3 de julio de 2013

César en prisión

César debe morir
Dirección: Paolo y Vittorio Taviani
Italia/2012

No porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más.
William Shakespeare, Julio César

Nota: En ocasión de su estreno, reponemos la nota sobre César debe morir, publicada en Claroscuros en diciembre de 2012.

No vamos a intentar encasillar César debe morir en las categorías de documental o ficción. Más allá de cuál sea su calificación, el film documenta la puesta en escena de Julio César de Shakespeare en una cárcel de Roma, donde un grupo de reclusos se somete a un conmovedor casting para la distribución de los roles de la tragedia. El film se pliega sobre sí mismo, registrando el proceso de ensayos y estreno de la obra, el peculiar criterio de puesta en escena de su director, Favio Cavalli, y los efectos que el texto de Shakespeare produce en los intérpretes, todos condenados por severos crímenes.

La dramática fotografía en blanco y negro para las escenas de ensayo dialoga con las imágenes en color para el casting, el estreno e incluso se pasa del B&N al color en una sola toma, justamente para mostrar en un mural de la prisión, con un mar azul, el más puro artificio, más chocante aun por estar en ese lugar, del cual para muchos no habrá salida. Ladrones, homicidas, traficantes de droga, miembros de la mafia, el catálogo de delincuentes es variado, y todos ellos demuestran sus cualidades como actores en esa obra de Shakespeare. Cavalli los estimula para que confieran aspectos propios a sus personajes, por ejemplo, que hablen en su propio dialecto, casi siempre del Sur de Italia.

Es muy interesante observar lo apropiado que resulta representar Julio César en Italia. Y en una prisión. El clima de la antigua Roma se actualiza en ese ambiente, hasta en la fisonomía de los personajes, y agrega realismo a la acción. Giovanni Arcuri, quien encarna a Julio César, es un hombre de fuerte presencia física, acorde con su rol imperial. No menos importante es la performance de Salvatore Striano como Bruto, su hijo putativo, a quien Casio convence de que César ha caído víctima del orgullo y la ambición, y si no lo detienen, de héroe ha de devenir tirano. (Después de cumplir su condena, Striano es hoy actor profesional.)


Basada libremente en la obra de Shakespeare, con un prólogo y un epílogo, la puesta así enmarcada se apoya en la economía (el film dura 76 minutos), elimina los dos personajes femeninos y sintetiza el texto, circunscribiéndose a sus acciones y parlamentos más importantes: las advertencias del adivino sobre los idus de marzo, el primer rechazo de César a la corona, la conjura de Bruto, Casio y sus seguidores, la muerte de César, el elogio fúnebre de Marco Antonio y la batalla final con Octavio, con el diálogo de Bruto con el fantasma y su muerte posterior.


Film conceptual -que ganó el Oso de Oro en el último Festival de Berlín-,
en su propuesta de documentar el proceso creativo con el aporte personal, César debe morir propone varias capas de significación: por momentos, los actores se muestran muy conmovidos, atravesados por la escena que están representando. El texto de Shakespeare, como es habitual, resulta eterno y universal. Poder, honor, fidelidad, adulación, traición y redención son temas instalados también entre los convictos, así como la ambigüedad y la contradicción. Una y otra vez la acción se desliza sutilmente de la tragedia escrita a la vida real de sus actores, actualizando sus experiencias personales, sus rivalidades, su transformador encuentro con el arte. Ficción y realidad, prisión y representación fluyen confundidas, se articulan enlazadas. Por otra parte, las locaciones no resultan menos dramáticas: los pasillos de la cárcel, su biblioteca, las celdas, son lugares cerrados donde se discute sin cesar sobre la libertad, y están magníficamente fotografiados por Simone Zampagni. Paradójicamente, el único lugar abierto es el patio donde yace el emperador muerto.

Observamos –no con sorpresa- que las grandes películas de 2012 han sido realizadas por los mayores, es decir, por directores consagrados que hoy rondan o pasan los 70 años: Manoel de Oliveira, Alain Resnais, Raúl Ruiz en el film terminado poco antes de morir, Michael Haneke y los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, quienes entregan otro film humanista, denso, abierto a diversas lecturas.


Josefina Sartora

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