6 de agosto de 2015

Esa muerte tan cercana

Mi madre (Mia madre)
Dirección: Nanni Moretti
Guión: Nanni Moretti, Francesco Piccolo, Valia Santella
Italia-Francia/2015


De manera sucesiva pero también simultánea, Nanni Moretti ha dedicado su cine a la representación de los conflictos sociales y políticos en Italia y a temas más viscerales que conciernen a la familia y los afectos personales, en un cruce constante entre realidad y ficción. En su laureada última película Mi madre, retoma esta vía del melodrama familiar y otra de sus pasiones: el cine. Sabemos del interés de algunos directores por estar a ambos lados de la cámara: Moretti es uno de ellos. Pero como Woody Allen –otro-  a veces cede su rol a un alter ego, como hiciera con Silvio Orlando en El caimán. Este caso es más peculiar, porque lo traslada en una mujer, Margherita Buy, en una nueva, emocionante colaboración con Moretti, después de haberlo acompañado en Habemus Papa y El caimán. Margherita –el personaje conserva el nombre de su actriz- es una directora que se encuentra en pleno rodaje de un film de contenido social mientras su madre está muriendo en el hospital. La mujer atraviesa entonces tribulaciones de distinto cariz: la despedida de su madre, mientras ésta va deteriorándose paulatinamente, y los conflictos propios de la filmación. Mientras ella carga con las neurosis propias y conocidas del director, éste se reserva el rol secundario, del hermano que también atraviesa su duelo, con una personalidad más ecuánime y realista que la de su hermana. La figura del doble, que presenta ambas caras ante una misma situación.

La experiencia, no por universal, deja de ser personal: la madre de Moretti estaba internada y murió durante la realización de Habemus papam. La madre de este film tiene algunas características de la real –es una intelectual, ha sido docente carismática- y en este caso vemos las distintas actitudes de sus hijos. Mientras Margherita se dedica maníacamente a la filmación, que supera su control, llevándola al desborde, el hijo ingeniero decide dejar su trabajo, en el cual ya no pude concentrarse, y dedicarse a su madre. Moretti agrega otro componente: la nieta adolescente, quien tiene más afinidad con su abuela que con su propia madre, y ésta se enfrenta al doble conflicto en su relación de hija y madre. Tres figuras femeninas poderosas, tres generaciones que encarnan tres etapas en la vida de la mujer. Y también, tres momentos en el tiempo: pasado, presente y futuro se condensan, se cruzan, se confunden en la fantasía, se actualizan en el devenir.


Moretti es hoy el mejor director italiano. En este film ha regresado superándose, dejando de lado algunos tics y clichés que empezaban a opacar su cine. Ha construido una compleja estructura, donde se mezclan sueños, duras realidades, cine dentro del cine, fantasías, no siempre claras, no siempre bien logradas, pero que en su conjunto actualizan con excelencia ese momento de pasaje que trae dolor, soledad y desamparo. No es otro el desvarío de la madre -una expresiva, notable Giulia Lazzarini- quien en su convalecencia mezcla tiempos, recuerdos, realidades. 

Como es habitual, hay en la película un contrapeso, que constituye el elemento farsesco, y que aporta la cuota de humor anticlimática. John Turturro es el actor que llega para encarnar en la ficción al americano que compra una fábrica en crisis, y deberá echar gran parte del personal –el film no parece ser muy original, apela a todos los lugares comunes imaginables-.  Si bien está allí para el ridículo en una parodia del actor de Hollywood (“¡Yo trabajé con Kubrick!” no cesa de mentir) –su italiano es paupérrimo, su acento peor, se olvida sus líneas, bebe demasiado, etc- en sus escenas en vez de iluminarse el film decae.

Si la música –sutil, para nada estridente- acompaña sin subrayar la melancolía de la pérdida –Arvo Pärt, Leonard Coen, Philip Glass- la fotografía de Arnaldo Catinari la alumbra con una paleta de sepias y colores cálidos.

Sin dejar de lado su egocentrismo, en Mi madre Moretti abandona toda retórica amplificada, todo discurso declamatorio y pone en evidencia sus dudas, contradicciones e incertidumbres a la hora de realizar un film. Que ni siquiera es bueno, como dice el actor herido en su amor propio. Pero lo que importa es el cuadro de afectos, mostrado con tono intimista, la angustia frente a lo incontrolable e ineluctable.


Josefina Sartora

No hay comentarios:

Publicar un comentario