9 de febrero de 2011

El regreso del western




Temple de acero
(True Grit)


Guión y dirección: Joel y Ethan Coen, Estados Unidos/2010.




“¡John Wayne, volvé!” Fue el comentario de un colega amante del cine clásico norteamericano, después de la función privada de Temple de acero. Wayne fue la estrella en la versión original de este western, que dirigiera Henry Hathaway en 1969, sobre la novela homónima de Charles Portis. Esa actuación le valió un Oscar, tal vez no tanto por sus méritos en esa performance “crepuscular”, como gustan decir los críticos, cuanto porque nunca antes lo había ganado, y el premio significó una suerte de reconocimiento a su carrera. Aquella versión original también tenía en su elenco a Robert Duvall y Dennis Hopper, nada menos.

John Wayne en la versión original
En una actitud posmoderna, los hermanos Coen revisan una y otra vez los géneros del cine clásico: De paseo a la muerte fue un ejercicio del film noir, Fargo, Simplemente sangre, Sin lugar para los débiles otras variantes del mismo con inclusión del policial, Educando a Arizona, El gran Lebowsky y El amor cuesta caro elaboraciones sobre la comedia, etc. Cada uno de ellos constituyó un ejercicio de estilo, una pista de pruebas para el desarrollo de su imaginación, una reinvención de motivos clásicos y un despliegue de ironía y crítica hacia la sociedad de Estados Unidos. En esta revisión de los géneros, los Coen la toman ahora con el western, género que siempre me ha sido muy caro.

Los directores parecen comprometidos con alguna ley de mercado que los lleva a lanzar una película al año, siempre apuntando a algún Oscar. Esto no ha sido de ayuda para desarrollar un mejor cine. Por el contrario, las últimas películas parecen realizadas con un apresuramiento y ligereza que no tenían sus anteriores. Y este es el problema de Temple de acero.

Ese temple, o entereza, es el que mueve a Mattie -la narradora en off-, una joven del Oeste que sale a vengar a su padre, muerto por un delincuente (el ubicuo Josh Brolin). Para encontrarlo, contrata a un sheriff en decadencia famoso por su gatillo fácil, y juntos salen a los caminos en busca del asesino. La joven Heilee Steinfeld se vale de todos los clichés para interpretar a la chica astuta, y Jeff Bridges –quien diera una composición tan extraordinaria en Loco corazón, también recordable en El gran Lebowski- está desbordado por su personaje –ya tópico en Bridges- borracho, mugriento, bastante canalla y para colmo tuerto, con una voz impostada que no convence a nadie. ¿Tal vez para evocar a Wayne? A ellos se une un comisario de Texas (Matt Damon, otro actor todoterreno) muy atildado y escrupuloso, apelado LaBoef -a quien todos llaman LaBief-, y juntos componen un tan curioso como variado trío de exploradores que se internan en territorio indio para cazar al asesino y su pandilla. Con momentos de oscuro humor, los Cohen parecen reírse del género, pero lo toman en serio. En ellos, la inocencia del western clásico se ha perdido.

Quiero creer que hubo cierto apresuramiento en la finalización del film, para competir por los Oscar de 2010 (10 nominaciones). Así podría comprender su falta de ritmo, su indecisión a la hora de arrancar, el tiempo que les lleva entrar en acción, la pesadez de ciertas escenas. Por otro lado, la narración nunca llega a levantar vuelo, se mantiene en una medianía –por no decir chatura- que desafía el interés del espectador. Y el epílogo tampoco ayuda. Hay un momento disfrutable, empero: cuando el sheriff se enfrenta en su caballo –cual caballero medieval- a los cuatro bandidos. Es un homenaje a la versión que tenía a Wayne como héroe. Y la fotografía de Roger Deakins, habitual colaborador de los Cohen, logra el mejor punto con esos paisajes de una América virgen, y sobre todo en los momentos de penumbra interior y oscuridad.



Está demasiado cercano el estreno de otro film con una protagonista joven que reacciona ante la ausencia de su padre, para eludir la comparación. Lazos de sangre es una historia y película mucho más elocuente sobre lo que vive una hija en ese caso, que este film, que nunca indaga en las motivaciones de Mattie. Y Jennifer Lawrence compone un personaje verdadero e inolvidable, mientras que lo de Steinfeld no es sino un estereotipo.

Me gustan los Cohen, para amarlos u odiarlos por su cinismo. Lamento que esta vez quede indiferente.

Josefina Sartora

No hay comentarios:

Publicar un comentario