25 de febrero de 2016

Entre dos mundos

Brooklyn
Dirección: John Crowley
Guión: Nick Hornby, sobre la novela de Colm Tóibim
Irlanda-Reino Unido-Canadá/2015


La exquisita programación del Festival de Nueva York incluyó alguna películas que hoy se destacan en la cartelera o tienen nominaciones al Oscar, como la extraordinaria Carol, y Brooklyn, del irlandés John Crowley, otro melodrama ambientado en la misma época de Carol. En este caso, se trata –una vez más- del sueño americano. Una joven deja su pueblo en Irlanda y emigra a Nueva York –como tantos otros- en busca de una vida mejor, y donde -después el shock cultural que atraviesa a su llegada- construye una nueva vida con estudios y trabajo.

Basada en una novela de Colm Tóibín, y adaptada por Nick Hornby, la película constituye otro cuadro de época, en el barrio de Brooklyn en Nueva York, donde Eilis (una sensible, expresiva Saoirse Roman) vive en una pensión con otras mujeres jóvenes irlandesas, conformando una suerte de familia putativa, que la ayuda en su llegada y adaptación al Nuevo Mundo. Pero Brooklyn es también una historia de romances y conflictos, un melodrama: Eilis conoce el amor con un joven italiano (Emory Cohen), pero una tragedia familiar la obliga a volver a Irlanda, y allí tiene la oportunidad de encontrar otro amor (Domhnall Gleeson), y un futuro que antes no tenía. Entonces, Eilis se encuentra ante la encrucijada: debe elegir entre sus dos vidas, una en América con un hombre que ama a pesar de las diferencias, en un mundo nuevo y estimulante, o permanecer en Irlanda con quien representa la seguridad de lo conocido en un mundo que ha devenido más amable. Tal vez haya sido esa la disyuntiva de tantos irlandeses que poblaron el Noreste de los Estados Unidos. O los de la comunidad multinacional y multiétnica que conforma el barrio de Brooklyn.


Resulta insoslayable la mención de otro film que abordaba el tema del retorno a las fuentes: El hombre quieto, de John Ford, filmado cuando transcurre Brooklyn, desarrollaba de manera profunda las marcas del país de origen, la complejidad del mismo, el shock del retorno y sus consecuencias. Brooklyn es esquemáticamente simple, con una América idealizada, a lo cual contribuye el color y la iluminación, y pasa superficialmente por el choque y desgarro que producía realmente. El film está muy apoyado en las actuaciones y diálogos: Julie Waters cumple un rol muy hilarante como la dueña de la pensión donde vive la joven, y Jim Broadbent siempre excelente como su mentor, un cura irlandés; ambos la ayudan y guían en la nueva vida que emprende en América. Todos los personajes secundarios están apenas esbozados, merecían un mayor desarrollo. Saoirse Ronan, nominada al Oscar, despliega una amplitud de registros interpretativos que la muestran al inicio como una joven ingenua, introvertida, temerosa y tímida, que cumple los deseos ajenos, y va transformándose en la mujer madura dueña de sí misma con sutiles cambios de expresión en su mirada (y un cambio en la vestimenta) y que entrega con toda naturalidad. Pero no alcanza con esto a que Brooklyn sea candidata a un Oscar, y no así Carol, tan superior. Pero el Oscar... ya se sabe: en este caso, privilegia la mirada benévola hacia los Estado Unidos.


Un film clásico, evocador de la época dorada de Hollywood, con un diseño de producción y arte que logra recrear un clima de época. 


Josefina Sartora

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