¡Aquí
Cosquín!
Carla Briasco con Claroscuros |
A no confundirse: la vocación festivalera
de Cosquín no se colma con el folklore. Tiene también un celebrado Festival de
Cine Independiente, que cumple ya seis años. Realizado a todo pulmón por Carla
Briasco (nyc) y Eduardo Leyrado, comenzó como un proyecto personal de
desarrollo cultural en la ciudad, y fue creciendo hasta contar con la
colaboración de las Secretarías de Cultura del Municipio y de la Provincia de
Córdoba, del INCAA y de los auspiciantes locales. En su 3ª edición, afianzados
en la producción y decididos a optimizar la programación, convocaron a nuestro
colega y amigo Roger Koza, residente en Córdoba. Koza es programador en los
Festivales de México y Hamburgo, y tiene una posición muy clara frente al cine
contemporáneo. Le ha dado un perfil definido, donde no tienen lugar las
películas fáciles o convencionales. El cine del festival coscoíno es un cine
innovador, con propuestas estéticas, discutibles o no, nada complacientes, a
veces incómodas, y Koza justifica una por una la inclusión de cada película en
su programación. La propuesta es una combinación entre el desafío al público y
cierta peculiar seducción. Baste decir que “la película del festival” fue Homeland,
el monumental fresco de Abbas Fahdel de cinco horas y media sobre la vida en
Bagdad antes y después de la invasión de Estados Unidos. Pone en foco la vida
de la familia del propio director, y a través de ella, del pueblo de Irak. En 330 minutos…
El Festival cuenta con tres premios: en el
de Largometrajes el jurado compuesto por el realizador chileno José Luis Torres
Leiva, Luciana Calcagno y Oscar Cuervo (foto) premió con toda justicia La
luz incidente, película de Ariel Rotter que vimos y reseñamos en Mar
del Plata, y de inminente estreno. Tuvieron menciones Las calles, de la joven
cordobesa María Aparicio –que también ganó el Premio del Público y fue
galardonada en el último Bafici)- y Rastreador de estatuas, del chileno
Jerónimo Rodríguez. Es éste un excelente documental en el que un narrador se
obsesiona con la estatua de un médico e inicia su búsqueda por la ciudad, y en
su recorrido nómade va realizando una serie de asociaciones laberínticas de
ideas e imágenes en una tarea detectivesca que deriva hacia
múltiples lugares. El hombre es un coleccionista, e investiga sobre temas y
personajes que le sugiere su investigación. Parques, la ciudad, escritores,
fútbol, la relación Rusia-Chile, la dictadura de Pinochet y sobre todo, la
búsqueda del padre.
En la categoría Cortometrajes ganó Jeanette,
un film experimental del español Xurxo Chirro, aunque a mi juicio los hubo
mejores. La tercera categoría es la de Cortos de Escuela, que tuvo gran
respuesta de los estudiantes de cine de Córdoba, presentes durante todo el
Festival. El premio fue para No
hay bestias, de Agustina San Martín.
Cosquín en otoño, y el Pan de Azúcar |
Cosquín tiene tradición cinéfila, en otra
época contó con un Cinemóvil memorable, que llevaba el cine en 35 mm a los
barrios de la ciudad. Hoy ese amor sigue vivo, como lo demuestran las varias
funciones con entradas agotadas, las caras de los locales que se repiten cada
día. Es esta una virtud que puede devenir inconveniente, ya que las funciones
no se repiten, no hay salas grandes y para colmo, no hay venta anticipada. Este
año quedó gente sin poder ver algunas películas, el FICIC ha crecido mucho y
debe asumir su propia envergadura. Los horarios de funciones se cumplieron
prolijamente, las proyecciones fueron más que correctas en las tres salas, en
una ciudad que el resto del año no cuenta con ningún cine que opere
regularmente.
