22 de febrero de 2016

La pervivencia de lo originario

El abrazo de la serpiente
Dirección: Ciro Guerra
Guión: Ciro Guerra y Jacques Toulemonde Vidal, basado en los diarios de Theodor Koch-Grunberg y Richard Evans Schultes
Colombia-Venezuela-Argentina/2015


El abrazo de la serpiente significa una rara avis en el panorama de estrenos: un film de ficción cuyos protagonistas son los indios de la selva amazónica colombiana, y en última instancia, la selva misma. Ganador del último Festival de Mar del Plata, de la Quincena de Realizadores en Cannes y candidato al Oscar por Colombia, pone al espectador frente a un mundo pocas veces mostrado en el cine ficcional, evocador por supuesto del cine de Werner Herzog, otro aventurero que se animó a internarse en esos mundo poco hollados, misteriosos para nosotros por lo desconocido. El film nos introduce sin preámbulos en el tema básico: el encuentro entre culturas, el choque del hombre originario de esos parajes naturales y el blanco europeo, científico, que viene a abrevar en los conocimientos secretos de esa región. Aunque también trae sus intenciones ocultas.

Basado en los diarios de dos investigadores, la historia alterna sin aviso entre dos épocas: principios del siglo XX, cuando el alemán Theo Koch-Grunberg y su asistente encuentran al chamán Karamakate, último sobreviviente de su tribu de origen, quien los guiará al encuentro de la yakruna, una planta medicinal con poderes para acceder a otros planos de la realidad; y unos 40 años más tarde, cuando un naturalista de Boston llegue a esos mismos parajes con el mismo fin y acuda a ese mismo hombre en busca de guía. Las mismas intenciones, la misma actitud, por parte de todos ellos, pero el mundo ha cambiado mientras tanto.


El abrazo de la serpiente aborda la dialéctica y choque entre culturas. Como en otras ocasiones, el film presenta al buen salvaje –Karamakate a pesar de su mal carácter, o el pueblo que los aloja en su camino- frente a la prepotencia avasallante del hombre blanco. Caucheros –fuera de campo- y misioneros son el flagelo de la región. La paranoia del chamán que se ha retirado en soledad tiene su causa, sin dudas. Las víctimas del maltrato y torturas de los caucheros  -que han exterminado el pueblo del chamán- dan testimonio de la explotación sufrida en el Amazonas; y en un retrato harto simplista, hasta caricaturesco, los hombres de Dios más parecen hombres del Demonio. La misión religiosa, que en la primera visita estaba dominada por un fanático capuchino que sometía a los niños bajo tortura, ha devenido un centro religioso donde un pseudo Mesías también somete a aquellos niños, hoy adultos degradados por el fanatismo y el alcohol. “Algo salió mal. Ahora son lo peor de ambos mundos”, dice Kamakate, espantado. Estos conflictos parecen estar representados por la imágenes del felino y la serpiente, tomadas en primer plano y con intención simbólica. El cruce de culturas está presente también en las diversas lenguas que hablan los personajes - castellano, portugués, alemán, latín y lenguas originarias- siempre entendiéndose mutuamente en su diálogo.

El título remite al efecto que la yakruna ha de tener sobre quien la ingiere, que pasa a otro estado de conciencia, como lo saben quienes han bebido ese tipo de plantas (hayahuasca, huachuma, etc), único momento en que el film vira al color, en una fotografía que no está al nivel del resto.

Filmar la selva amazónica en toda su pujanza con fotografía en blanco y negro es todo un desafío. Lo mejor del film son esas tomas del recorrido de la canoa con ese mismo hombre, joven y viejo, por los brazos menores del río Amazonas, en medio de una vegetación densa y compacta. Hace lamentar que no se abunde en ella, en lugar de caer en historias un tanto convencionales.


Josefina Sartora

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