Mi madre (Mia madre)
Dirección: Nanni
Moretti
Guión: Nanni
Moretti, Francesco Piccolo, Valia Santella
Italia-Francia/2015
De manera sucesiva pero también simultánea,
Nanni Moretti ha dedicado su cine a la representación de los conflictos
sociales y políticos en Italia y a temas más viscerales que conciernen a la
familia y los afectos personales, en un cruce constante entre realidad y
ficción. En su laureada última película Mi madre, retoma esta vía del
melodrama familiar y otra de sus pasiones: el cine. Sabemos del interés de
algunos directores por estar a ambos lados de la cámara: Moretti es uno de
ellos. Pero como Woody Allen –otro- a
veces cede su rol a un alter ego, como hiciera con Silvio Orlando en El
caimán. Este caso es más peculiar, porque lo traslada en una mujer, Margherita
Buy, en una nueva, emocionante colaboración con Moretti, después de haberlo
acompañado en Habemus Papa y El caimán. Margherita –el personaje
conserva el nombre de su actriz- es una directora que se encuentra en pleno
rodaje de un film de contenido social mientras su madre está muriendo en el
hospital. La mujer atraviesa entonces tribulaciones de distinto cariz: la
despedida de su madre, mientras ésta va deteriorándose paulatinamente, y los
conflictos propios de la filmación. Mientras ella carga con las neurosis
propias y conocidas del director, éste se reserva el rol secundario, del
hermano que también atraviesa su duelo, con una personalidad más ecuánime y
realista que la de su hermana. La figura del doble, que presenta ambas caras
ante una misma situación.
La experiencia, no por universal, deja de
ser personal: la madre de Moretti estaba internada y murió durante la
realización de Habemus papam. La madre de este film tiene algunas
características de la real –es una intelectual, ha sido docente carismática- y
en este caso vemos las distintas actitudes de sus hijos. Mientras Margherita se
dedica maníacamente a la filmación, que supera su control, llevándola al
desborde, el hijo ingeniero decide dejar su trabajo, en el cual ya no pude
concentrarse, y dedicarse a su madre. Moretti agrega otro componente: la nieta
adolescente, quien tiene más afinidad con su abuela que con su propia madre, y
ésta se enfrenta al doble conflicto en su relación de hija y madre. Tres
figuras femeninas poderosas, tres generaciones que encarnan tres etapas en la
vida de la mujer. Y también, tres momentos en el tiempo: pasado, presente y
futuro se condensan, se cruzan, se confunden en la fantasía, se actualizan en
el devenir.
Moretti es hoy el mejor director italiano.
En este film ha regresado superándose, dejando de lado algunos tics y clichés
que empezaban a opacar su cine. Ha construido una compleja estructura, donde se
mezclan sueños, duras realidades, cine dentro del cine, fantasías, no siempre
claras, no siempre bien logradas, pero que en su conjunto actualizan con
excelencia ese momento de pasaje que trae dolor, soledad y desamparo. No es
otro el desvarío de la madre -una expresiva, notable Giulia Lazzarini- quien en
su convalecencia mezcla tiempos, recuerdos, realidades.
Como es habitual, hay en
la película un contrapeso, que constituye el elemento farsesco, y que aporta la
cuota de humor anticlimática. John Turturro es el actor que llega para encarnar
en la ficción al americano que compra una fábrica en crisis, y deberá echar
gran parte del personal –el film no parece ser muy original, apela a todos los
lugares comunes imaginables-. Si bien
está allí para el ridículo en una parodia del actor de Hollywood (“¡Yo trabajé
con Kubrick!” no cesa de mentir) –su italiano es paupérrimo, su acento peor, se
olvida sus líneas, bebe demasiado, etc- en sus escenas en vez de iluminarse el
film decae.
Si la música –sutil, para nada estridente-
acompaña sin subrayar la melancolía de la pérdida –Arvo Pärt, Leonard Coen,
Philip Glass- la fotografía de Arnaldo Catinari la alumbra con una paleta de
sepias y colores cálidos.
Sin dejar de lado su egocentrismo, en Mi
madre Moretti abandona toda retórica amplificada, todo discurso
declamatorio y pone en evidencia sus dudas, contradicciones e incertidumbres a
la hora de realizar un film. Que ni siquiera es bueno, como dice el actor
herido en su amor propio. Pero lo que importa es el cuadro de afectos, mostrado
con tono intimista, la angustia frente a lo incontrolable e ineluctable.
Josefina Sartora
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