Marcia Schvarz en Puerto Madero
Cuando
se entra a la sala de exposiciones, lo primero es el encuentro con el gran
panel con su variedad de materia: tierra, resina, huesos, caracoles, pintura, componen
el maravilloso, lúgubre y estremecedor paisaje con el que Marcia Schvarz nos
introduce a la naturaleza y rinde homenaje a la Tierra.
La mejor
pintora argentina viva muestra en la galería de la UCA Zoolatrías y entidades extrañas,
una selección de su obra de los últimos tres años. Diversos tratamientos,
distintas técnicas y temáticas, todos con el inconfundible sello de su
personalidad desbordada, intensa, barroca. Lo más fuerte, siempre, son sus
retratos de personajes porteños, reconocibles, en los cuales cada mínimo,
exquisito gesto de la carbonilla está cargado de dramatismo.
Causa
sorpresa que Marcia Schvarz esté mostrando en Puerto Madero, y en la
Universidad Católica, conociendo su trayectoria iconoclasta, su irreverencia,
su actitud contestataria que le valió el exilio y las reacciones de los
defensores del stablishment, el mismo
que ahora la recibe en su ámbito y la premia con el consagratorio Gran Premio
del Salón Nacional. Pero allí están sus amigos, esos personajes de los bordes,
desenfadados, orgullosos de sí mismos, ya íconos en la pintura argentina. Sobre
arpillera, expresan su ironía pero también su seriedad ante la vida. Y Marcia,
que ha evolucionado en la perfección del dibujo, sabe dar el trazo preciso al
dibujo exultante para plasmar esa vitalidad, ese plantarse en las diversas situaciones,
sin miedo a la mugre, al lumpen, o la mística. Marcia los trae de esos márgenes
y los coloca en el centro, en primer plano, y en Puerto Madero.
En la
pared contigua, el humor impera en las “repisitas”, instalaciones que mezclan
en dulce montón pintura, escultura, collage –o mejor dicho, bricolage- realizados
con objetos varios de la vida cotidiana para representar otros personajes
reconocibles: notoriamente el funcionario de Cultura, o su autorretrato irónico
preparándose para ir a Arteva (sic), desplegado
con todo el sarcasmo.
Siempre
interesada en la cultura popular latinoamericana, y en sus objetos pop, dedica
una serie de pinturas a distintas piezas de distintos países limítrofes:
íconos, objetos populares, juguetes, recuerdos, talismanes, que remiten a lo
telúrico, a la hibridación y al mestizaje de nuestras culturas. Muchos –muchos-
cuadros que merecían una presentación más cuidada, o por lo menos, algún
criterio espacial a la hora de ser colgados.
Cuerpos,
materia, los habituales elementos de trabajo de esta pintora que ha desarrollado
una aguda mirada, y una mano que la representa, a todo riesgo, a todo desenfado,
a todo placer.
Josefina
Sartora
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