9 de octubre de 2013

El regreso de Woody Allen

Blue Jasmine
Dirección y guión: Woody Allen
Estados Unidos/2013


Woody Allen ha vuelto. No sólo para entregarnos su film anual, sino que ha vuelto a su mejor cine de los últimos años, que no fueron brillantes. También ha regresado a Nueva York, su espacio natural, y Blue Jasmine demuestra la vanidad de sus devaneos europeos, financiados por las oficinas de turismo de Roma o Barcelona. Es cierto que también recala en San Francisco, pero el detalle que muestre el Golden Gate y el puerto no convierte su último film en una banalidad. Se trata de una obra durísima, ácida, con un pesimismo ultra, a pesar de su toque glamoroso, con una crítica aguda a la alta sociedad, a la manera de Match Point.

Una mujer quebrada, presa de una aguda inestabilidad emocional, llega a San Francisco a refugiarse en casa de su hermana. Jasmine (Cate Blanchett) ha perdido los privilegios de que gozara en Nueva York: su marido, quien se movía en las alzas finanzas, estafando amigos y el fisco, ha sido descubierto, apresado, se ha suicidado y Jasmine ha perdido todo su bienestar y patrimonio. Excepto, claro, su equipaje Louis Vuitton, sus perlas, su guardarropa Chanel en beiges y dorados, que para Woody Allen constituyen el epítome de la elegancia. Sin estudios, sin experiencia laboral, Jasmine se acoge bajo el ala protectora de Ginger, su hermana adoptiva, trabajadora en un supermercado y varios escalones sociales por debajo del que fuera su ambiente.

Woody Allen nos cuenta esta historia de un ser egoísta, ignorante, que ha negado todos los fallos de su esposo mientras él la colmaba de regalos, pero que no ha soportado su declarada infidelidad. Jasmine supone que ella está para altos designios, y se niega a aceptar su nueva situación, encuentra el mundo de Ginger opuesto a la sofisticación a que está acostumbrada. Pero Ginger está allí para mantenerla. Y sus rústicos amigos, para soportarla. Suerte de Blanche DuBois, dependiente del vodka y los psicofármacos, menospreciando a quienes la reciben, ignorándolos incluso, Jasmine sigue un errático camino de desdén y mentiras que puede llegar a la locura. Woody Allen agudiza su crítica acerba al snobismo de cierta clase que vive para la apariencia y el consumo, y su mirada más cálida hacia la clase trabajadora, mostrada también sin atenunates.

El film transita por los bordes entre el drama y la farsa y hasta la parodia, sin desbarrancarse jamás. La historia de Jasmine y Ginger con el estafador Hal (Alec Baldwin) se desgrana intercalando momentos de un traumático presente con cronológicos flashbacks de un pasar tan brilloso como falaz. Con una cámara ágil, inquieta, esos momentos nos llevan al pasado en su gran departamento frente al Central Park, o su casa en la playa en los exclusivos Hamptons, o en su casa de campo, tan diferentes del departamento de Ginger, quien ha perdido fortuna y esposo por culpa de Hal.

Allen ha vuelto al estudio psicológico de la mujer, focalizado en Jasmine, agudo y preciso como en sus primeras películas. Cate Blanchett logra la performance más extraordinaria de su carrera sin duda, superando incluso aquellas de Charlotte Gray, Verónica Guerin, o Escándalo. A su lado, igualmente soberbia es la actuación de Sally Hawkins como su hermana, actriz inglesa de Mike Leigh, inolvidable en La felicidad trae suerte (Happy-Go-Lucky). Hubiéramos deseado mayor desarrollo para la psicología de Ginger también, personaje tan o más atractivo que la protagonista. El film padece de algunos clichés –los amigos “perdedores” de Ginger- pero también tiene momentos excelentes –la escena en el supermercado, los diálogos de Jasmine con sus sobrinos, y todos los momentos de Ginger con su exposo y su más nuevo novio.

Bienvenido de regreso, Woody.


Josefina Sartora

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