8 de mayo de 2012

La película que no vemos (todavía)


Tierra de los padres
Dirección y guión: Nicolás Prividera
Argentina/2011.



El segundo opus de Nicolás Prividera supera el polémico M, con su lectura inteligente y profunda de la historia argentina y del legado que nos dejaron los próceres del bronce. Tierra de los padres abre con un dramático prólogo, durante el cual el himno nacional cobra una especial y paradójica significación al estar acompañado de imágenes documentales de momentos tristemente célebres de nuestra historia reciente, de un país en llamas donde tienen lugar las luchas entre compatriotas. Frente a las imágenes absolutamente crueles de argentinos luchando contra otros argentinos, de uniformados topando y reprimiendo hasta a las Madres, los versos del himno se cargan de una connotación adicional, simbólica y contradictoria. A partir del último verso del himno –o juremos con gloria morir-, como fondo de la imagen de un compatriota muerto violentamente, Prividera estructura todo su film.

Corte. Toma panorámica del cementerio de la Recoleta, sitio emblemático que alberga los mausoleos de los padres de la patria, que dibujan un mapa de la historia oficial. Allí se desarrollará el film, con la lectura de textos escritos por esos padres y algunos autores literarios, junto a las bóvedas que guardan sus restos. La cámara fija toma a distintas personas –algunas famosas, otras no tanto- mientras leen –a veces mejor, otras peor- en un libro imponente. El recorte que efectúa Prividera de esa otra historia, no oficial, pone el acento en la división entre argentinos, a la que aluden los citados: desde una carta del General José María Paz, en la que establece la división entre provincias y capital, la polaridad entre federales y unitarios, ignorantes e ilustrados, democracia y aristocracia, pasando por la de civilización y barbarie de Sarmiento, dividió a los argentinos. Las palabras de los padres son un reiterado llamado a la muerte y aniquilación del Otro. Frente a la invocación a la muerte de los impíos, de Rosas, o de los bárbaros, de Sarmiento, esos textos dialogan con el llamado a la concordia de Alberdi o José Hernández, raros casos de invocaciones a la integración. O contrastan con la autocrítica de Mansilla sobre el maltrato al indio.

Prividera ha seleccionado un corpus de textos donde las palabras más repetidas son muerte, exterminio, salvajes, monstruos, aniquilamiento, civilización, patria. Como si Argentina sólo pudiera ocupar un lugar entre los países civilizados con la muerte del Otro, mediante una guerra fratricida. Así está marcado el ser nacional, desde sus orígenes, con una ideología que continuó en el siglo XX con voceros como Lugones, y llega al fin de siglo con los militares de la última dictadura, bendecidos por eclesiásticos. Con ellos dialogan escritores como Rodolfo Walsh y los poetas Paco Urondo y Joaquín Gianuzzi. Son escasas las voces de mujeres, pero también ellas llaman al enfrentamiento, como lo hacen Silvina Ocampo y Eva Perón, desde lugares opuestos.


Entre una y otra lectura, la cámara registra el acaecer dentro de la Recoleta. El país como un vasto cementerio, donde yacen los unos y los otros, donde hay cuidados pero también abandono, donde los gatos se comen a las palomas, donde los turistas sacan fotos de las glorias pasadas. Tierra de los padres culmina con un largo plano extraordinario, que culmina en otro cementerio.

El film no disimula su deuda con Operai, contadini, de Danièlle Huillet y Jean-Marie Straub, otra rigurosa película de lecturas, y con Profit Motive and the Whispering Wind, de John Gianvito, otra película de monumentos fúnebres, y a ambos les agradece el director al final. Pero Prividera da varias vueltas más de tuerca, tensando la cuerda hasta la exasperación.

Realizada con el apoyo del INCAA, a pesar de sus méritos cinematográficos la película fue rechazada por el Bafici. Rara exclusión que viene a confirmar la tesis del film: las divisiones han de persistir entre los argentinos. Antes de verla, me asombró ese rechazo, pero después comprendí por qué el festival de Macri no quería programarla. Decisión que me suena a oportunidad perdida. Algo similar había sucedido con el Festival de Mar del Plata. Hasta ahora, la hemos podido ver en dvd o en Internet. Unos pocos privilegiados la verán en fílmico próximamente, en el Festival de cine de Cosquín. Mientras tanto, esperamos que alguna distribuidora valiente estrene este film absolutamente excepcional, que estará sin duda entre los mejores del año.

Josefina Sartora

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