21 de octubre de 2013

Luces y sombras chinescas

Segunda nota de un viaje a China en 2013


El brutal desarrollo logrado en China en los últimos treinta años trajo aparejados lógicos contrastes. El más importante, la brecha que se abrió entre las clases socio económicas. Mao fue la cara del gran adelanto de la sociedad China, que pasó del hambre y la pobreza extrema a una nivelación de todo el pueblo, que pudo acceder a la vivienda, la comida, la ropa y la educación para todos por igual. En los ´80, con la apertura, advino esta etapa de socialismo capitalista o como quiera llamársele, y hoy hay ricos muy ricos, una clase media que accede a su departamento de 70 m2 con créditos a veinte años y a su coche, y otra más pobre que vive hacinada. Wang, el hombre más rico de China, tiene 22 billones de dólares, duplicó su fortuna en el último año, es propietario de malls y edificios, y está comprando hoteles de lujo en Europa para hacer una cadena internacional. En todas las ciudades levantan complejos de torres por doquier y tiran abajo lo que encuentran a su paso, pero todavía puede verse lo poco que queda de la vieja China: esos edificios de 4 o 5 pisos, construcción socialista muy muy fea, con balconcitos cerrados llenos de ropa colgada y mil objetos que no tienen lugar adentro. 

La tradición en China es borrar lo anterior: una dinastía eliminaba lo que quedaba de la precedente, y eso continúa hoy. Es por esa costumbre que hoy se ve muy poco del pasado en las ciudades. Parece mentira, en un país con 7.000 años de historia, apenas quedan unos pocos vestigios. En la ciudad de Guangzhou (Cantón) se muestra como curiosidad turística una mansión del siglo XIX perteneciente a una familia de la alta burguesía. Allí pueden apreciarse las artes decorativas chinas clásicas, que Hollywood recrea en estudios para sus películas de época. Es la única que queda en pie.


Y culturalmente tienen mucho para aprender. Esto no es Japón, ni mucho menos. El chino medio no es amable, tiene modales muy bruscos, vive empujando al prójimo, y muestra muy poco interés por el campo cultural. No tuve tiempo en Beijing para ir a la ópera china (sí vi un extraordinario espectáculo de equilibristas); en Shanghai quise intentar con la ópera pero me desalentaron totalmente, diciéndome que como "no es una ciudad cultural" ya no hay espectáculos de ópera china. Los guías de cada ciudad tienen un casi total desconocimiento de la literatura y el cine chinos, no conocen los directores exceptuando a Zhang Yimou, popular por haber participado en la organización de la ceremonia de apertura se los últimos Juegos Olímpicos. Del resto, ni noticias, sobre todo porque el cine es muy caro, y todos bajan películas americanas de la Internet, y sus preferidas son las de artes marciales y comedias ligeras. Es imposible para el visitante comprar películas chinas de los directores que hacen cine arte, no existen o no están a mano.


Ya no se ven las nubes de bicicletas de antes. Ahora todos tienen coche, lo cual trae muchas complicaciones. Las ciudades están atravesadas por miles de autopistas normales, cuando China no lo es. Deberían tener seis bandas en cada mano, porque hoy todas están atascadas, un viaje mediano en la ciudad dura una hora por lo menos. Por otra parte, China es el país que produce más gases de efecto invernadero. La polución en Beijing es impresionante, como en México. Para desalentar la compra del automóvil, Shanghai limita el otorgamiento de patentes y las remata, y éstas cuestan lo mismo que un coche. La contaminación los esta afectando mucho, en años recientes han tenido varias epidemias virales como el Sars, y ahora empiezan a adoptar medidas como la mencionada, o en Guangzhou, en zona subtropical, están parquizando y arbolando predios donde hubo edificios que fueron demolidos. Por otra parte, China ha pasado a ser, en 2013, el mayor productor mundial de energía solar, superando a Alemania. 

Shanghai es una ciudad extraordinaria, con una arquitectura notable, mucho más interesante que la vista en Beijing o Xian, más pesada y oscura. Viven planificando, tienen todo tipo de proyectos. Durante mi visita el primer ministro estaba en Asia central en una misión que busca reintentar una nueva Ruta de la Seda, es decir, lograr un acuerdo con los países euro asiáticos, Kirguistan, Turkmenistan, Kazakhstan y Uzbekistan, de cooperación económica. Países de los cuales sólo conozco por alguna película.


Nadie los para. Argentina debería mirar más hacia China, poner el mejor diplomático de Cancillería como embajador, la mejor oficina comercial, y lograr convenios de todo tipo. No sólo venderles la soja, sino carne vacuna (tienen muy poca), lácteos, vinos (son todos franceses), turismo. Recuerdo que ya había muchos chinos en Ushuaia y El Calafate el año pasado; en Estados Unidos ya se está desarrollando un proyecto importante para atraer turismo chino, y Nueva York está llena de chinos comprando productos chinos en las tiendas importantes.

Este es un país muy globalizado, el shock cultural para un occidental es leve, nada que ver con el mazazo que recibí en India. Pero tienen una peculiar organización familiar. Sigue rigiendo la política del hijo único, para controlar el aumento de población. Los jóvenes pueden casarse recién a los 20 años las chicas y 22 años los varones. Pueden tener un solo hijo, excepto en el caso de que ambos padres sean hijos únicos, entonces están autorizados a tener un segundo vástago. En los demás casos, un segundo hijo implica una multa o impuesto único de unos 3.500 dólares, por eso son los ricos quienes tienen familias numerosas. Si no lo pagaran, el padre puede perder el trabajo, el chico no estaría reconocido oficialmente y no podría gozar de educación, servicio de salud, nada, no existe. Todo muy duro, por cierto. Y el aborto es legal, por supuesto.

En quince días no se puede conocer un país a fondo, por supuesto, y sobre todo apenas vi muy poco del campesinado, que representa un 73 % de la población. Pero uno puede apreciar en China la ambición, el espíritu estadista, la planificación, el desarrollo. Aunque eso también implique burocracia y tal vez corrupción. China se viene con todo. 

La Cina è vicina.


Josefina Sartora

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