1 de julio de 2013

Monólogos teatrales


Solas en el escenario


En los últimos tiempos, abundan en el teatro las obras unipersonales, los monólogos, en algunos casos masculinos, la mayoría femeninos. Señal de estos tiempos, la mujer ya no es sólo comparece como la compañera del protagonista, antes colocada en un rol secundario. La psicología femenina ha ganado la escena, y vemos distintas variaciones, temáticas, historias y dramas de la mujer como protagonista. A veces, como único personaje.

Estos espectáculos tienen lugar en espacios off o alternativos, donde se presenta hoy el mejor teatro, ya que el más comercial atraviesa una crisis grave, de falta de imaginación y recurrencia a lugares comunes.

Algunos de los monólogos femeninos en cartel surgen de la pluma de Santiago Loza, íntimo, profundo conocedor de la psicología femenina. Ya nos hemos referido el año pasado a dos de sus trabajos en este sentido: Mabel y Todo verde, ambos seleccionados en las ternas para los premios Trinidad Guevara. Todo verde tiene tal éxito que María Inés Sancerni sigue presentándolo los jueves en Elefante Teatro en su segunda temporada, y a veces debe programar dos funciones, porque la salita se llena.

También está en su segunda temporada otro unipersonal de Loza, a cargo de Valeria Lois: La mujer puerca, también candidata a los premios. Lois encarna otra de las mujeres anónimas de Loza, modesta, tímida, personaje gris que evoluciona desde un pudor cándido, angelical, de una devota, hasta sumergirse en abismos abyectos. El texto de Loza zigzaguea, juega con la sorpresa, polariza a su personaje. Lois imprime tal verismo a sus palabras, que el público también evoluciona con ella, de la risa inocente inicial al dolor y angustia finales. Lois es la actriz perfecta para el rol, sabe cargar sobre sus hombros un papel difícil, sostenido sólo por su incomparable performance; va transformándose con sutileza en un ámbito casi desnudo, bajo la sutil, casi transparente dirección de Lisandro Rodríguez.  


En Timbre 4 tiene lugar otro espectáculo excelente, escrito y dirigido por Paula Rasenberg: Para mí sos hermosa, con dirección de Marcelo Nacci. Estamos frente a otra gran actriz, capaz de interpretar varios roles en una curiosa historia: en un pueblo de Hungría, un ilusionista ha quedado encerrado bajo el agua en su baúl, que sólo puede abrirse desde dentro. ¿Ha muerto? ¿O ha escapado de las mujeres que lo acosan? Vemos la reacción de ellas: sus devotas asistentes, siamesas opuestas; su esposa, que quiere tomarse una fotografía fantasma para comprobar que él ha muerto; sus partenaires, una con el don de aparecer y desaparecer, la otra magnética; una perfumista enamorada; y por fin, su nieta argentina, quien ha heredado sus dotes mágicas. Rasenberg es todas y cada una de ellas, y pasa de un personaje a otro con una versatilidad y rapidez asombrosas. No sólo posee un amplio registro actoral: tiene un admirable manejo corporal y de la voz, canta, toca el acordeón, y habla en varios idiomas.

La referencia al escenario del título en esta nota es metafórica, por supuesto, ya que la mayoría de las obras de este tipo se ponen en escena en esos teatros alternativos, en espacios antes ajenos devenidos teatros, donde la tarima no existe. O aparece en formas peculiares, como en La mujer puerca, en la que la escena transcurre en una alta plataforma frente a la cual el público debe ubicar sus sillas, partícipes de una íntima confesión.

Esto no sucede en la nueva versión de Nada del amor me produce envidia, un exquisito texto también de Santiago Loza, que hiciera famoso María Merlino en una memorable actuación, y hoy vuelve a escena a cargo de Soledad Silveyra. Los textos de Loza han salido del under, llegaron al Maipo de la mano de Silveyra y su director, el talentoso Alejandro Tantanian. Desde la ignorancia, me pregunto qué los movió a reponer esa obra que tuviera tanto éxito en una interpretación consagrada durante varias temporadas. O tal vez precisamente sea esa la causa. Solita realiza una performance muy personal, alejada de la versión de Merlino, y el espectáculo resulta diferente. Me costó aceptar su versión de esa costurera también gris, opaca, anónima, cuya consagración profesional tomó la forma de un vestido encargado por Libertad Lamarque y codiciado por Evita, ambas siempre en competencia. La costurera ama parlotear, y en su monólogo  Loza incluye formas verbales típicas de los años ´40: y chau picho, qué plato, y otras. Silveyra ama su personaje, destaca su sensibilidad, y elige mostrarla siempre al borde del llanto, en una decisión que no creo sea la mejor: esa costurera es sensible pero más adusta, austera y reprimida, jamás espectacular.

Foto: Hernán Reig
Finalmente, pero no menos importante, al contrario, el espectáculo que María Merlino presenta en su segunda temporada en La Carpintería: Qué me has hecho, vida mía. Merlino ama a las cancionistas argentinas de los ´30 y ´40, a ellas le dedica un recital que ofrece esporádicamente en esa misma sala: Quedémonos aquí. Su obra de teatro está dedicada al recuerdo de Fanny Navarro. La actriz pasó por una trayectoria accidentada, de favorita del régimen peronista, amante de Juan Duarte, colaboradora de Evita y dirigente sindical, al más absoluto ostracismo de las listas negras, deviniendo figura maldita. Merlino evoca no sólo su historia sino su figura melodramática, multifacética, su particular dicción, típica de una época, sus canciones y el estilo propio de las cancionistas de entonces. Es decir, su mundo interior y el exterior. En su monólogo -escrito por ella misma, Marcelo Pitrola y Diego Lerman, y dirigido por éste último- atraviesa una época turbulenta y polémica de nuestra historia. Decir que la obra es un unipersonal sería una injusticia: invalorable rol cumple Joaquín Segade como ejecutor de la musicalización y los asombrosos efectos sonoros, todos evocadores de las épocas del radioteatro. Qué me has hecho vida mía, también candidata a los premios Trinidad Guevara, es uno de los mejores espectáculos teatrales del momento, gracias a la excelencia de una actriz y cantante maravillosa.

Josefina Sartora

Recomendación: Quedémonos aquí, de y por María Merlino, se repone el 5 y 12 de julio en La Carpintería.

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