19 de julio de 2011

La más grande dramaturga argentina

Griselda Gambaro Doctora Honoris Causa

La escritora Griselda Gambaro, dramaturga y novelista, recibió el Doctorado Honoris Causa del Instituto Nacional de Arte (IUNA) en una bella ceremonia realizada en el Teatro Cervantes el 29 de junio de 2011. La autora mereció ese honor a causa de obras fundamentales de la dramaturgia nacional como El campo, Los siameses, Antígona furiosa y novelas como Ganarse la muerte, entre otros títulos. Gambaro recibió ese homenaje con un brillante discurso de agradecimiento que la propia autora accedió a publicar en Claroscuros y que a continuación reproducimos en su totalidad.

Griselda Gambaro por Lucas Distefano
"Esta distinción que hoy me otorga el Instituto Universitario Nacional del Arte es para mí doblemente significativa porque la recibo no sólo de una institución donde el saber se transmite sino también porque el campo de su actividad tiene que ver con la teoría y las prácticas escénicas.

"Puedo decir que de esas prácticas he recorrido la mayor parte por aproximación más o menos cercana en el ámbito de los ensayos, pero que sólo la dramaturgia ha sido centro de mi trabajo, exigiéndome el aprendizaje del oficio, tenacidad y, creo, bastante rigor.

"He imaginado de muchas formas en mis obras y siempre he guardado la sospecha de que podría haber tenido otra imaginación, más intensa, más lacerante y compasiva a la vez. Y esta sensación a la que lleva la imperfección de cada obra, también me lleva a desear la cosecha de nuevos autores y autoras, la riqueza de muchas imaginaciones distintas de las que yo tuve, de escrituras dramáticas que digan lo que no dije.

"He pensado siempre, en este asunto del teatro, que cada uno usa o debe usar la preceptiva que le conviene, reconocida con voz propia. Sin embargo, inicialmente, hay preceptivas obligadas que se imponen por más genio o talento que uno crea poseer o que en verdad posea. Y esas preceptivas parten de la necesidad, tanto en el plano escénico como en el de la escritura, de dominar la técnica de los procedimientos teatrales. Sólo entonces tendremos después el derecho de romper esos procedimientos para usar, ahí sí, la técnica personal, la preceptiva que nos conviene. Sólo así podremos actuar mediante una sabia elección de posibilidades y no a ciegas o por capricho llamado “creativo”. Porque si bien el suceso teatral se enriquece, como todo arte, con el hallazgo fortuito, con las “casualidades” del azar que nos brinda la materia o el asunto con el que se trabaja, ni lo fortuito ni las casualidades son su fundamento.

"Si hago hincapié en esto es porque la falta de la técnica adecuada suele devastar hoy el escenario. No hay nada peor que una pasión andrajosa. Hablo de la pasión del teatro cuando el cuerpo del actor no ha desarrollado siquiera los ritmos naturales de su infancia, como pedía Peter Brook, cuando la palabra se cae, inaudible, la voz irrita o el movimiento espacial es errático. Es el dominio del oficio el que da vía libre al personaje, a la pasión y emoción más genuinas porque su posesión nos permite alejarnos de nuestra pequeña subjetividad para que esa pasión, esa emoción trascienda a todos.

"Sabemos que lo que llamamos estética es mucho más que estética, que está relacionada en este caso específico del teatro, no sólo con las artes escénicas sino con el ensayo y el conocimiento en general, con la novela y la poesía, el cine, la pintura y la música, con nuestra aldea y los mundos lejanos.

"Todavía hoy pienso que para escribir teatro necesito la mayor disponibilidad, la mayor atención y curiosidad hacia nuestro tiempo y su circunstancia. Nunca conformarme con sus inequidades, nunca renunciar al trabajo del pensamiento, nunca rechazar la tradición, tan ignorada y subestimada muchas veces, porque esa tradición, aun cuestionada, nos dará solidez en el aprendizaje de nuestro pasado.

"Diría, en resumen, que en ninguna de las actividades del teatro hay que perdonarse la vida. Al contrario, tenemos que sentir que estamos al borde del fusilamiento, como Dostoievsky en Petesburgo, por cada reflexión mal fundada, por el uso de imágenes convencionales, por falta de autocrítica, por cada escena compuesta para complacer-complacernos y cada palabra sin sonoridad y sin peso. Sí, al borde del fusilamiento para sentir que nosotros mismos seremos el mensajero del zar que nos absuelve a último momento cuando nuestra obra cumpla cabalmente sus fines de ficción escénica.

"Este escenario querido del Cervantes, la sala Orestes Caviglia que hoy nos alberga, sabe de lo que hablo. Cada escenario vacío, a la espera de la representación, lo sabe. Cada escenario espera la cosecha de las nuevas generaciones poseedoras de la técnica, el conocimiento y los medios relacionados con el quehacer teatral, y que muchos obtendrán o han obtenido en el IUNA. A partir de ahí, el vuelo de cada uno dependerá de las respectivas virtudes, pero también de la exigencia, la sinceridad y necesidad con las que nos acerquemos a la obra que tengamos entre manos, del inclaudicable compromiso con la época, el país, la aldea y el mundo.

"Sé que esta distinción, este Doctorado Honoris Causa que me otorgan y que tanto agradezco, adquirirá su mayor relevancia, su sentido más profundo, cuando de un lado y del otro del escenario se produzca la expectativa, el sueño, la ilusión reparadora del teatro. Entonces me atreveré a pensar, ante ese teatro que es fruto de todos, que esta distinción no me privilegia injustamente porque con dramaturgos, directores, intérpretes, yo también, con ellos, quizás en algo haya contribuido a su esplendor."

Griselda Gambaro

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