El chico de la bicicleta (Le gamin au vélo)
Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne
Francia-Bélgica-Italia/2011
Si queremos percibir algo de las diferencias entre franceses
y belgas, allí tenemos el cine de los hermanos Dardenne. Similares a los realizadores
franceses, pero diferentes. Hay matices, detalles sutiles, algo en el relato,
en el clima, que los diferencia. El pueblo donde transcurre El
chico de la bicicleta –Liège- podría ser el de las películas de Bruno
Dumont, pero no es igual. Más cálido, brillantemente fotografiado por Alain
Marcoen.
También este último film se parece a sus anteriores, y sin
embargo no es igual, los Dardenne no se repiten, siguen fieles a sí mismos pero
en cada film exploran otra veta. Marcado por la figura del padre, el cine de
los Dardenne parece en este último opus haber devenido más luminoso, más
optimista. Como todos sus protagonistas, como Rosetta, como el padre en El
hijo, Cyril tiene una obsesión que lo anima: reunirse con su padre, que
lo ha abandonado, y con su bicicleta, que ha desaparecido con él. El padre que
interpreta Jérémie Renier podría continuar el que le vimos en El niño:
un hombre que carece de instinto paternal, deseoso de desembarazarse de ese
hijo obstinado. Nada conocemos, algo intuimos, del pasado familiar. Tampoco
sabemos qué carencias afectivas motivan a Samantha a adoptar a Cyril. Los
Dardenne se limitan a exponer los hechos en un determinado estadio, sin
explicaciones psicológicas, sin juicios ni ejemplos morales, aunque siempre con
una tendencia hacia la redención.
Pero nada sería igual sin la conmovedora presencia de Thomas
Doret con su determinación, su rabia, su empecinamiento, y la sabia, contenida
interpretación de (la belga) Cécile De France, para narrar ese encuentro de dos
seres.
La crítica quiso ver aquí un homenaje a Ladrones de bicicletas de
Vittorio de Sica. En todo caso, guarda cierta continuidad con ella en el
vínculo paterno-filial, y trae también su humanismo y el contenido social, como
todos los films de los Dardenne, como los de De Sica. Pero El chico de la bicicleta
se queda del lado de Bélgica, con su peculiar tono seco para el melodrama, sin
la carga trágica mediterránea. El único subrayado emocional sería –si se
quiere- el ritornello del concierto Emperador
de Beethoven.
Película de iniciación, en movimiento perpetuo, con la
permanente acechanza del peligro por el lado del bosque, con momentos muy
álgidos, con su carga de nerviosismo y violencia. Si en un punto parece
distraerse -en esa subtrama del librero víctima del asalto y su hijo, pareja
que funciona en simetría, en oposición, a la historia de Cyril y su padre-,
allí está ese último plano –siempre magistral-, silenciosamente elocuente, del
joven que no se detiene en su proceso de evolución.
Josefina Sartora
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