Hubo dos focos importantes: uno dedicado
a Raúl Perrone, con la exhibición de Hierba y Samurai-S y una charla
sobre su cine, y una retrospectiva de Torres Leiva, quien fue jurado. Se
destacó su bellísimo film reciente, El viento sabe que vuelvo a casa,
con el protagonismo de otro gran realizador, Ignacio Agüero, en el rol
principal. Torres Leiva ya había realizado un documental sobre la obra de
Agüero, ¿Qué historia es esta y cuál es su final?, y en esta ocasión
ambos –director y actor- emprenden un documental sobre los habitantes de la
isla de Meulín en el archipiélago chileno de Chiloé con la excusa o el mcguffin de filmar la historia de una
pareja de adolescente que se amaban contra la voluntad familiar y
desaparecieron. Esta puesta en abismo es el motor que guía un film veraz,
humanista, sensible y a la vez testimonio contundente, un documento
antropológico de esos “antiguos” que Agüero sabe entrevistar –a menudo fuera de
campo- con una escucha atenta y sabia, llegando a la esencia.
En la sección largometrajes, dos
hallazgos: Battles es un film ensayo de Isabelle Tollenaere, suerte de antropología de la
guerra, premio FIPRESCI en Rotterdam. Su epígrafe sostiene que lo que no
desaparece en la batalla, pasa al olvido. Pero en el film Tollenaere estudia
qué sucede son esos restos, que han devenido, en cierto punto, lugares del
ridículo. Estructurado en cuatro partes, en cuatro países de Europa, sus restos
elegidos son: las bombas de la Primera Guerra que hoy asoman inofensivas en los
campos, pero a las que se les dedica un extremo tratamiento; una soldado que
ejecuta una suerte de pantomima de cuartel, donde la guerra ha devenido juego;
búnkers que habrán sido temibles otrora y hoy alojan gallinas o vacas lecheras,
y una fábrica rusa de réplicas de tanques de lona que denuncia el patetismo del
espíritu bélico nacional. Las guerras han terminado y sin embargo, todos esos
elementos persisten, la guerra sigue presente por otros medios. Una propuesta
original, de cierta ambigüedad, que aporta poca información y requiere de la
participación del espectador para llegar a la tesis del ensayo.
El otro film, curioso, algo desparejo, fue
La
brasa las cenizas, del franco-argentino Nicolás Azalbert, película
documental, de ficción y experimental, que no se encuadra en ninguna de esas
categorías. El título es una boutade
sobre el nombre de su admirado Blaise Cendrars, poeta muerto en 1961, a quien
Azalbert dedica su película. No sólo sus poemas son citados sino que el
director realizó un viaje en el tren Transiberiano al que Cendrars remite en su
obra, en busca de sus huellas. Apelando a la reiteración y repetición, Buenos
Aires y su gente también están presentes.
Se proyectaron también varias películas
argentinas ya vistas en otros festivales, como La noche, Solar,
La
helada negra, y las dos nuevas cordobesas, Las calles y Maturità,
que lamentablemente no pude ver porque se agotaron las entradas.
La culminación cinéfila llegó de la mano
de Fernando Martín Peña que trajo su combo cine mudo + música en vivo, con la
versión completa de Metrópolis y un film japonés de 1935, Fukujusô
de Jirô Kawate. Una obra delicadísima, exquisita como sólo los japoneses, que va cambiando de tono desde la comedia al romance y el melodrama, sobre la historia de amor de una joven por su cuñada mayor, y cuyo título refiere a la flor que simboliza la unión de ambas mujeres. Digno final para un festival que se afianza entre los mejores de la segunda línea.
de Jirô Kawate. Una obra delicadísima, exquisita como sólo los japoneses, que va cambiando de tono desde la comedia al romance y el melodrama, sobre la historia de amor de una joven por su cuñada mayor, y cuyo título refiere a la flor que simboliza la unión de ambas mujeres. Digno final para un festival que se afianza entre los mejores de la segunda línea.
Josefina Sartora
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