27 de junio de 2011

La muerte de Montaigne
Jorge Edwards

Buenos Aires, Tusquets, 2011.



El veterano escritor chileno Jorge Edwards (1931) acaba de publicar una novela sobre Montaigne (1533-1592). Es una novela aunque no reúna varias de las convenciones del género y se acerque más a la biografía. Sin embargo no es una biografía novelada, género en el que difícilmente se logre no aburrir al lector con diálogos o sucesos inventados y generalmente insustanciales. Edwards elige contarnos escenas de la vida de Montaigne, seducido por su personaje, de tal manera que logra trasladar esa seducción al lector. El relato del episodio de la visita que el autor de los Ensayos hace a la casa de Marie de Gournay, su jovencísima admiradora, imaginando la relación que el maestro pudo tener con su discípula, es antológico. Marie de Gournay fue la albacea de Montaigne, encargada de publicar su obra, escritora de avanzada ella misma, defensora de los derechos de la mujer.

Vivimos con Montaigne la convulsionada época en la que le tocó vivir, en la que lo difícil era morir de muerte natural y no víctima de las guerras de religión o de los múltiples peligros que supo eludir con sabiduría. Montaigne en ocasiones se distanció de las querellas escribiendo en su torre de marfil. Esta torre no era metafórica sino real, y se conserva casi como la dejó el autor, aunque sin sus libros. Queda a unos 50 km de Burdeos –ciudad de la que fue alcalde por dos veces- en un pueblo que hoy tiene 354 habitantes llamado St. Michel de Montaigne. La narración de la visita que hace Edwards a la torre, casi lo único que queda del castillo ya que el resto se incendió, persiste en nuestra imaginación y añoramos el paisaje y los vinos de la zona.

Edwards se mezcla con la narración y podría escribir como Montaigne “Yo mismo soy la materia de este libro”. Desde la primera página, Edwards se identifica con su héroe, porque héroe es este escritor que supo ser un moderno en pleno siglo XVI, y sobrevivir en el empeño, viviendo como un señor. Algo así le pasa a Edwards, ayer enviado a La Habana por Allende a reabrir, en diciembre de 1970, la embajada chilena en Cuba y hoy embajador en París del gobierno de Piñera. Edwards cuenta en su libro Persona non grata su aventura –mejor, desventura- cubana, libro que él mismo clasifica como “novela política sin ficción”.

A pesar del tiempo y la distancia que los separa, los dos autores pueden mirar el mundo desde sus respectivas torres gozando de su escritura, su astucia, su equilibrio, su vivir bien “en un sentido que podríamos llamar ético y estético”, como dice Edwards de su compadre Montaigne.

Leda Schiavo

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