sino que contenía una complejidad de posturas que debieron trabajar y acomodarse para lograr sus objetivos comunes.

La personificación de Blanchett es, una vez más, admirable: el rostro de Schlafly es una máscara, con una sonrisa forzada para enfrentar a los varones poderosos del Partido Republicano, donde quiere alcanzar un lugar prominente. Su personalidad imperturbable, despótica, nos despierta todos los mecanismos de repulsión, como  sus elaborados peinados del ama de casa conservadora, acordes con su vestuario de variadas dos piezas de colores pastel. La escena final, la de su conversación con Reagan, es un tour de force que merece ser visto tres o cuatro veces, para apreciar la variedad de expresiones de su rostro. También resulta paradójico que Schlafly, acérrima antifeminista, asuma actitudes feministas sin percatarse de hacerlo, como al independizarse de su marido, encontrar una actividad ajena al devenir hogareño, dejar a sus hijos al cuidado de su menoscabada cuñada.

Sarah Paulson y Cate Blanchett han compartido set en ocasiones previas: en Carol y en Ocean’s 8. Aquí, Paulson es la amiga más cercana de Schlafly, otra esposa y madre que no desea ingresar al ejército, ni salir a trabajar, y que se opone al aborto, y ella funciona como una suerte de eco de toda palabra de Schlafly, a quien sigue y obedece ciegamente, sin cuestionamientos. Pero su personaje –ficticio- es el que vive una evolución, abriéndose a escuchar otras voces, a habitar otros ámbitos, a tomar sus propias decisiones, sobre todo a medida que se da cuenta de que su líder va cayendo en una postura autoritaria y enceguecida por el poder. Pero ese personaje es ficcional.


Aunque finalmente el poder masculino aplaste todo intento de las mujeres por hacer algo por su género, aunque al final de los nueve capítulos de esta serie –y hasta este año 2020- la ley continuaba sin ser totalmente aprobada, aunque las feministas fueran radiadas de sus cargos oficiales, aunque Schlafly no reciba el reconocimiento que esperaba del candidato que apoyó y venció, Ronald Reagan, Mrs America es la historia del empoderamiento femenino. La lucha de todas ellas, las unas y las otras, significó poner en palabras un debate silenciado, poner en imágenes realidades ignoradas, dar visibilidad a realidades femeninas ocultas.

9 de agosto de 2020



Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce
Paul B. Preciado
Barcelona, Anagrama, abril de 2019
318 páginas



Especialista en temas de género, también curador de varias ferias de arte, Paul Beatriz Preciado reúne en este libro las crónicas que escribiera para Libération entre 2013 y 2018. Ágiles, apasionados, provocadores, sus escritos abordan una variedad de temas de actualidad. Si bien gran parte está dedicados a registrar las vivencias íntimas de su transición en su proceso de reasignación de género, con sus implicancias físicas, psicológicas, culturales y políticas, también se ocupa de otros cuerpos migrantes que han efectuado otros cruces: aquellos expulsados por la violencia de sus tierras y retenidos en campos extranjeros o durmiendo en plazas de otros países. Y opina sobre la transición política de Cataluña, y los supuestos avances de la industria farmacéutica.
Nómade, inclasificable, opuesto a todo pensamiento o clasificación binaria–comenzando por la de masculino/femenino, pero también España/Cataluña- , establece una crítica radical a todo dogma, en esta época de cambio de paradigmas. Preciado propone reconfigurar, resignificar los rituales políticos y culturales que definen los cuerpos y abrirse a la multiplicidad de la vida. Escritos de lucha, de resistencia contra el neocolonialismo del régimen heteropatriarcal, con solidez teórica proponen una nueva sociedad, concebir otra organización social,  “con nuevas formas de producción y de reproducción de vida” en esta etapa de transición planetaria.

Josefina Sartora
(Nota publicada en Le Monde Diplomatique Nº 252, junio de 2020)

30 de julio de 2020



Pedestales y prontuarios. Arte y discriminación desde la conquista hasta nuestros días
Marcelo Valko
Buenos Aires, Ediciones Continente, marzo de 2019
160 páginas



La imagen del indio postrado ante el conquistador invasor, o ante el cura evangelizador es una constante en la iconología americana, y específicamente en la argentina, desde hace siglos hasta hoy. La representación del indio oscuro, semidesnudo, abajo, ejemplo de la barbarie, frente al blanco vestido, culto, símbolo de la civilización, arriba. O el conquistador sometiendo al aborigen, cuando no se exhiben cabezas cortadas. La simbología de la estatuaria no es inocente: responde al objetivo didáctico de imponer una determinada visión política que glorifica a unos y estigmatiza a otros, creando estereotipos que arraigan en el inconsciente del colectivo que observa esas imágenes en plazas, conventos, iglesias, libros y hasta revistas de historietas.
En un pormenorizado estudio, Valko ejemplifica incontables casos que forjan el imaginario nacional, glorificando héroes que merecerían un prontuario, lo cual se corresponde con el objetivo de sometimiento y sumisión de los pueblos originarios a pies y manos del poderoso, transformándolos en mano de obra barata y también, a las mujeres, en objeto sexual. Yendo más allá, el autor analiza el fenómeno de invisibilidad: los indios no existen en una Argentina que permanece en su ensueño europeo, ninguneando al aborigen, tratado en pasado, plural y anónimo, así como al negro. Lo estático de los monumentos pretende fijar, restringir, cercenar el pasado, naturalizando el exterminio.

Josefina Sartora
(Nota publicada en Le Monde Diplomatique Nº 246, diciembre de 2019)