6 de agosto de 2014

Una mujer dura

Violette
Dirección: Martin Provost
Guión: Martin Provost, Marc Abdelnour, René de Ceccatty
Francia/2013


Recuerdo cuando en los ´60 se publicó La bastarda, novela de Violette Leduc, todo un escándalo editorial, por su contenido “escabroso” en términos de mi madre quien, como tantas señoras de su generación, no se perdía una de sus novelas aunque no lo confesara. Esa obra sacó a Leduc de la lista de escritoras malditas, fijada allí porque sus anteriores abordaban abiertamente temas como sexo, lesbianismo, incesto, en suma, un erotismo vivido plenamente, sin tapujos ni disfraces. La mayor parte de su obra es autobiográfica, y el muy interesante film de Martin Provost recorre esa vida durante veinte años en paralelo a la publicación de su obra testimonial. Violette vivió acosada por su condición de bastarda, que vivía como un estigma, con una madre que no supo apreciar el talento de su hija, pero que no dejó de acompañarla en sus peores momentos.

Emmanuelle Devos realiza una excelente performance como esa mujer inteligente y conflictuada, angustiada y acosada por una rica, tumultuosa vida interior que por fin puede emerger gracias a la literatura. Quien la estimula a desarrollar sus dones es Simone de Beauvoir, embarcada en una cruzada feminista que hoy puede sonar excesiva, pero que en los ´50 fue revolucionaria. Violette soporta durante todo el film la crítica y rechazo de sus contemporáneos: porque es fea, porque su voracidad emocional no tiene límites ni satisfacción, porque su literatura es obscena según los parámetros de su época.

El film está estructurado en capítulos, titulados con los nombres de quienes estuvieron cerca de la escritora. Varios fueron los personajes gays que ayudaron a Leduc, estimulando su escritura: los escritores Jean Genet y su marido Maurice Sachs, y Jacques Guérin fue su mecenas, aquí en la figura del gran Olivier Gourmet.


Si la enorme Devos convence en la avidez hiperbólica de Leduc, la delicada Sandrine Kiberlain también tiene en su actuación el peso del film. Su mesurada Simone de Beauvoir hace un adecuado contrapeso a la exhuberancia de Leduc, quien la acosa de todas las formas posibles. Interpretadas por dos de las mejores actrices francesas de hoy, ambos personajes son notables modelos femeninos de la mujer que emergió después de la guerra, buscando un nuevo lugar social. Se extraña sin embargo más espacio dedicado a su escritura, que se ha dejado en segundo lugar, detrás de esa personalidad desbocada, voraz y exasperante.

Es el segundo film que Prevost dedica a artistas francesas del siglo XX: el anterior se ocupó de Séraphine de Senlis, la pintora naive, otro personaje con un psiquismo atormentado que encontró la salida en el arte. Para la puesta en escena de Violette, un biopic de qualité, que cuida la recreación temporal, el director no se vale de gran parafernalia: elige un par de calles de Paris que se conservan antiguas, el infaltable Jardín de Luxemburgo, sencillos interiores en viejos edificios, y ausencia casi total de extras: la Paris de postguerra parece deshabitada, fantasmal.


Josefina Sartora

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