17 de febrero de 2016

Mi cuerpo me condena

La chica danesa (The Danish Girl)
Dirección: Tom Hooper
Guión: Lucinda Coxon sobe la novela de David Ebershoff
Reino Unido-Estados Unidos-Bélgica-Dinamarca-Alemania/2015


El físico andrógino de Eddie Redmayne es el preciso para el rol de Einar/Lili, un artista plástico que en la Copenhague de los años ‘20 descubrió su verdadera identidad de género. Lo vimos en La teoría del todo también en un rol que comprometía su cuerpo. En este film –que no es danés sino una coproducción multinacional- gracias al estímulo de su esposa, quien lo requiere para un retrato femenino, el protagonista va tomando conciencia de ser una mujer en un cuerpo de hombre.

Basado en la novela de David Ebershoff sobre dos seres reales, los pintores Gerda y Einar Wegener, este melodrama atraviesa el doloroso proceso de rechazo y aceptación de una realidad conflictiva, que tiene también sus momentos de felicidad, por supuesto. Estos son los que Einar puede vivir como Lili, sentir como mujer, y expresarse como tal. Pero Tom Hooper (director de El discurso del rey) elige un tratamiento rígido, que no empatiza con el devenir de los protagonistas, fijados desde el principio en sendos puestos de los que nunca logran apartarse. Lo mismo sucede con un tercer personaje, viejo amigo de Einar (Matthias Schoenaerts) quien deviene el compañero de Gerda en su proceso de aceptación, que no es fácil. Por otro lado, elige quedarse en una superficie que nunca deja ver las aguas profundas, a diferencia del libro original, que sigue los cambios desde la subjetividad de Einar. Hace poco vimos la última película de François Ozon, La nueva amiga, que también versa sobre los diversos conceptos en la identidad de género, con mayor interés por atravesar el conflicto y abriendo diversos interrogantes.


Si bien la intención de mostrar el devenir de la primera persona en someterse a una operación quirúrgica de cambio de sexo es solidaria, los resultados no ayudan, debido al esquematismo de la propuesta, enfatizado en las líneas de diálogo. Igual de convencional es el abordaje en el campo de la ciencia, que estigmatiza al paciente como un caso de demencia. No menos importante era profundizar en las contradicciones de Gerda (una excelente Alicia Vikander), quien gana éxito y fama en su profesión gracias a su modelo Lili, mientras quiere recuperar a su marido Einar, y atraviesa con enorme dificultad los cambios de esa relación que en algún momento fue un feliz matrimonio. Frente a un ser humano que, en medio de semejante alteración del estado de cosas, sigue tomando las decisiones desde un sitio de dominación.


La fotografía y exquisita recreación de época en Paris, Copenhague y Dresde ayudarían bastante con su qualité a hacer atractiva la visión del film, si no fuera por el regodeo de la cámara por mostrar los mohines de Lili, o su atracción por las sedas, o sus gestos pseudo femeninos –más como un viejo estereotipo de mujer que como una mujer real-, en lugar de profundizar sobre su descomunal desgarro.


Josefina Sartora

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