27 de octubre de 2011

La poesía de las mujeres

Estamos frente a dos estrenos que ponen en escena la posibilidad transformadora del arte.



Mi recomendación más ferviente es Poetry, que se estrena aquí con el título de Poesía para el alma, hermoso film humanista del coreano Lee Chang-dong. Nos referimos a Poetry durante nuestra cobertura del Festival de Viena en noviembre de 2010. Había sido presentado en Cannes, donde ganó la Palma al mejor guión, y posteriormente, el film estuvo en el Festival de Mar del Plata. Tenemos la suerte de que uno de esos distribuidores independientes y valientes lo estrene por fin en Buenos Aires.

Poesía para el alma está a la altura de los anteriores films de Lee, Oasis o Peppermint Candy. Se trata de un melodrama, desde el punto de vista de una mujer que, después de los sesenta, decide que quiere escribir poesía. Algo excéntrica, la señora se encarga con dificultad de criar a su nieto, involucrado en un grave hecho de violencia. La mujer enfrenta objeciones de conciencia, mientras la sociedad parece aceptar el hecho naturalmente. Aunque su salud está deteriorándose, ella despliega gran vitalidad, cuida de un anciano y trata de aportar a su vida otra sensibilidad. Es clave que cuando empieza a olvidar las palabras, por un proceso de Alzheimer, ella quiera dedicarse a la poesía. El aspecto relacionado con la actividad literaria es quizás el menos logrado o el más ingenuo de este film complejo, que plantea temas como el lenguaje y la incomunicación, el dolor y la culpa, el deber y la reconciliación. Y las diferencias entre las conductas femenina y la masculina. El film habla de la transmutación personal, más allá de la edad las limitaciones, de cómo lo prosaico o lo banal pueden devenir poesía, y todo en manos de una mujer muy simple, que cerca de la vejez empieza a ver el mundo y la vida con una nueva mirada. Un personaje hermoso y muy emocionante, en la piel de la veterana actriz Yun Jung-hee, quien brinda una lección de actuación.



Otra mujer inquieta, que también hizo del mundo poesía, fue Violeta Parra. El chileno Andrés Wood se basó en una biografía que escribió el hijo de la artista, Ángel Parra, para filmar Violeta se fue a los cielos, un documento ficcionalizado que en forma permanente se niega a ser una clásica biografía, siempre recortando hechos y realidades que rodearon a Violeta, pero que no deja de constituir un retrato de esa artista polifacética. Creo que el mayor mérito de la película es la actuación de Francisca Gavilán, una actriz que sin duda ha investigado sobre ese personaje ya casi mítico y que la encarna de una manera conmovedora, e incluso canta ella misma sus canciones.

El film se ocupa de la trayectoria de Violeta desde niña, de su crecimiento profesional, su experiencia en Europa y su final en Chile, pero sobre todo pone el acento en retratar a una mujer que fue víctima de  sus propias pasiones, perdida por la fuerza de su propio deseo. Pasiones artísticas, y sobre todo temperamentales y amorosas. Al trabajar de esa manera, Wood realiza un recorte que resulta por lo menos peligroso, notoriamente al dejar de lado la figura de su hermano Nicanor, tan importante en la formación de Violeta, y el contexto histórico social que enmarcó su vida, sin el cual el significado de su obra disminuye, por decir poco. En ese contexto, la única escena que hace referencia al conflicto entre clases, tan fuerte entonces en Chile, resulta por lo menos torpe.

La estructura es fragmentaria, muy al uso de estos días, cuando que parece haberse dejado de lado la linealidad. Alterna distintos momentos en la vida de Violeta en un montaje bien logrado. En suma, se trata de un film que podrá dejar insatisfechos a sus fans, pero que tiene momentos muy fuertes, como los del fin de Violeta Parra en su carpa de la Universidad del Floklore.

Josefina Sartora

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