24 de mayo de 2014

Paredón y después

Fango
Dirección: José Celestino Campusano
Argentina/2012

El cine de José Celestino Campusano no se parece a ningún otro. Sin concesiones, sin atenuantes,  filma a su modo la realidad del conurbano sur bonaerense, los barrios y personajes marginales o no tanto, que conoce íntimamente. Si Vil romance sorprendió al público del Festival de Mar del Plata, provocando todo tipo de reacciones adversas (la mía una de ellas) y algunas aprobatorias, cada nueva edición del Festival de Mar del Plata ha sido la oportunidad de ver lo más nuevo de Campusano y reconsiderar su talento inusitado. Casi autodidacta, al margen de toda convención, de todo cine institucional, el suyo es lo más fresco que existe en el panorama nacional. Pero el circuito de estrenos se resiste a mostrar sus películas. ¿Son poco elegantes, quizá? Por fin se estrena Fango, presentada ya hace casi dos años.

En una nueva incursión por el arrabal bonaerense, los personajes de Fango hacen tango trash, y quieren llevar el tango al límite, expresando toda la rabia que oculta la melancolía tanguera. En verdad, ellos mismos son seres trash y es el film el que lleva al límite las relaciones de esa gente de los suburbios, que se mueven entre la bohemia, la (in)fidelidad y el lumpenaje. El film desarrolla dos historias en paralelo: la de la formación de una banda para tocar esa fusión de tango y heavy rock y un melodrama de infidelidades conyugales y fidelidades de la amistad. Violencia, sexo, música y muerte tensan la cuerda, hasta que no hay vuelta atrás. La participación de actores no profesionales resulta desacertada, porque si bien imprimen naturalismo a la historia, sus interpretaciones no resultan convincentes. Pero el film es apasionante.

Con algunos aciertos y otros errores, Campusano sigue fiel a si mismo y al cine que ya ha presentado en Vil romance y Vikingo, metiéndose a fondo en las comunidades marginales que retrata, con una elección estética basada en el brutalismo y el regodeo con el feísmo. Desde mi punto de vista, encontré el tratamiento digital errado para este film: un brillo artificial no se corresponde con el carácter opaco y rugoso de la historia, estableciéndose una pelea entre ambos. En la imagen, Campusano no quiso llevar las cosas hasta ese límite que pregona.

Josefina Sartora
(Ampliación de la nota publicada durante el Festival de Mar del Plata 2012)

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