3 de diciembre de 2010

El cine de Pierre Étaix, recuperado en el Festival de Mar del Plata



Ruptura. Pierre Étaix, Francia/1961.
El suspirante. Pierre Étaix, Francia/1963.
Le grand amour. Pierre Étaix, Francia/1969.



Uno de los regalos del Festival de Mar del Plata –que tuvo unas cuantas perlas- fue la proyección de la filmografía de Pierre Étaix, uno de los olvidados del cine francés. Diseñador gráfico, se formó en el music hall y el circo, donde trabajó como payaso, Étaix se inició en el cine en 1954 junto al gran Jacques Tati con quien colaboró en Mi tío, y la marca del maestro resulta evidente. En 1961 comienza a dirigir cortometrajes, recibe premios y después realiza cinco largos: El suspirante (1963), Yoyo (1965), Basta la salud (1966) Ese loco, loco deseo de amar (1969) y el documental Pays de Cocagne (1970), mientras continuaba con sus actuaciones circenses. Actuó también en films de otros realizadores, como en El carterista de Robert Bresson, Los payasos de Federico Fellini, Max mon amour de Nagisa Oshima e incluso en el reciente Chantrapas, de Otar Iosseliani visto en ese mismo Festival.

Ha sido el gran olvidado porque por problemas legales de distribución, sus películas no pudieron proyectarse, y una vez resueltos, las copias debieron ser restauradas. Una cabal tarea de rescate integral permite hoy recuperarlas y volver a disfrutarlas. Y la retrospectiva que le dedicó el Festival de Mar del Plata es una de las que seguramente le brindarán otros buenos festivales. Ojalá haya otras oportunidades de volver a verlas. Alguien comentó que ya estaba en el mercado la caja de dvd con todos sus films.

De las que pude ver, mi preferida es Yoyo, en la que Étaix despliega de diversas maneras su amor al circo y al music hall: en el inicio, un hombre riquísimo y melancólico vive en su gran palacio rodeado por sirvientes que acompañan una vida vacía, cuyo único interés radica en mirar la fotografía de un viejo amor perdido. Cuando una troupe circense se acerca a su hogar, el hombre los contrata para una función privada, y allí reencuentra a su amada de antaño, una jinete. Ella tiene un niño, que bien podría ser su hijo, el payaso Yoyo. Con la crisis de 1929, el millonario pierde su fortuna y decide partir a los caminos con su nueva familia. El tiempo pasa, y es Yoyo quien cobra protagonismo, como payaso exitoso que se enriquece y quiere recuperar el paraíso perdido paterno. El film es una sucesión de gags e ilusiones visuales propios del cine mudo y el slapstick. Las trampas se multiplican: la numerosa procesión de criados autómatas, el millonario que saca a pasear a su perrito desde su auto con chofer, los tamaños engañosos que producen el trompe l´oeil. De hecho, comienza como un film mudo y cuando llega 1929 y acaece la crisis, se recuerda que también empieza el cine sonoro, y el film deviene hablado. Aunque no tanto: todos los films de Étaix se apoyan en lo visual, en lo físico, en el trabajo del cuerpo, y tienen poco diálogo, o en todo caso se trata de diálogos anodinos, o casi ininteligibles, como lo son los del cine de Tati, su maestro. En sus humoradas, Étaix rinde homenaje a grandes del cine: a Buster Keaton y sus proezas físicas, a Federico Fellini con su Zampanò, otro artista ambulante, y por supuesto, la evocación de Tati es constante.

El suspirante es su opera prima, otra obra apoyada en los gags, con una historia muy simple. Nuevamente Étaix retrata el spleen o vacío melancólico de la vida de la alta burguesía, en este caso un joven introvertido e inexperto cuyos padres quieren ver casado. Para complacerlos, sale a las calles a aprender de la vida, pasando de una situación ridícula a otra. Nuevo homenaje al Buster Keaton de Las siete oportunidades. El protagonista no hace más que obsesionarse con la mujer equivocada, sin tomar en cuenta a la que tiene en su propia casa.

Por último, Ese loco, loco deseo de amar (Le grand amour) es su primer film en colores, y una vez más, el foco de la burla es la familia burguesa –en este caso de provincias- en la que queda atrapado su personaje divagante, siempre interpretado por el propio Étaix, quien se casa con la hija de un industrial. El pobre es víctima de la rutina de la familia mediocre, y su único escape es la fantasía romántica o el sueño. Todo el cine del francés está signado por el surrealismo, siendo aquí la más notable la escena onírica en que sale a las rutas a bordo de su cama, para encontrar otras camas-vehículo en su camino. No en vano su coguionista en todas las películas que vi es Jean-Claude Carrière, el célebre, prolífico escritor que adquirió su fama junto a Luis Buñuel y colaboró en Belle de jour y La Vía Láctea, entre otras. Como en Tati, la burla hacia la burguesía es permanente, aunque también como su maestro, no es ella ácida, sino que siempre está dotada de una cuota de ternura. Sus pullas van dirigidas a la falta de imaginación, a los valores del medio pelo, a la ambición material, a las actitudes rígidas.

Tal vez a algunos el cine de Pierre Étaix pueda resultarles algo arcaico, frente al humor que vemos hoy en las pantallas. Sin embargo, es un clásico, un maestro al que otros –entre ellos Woody Allen- le están en deuda. En la actualidad, a los 82 años, Étaix realiza muestras de sus dibujos sobre el circo y para el cine.

Josefina Sartora

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