26 de junio de 2013

Tres veces Antes


Antes de medianoche (Before Midnight)
Richard Linklater
Estados Unidos/2013

 


Estamos frente a una curiosidad: no hay muchos ejemplos en la historia del cine que reúnan a un director –Richard Linklater- y dos actores –el yanqui Ethan Hawke y la francesa Julie Delpy- para narrar la historia de una pareja en una trilogía, a lo largo de más de veinte años. En Antes del amanecer (1995) Jesse y Céline se conocían en un tren, conversaban durante varias horas, se enamoraban y bajaban del tren en Viena, en una escala fuera de programa. Allí, la conversación sobre las cualidades del amor se prolongaba, íntimamente, con el fondo de la ciudad imperial. Nueve años después, en Antes del atardecer (2004), Céline va al encuentro de Jesse, quien ha publicado una novela basada en aquel episodio que los uniera. Él atraviesa un mal matrimonio, la atracción renace, la conversación continúa, esta vez en las calles de París. Si bien la charla se deriva, incontinente, durante todo el film que trascurre en tiempo real, el final calza maravillosamente, ajustadísimo.

En la tercera pieza del tríptico Antes, encontramos a Jesse y Céline ya unidos, de vacaciones con sus dos mellizas y Hank, el hijo del primer matrimonio de Jesse, quien regresa a Chicago después de unas semanas en el sur de Grecia con la familia. Como en las dos primeras partes, uno de los temas de la tercera es el tiempo. El gran tema. No sólo porque –como las anteriores- se hace evidente que transcurre en un período acotado –el día transcurre en unos pocos bloques, desde que llevan al chico al aeropuerto, vuelven en el auto con las niñas entre colinas griegas, almuerzan con amigos junto al mar, tienen una larga caminata al atardecer, ya a solas, y están juntos en un hotel esa noche- y en cada plano se siente el paso del tiempo, sino porque también se impone el peso del tiempo. La pareja ya no es tan joven, y los cuarenta se sienten en los rostros, en los cuerpos. Jesse luce algo desarrapado, no muy limpio, mal afeitado, y su cara de es un mapa de arrugas. Céline se queja porque ha engordado con la maternidad, él se refiere varias veces a su culo gordo. El encuentro con los amigos también trae referencias a la vejez y a la muerte, al final, Jesse se entera de que su abuela ha muerto y por último, especula sobre el futuro de ambos cuando tengan 80 años.

Pero todo esto no trae signos negativos, sino al contrario: el trío –Hawke y Delpy son también guionistas - ha madurado, son adultos, sus problemas y temáticas han evolucionado, y se los ve mejor que nunca. Si en los estrenos anteriores no participé en gran medida del entusiasmo y beneplácito casi unánime de mis colegas –sobre todo, de quienes llegaron al cine en los ´90-, mi tibieza ante aquellas ha levantado frente a ésta, la mejor de las tres películas de la saga.

A los cuarenta, la seducción ha disminuido, los protagonistas comparten otros temas, otras preocupaciones: tal vez lo más pesado, el distinto compromiso que tienen ambos con la familia, él centrado en su trabajo, ella a cargo de la casa, las niñas, la escuela, la comida, la… Si bien Jesse se muestra preocupado por no poder estar más tiempo con su hijo, es Céline a quien Hank llama dos veces en su viaje de regreso a Chicago, sin siquiera saludar a su padre. Como bien le señala ella, es un poco tarde para empezar a ocuparse de su hijo. Tras tantos años juntos, se siente el desgaste de la pareja, la discusión está a flor de piel; lo que en otra época pudo ser un detalle simpático –el choque cultural entre un yanqui y una francesa, las diferencias de género, las distintas psicologías y responsabilidades masculinas y femeninas- ahora dispara el conflicto. El romanticismo ha acabado. ¿Tal vez el amor también?

Linklater hace evidente de varios modos su simpatía hacia Europa. Cinéfilo, rinde tributo al cine de arte europeo en su evocación de la verborrea de la pareja, de su firme fe en la fuerza de la palabra, como sucede en el cine de Rohmer; por supuesto, es inevitable la evocación a Bergman y sus parejas en crisis; pero sobre todo, hay un homenaje explícito a Rossellini y su Viaje en Italia, imprescindible referencia en todo film que trate de las discusiones de una pareja durante su viaje en Europa. Muy cerca está Copia certificada, otro bello film de otra pareja en tensión. Por otro lado, está el uso del espacio, con una fotografía siempre funcional, en un segundo plano, para rodear de belleza europea a los protagonistas en los largos planos secuencia de la primera mitad del film: si antes fue Viena y París, ahora el Sur del Peloponeso ofrece un bálsamo a los ardores conyugales.

Josefina Sartora

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