3 de julio de 2016

La dama del mar
Enrik Ibsen
Versión libre de Diego Lerman, Marcelo Pitrola, María Merlino


Hace muy poco, ante la presentación de Dido y Eneas, hablamos en Claroscuros sobre el cada día más frecuente cruce de las diversas artes, de la conjunción de ellas en una sola obra, superponiendo capas,  no sólo estéticas, sino también significantes. Esa es la elección del equipo encargado de poner en escena La dama del mar, obra de Enrik Ibsen de 1888, pocas veces representada en Buenos Aires, pero que fuera interpretada en Europa por grandes como Sarah Bernahrdt, Eleonora Duse, Lola Membrives, Ángela Molina y Vanessa Redgrave. Ahora quien lleva la responsabilidad de interpretar a Élida es María Merlino, una de las mejores actrices de las tablas en este momento en Buenos Aires. Junto a su marido y habitual director, Diego Lerman, con la colaboración de Marcelo Pitrola, han pergeñado una peculiar y libérrima versión de esta obra. Lerman es también cineasta, y puso ambas aficiones en conjunción, apelando a la versión cinematográfica que hizo Mario Soffici en 1954.

La dama del mar, que puede verse en el Teatro Sarmiento –con lo cual se procura paliar el caos que ha devenido el Teatro San Martín, hoy totalmente degradado, colapsado y clausurado, tras décadas de descuido y abandono- sintetiza la obra de Ibsen, eliminando personajes y escenas, quedándose con el núcleo esencial. En el escenario alternan las escenas teatrales con ensayos de la versión de Soffici, y un agregado sustancial: la relación del director con su estrella, Zully Moreno. Además, en una tercera capa con fotos y filmaciones, se presenta una historia de amores y desencuentros entre Zully, su marido César Amadori y Soffici, con el recuerdo inquietante y en discordia de María Félix.

Hace tiempo que Merlino indaga en las actrices de la pantalla del cine argentino clásico y en las cantantes de tango: antes Fanny Navarro, ahora Zully Moreno. Su personal histrionismo, su personalísima dicción son un maravilloso canal para recrear voz y estilo de aquellas consagradas, con las cuales parece mimetizarse, recuperar su estilo, transformarse en un canal para su reencarnación. Entonces, se suceden escenas de la obra original y otras de la producción cinematográfica, en una superposición compleja, que sorprende al espectador desprevenido, en las cuales un indicio orientador lo constituye la peluca de la protagonista, que pasa del oscuro del teatro al rubio del cine (Pero tampoco de manera tan clara, y allí reside la sorpresa). 


Habituada a la actuación en solitario, en monólogos ya célebres, Merlino sube a escena ahora acompañada por un elenco de notables: Marcelo Subiotto, Esteban Bigliardi, Flor Dyszel y Mario Bodega reviven ese drama ibseniano donde lo personal entra en conflicto con lo social, donde lo romántico se cruza con el realismo. Y también donde todos encarnan de maravilla varios roles , incluyendo la traslación a las personas del propio Ibsen y de Mario Soffici. Típica heroína dramática, con espíritu de sirena que añora el mar, Élida se debate entre su deber de esposa y su amor por un hombre que regresa del pasado, con la licencia dramática de que aquí ese extranjero asume -con un tinte humorístico y de apelaciones míticas- el aspecto de un guerrero vikingo, quien llega a esos fiordos noruegos que devienen las playas de Mar del Plata y Quequén de la mano de Soffici-Lerman. Esta puesta lleva como subtítulo Lo que atrae y espanta al mismo tiempo, frase que Élida pronuncia en la obra original refiriéndose a una vida en amor y libertad. Pero Élida no es la Nora de Casa de muñecas del mismo Ibsen, y su elección no resulta tan clara. El mar está allí como elemento primordial, espacio de origen y hacia el cual se ha de tender, en una deseada y pero temida liberación.

Con asesoramiento de investigadores del cine nacional de esa era dorada, la obra sirve para recuperar de manera muy inteligente los modos de producción del cine clásico, expuestos en los ensayos de Zully y su compañero en la pantalla, Alberto Closas.

Zully Moreno y Ernesto Bianco. Foto Annemarie Heinrich

Un último nivel –y el menos logrado, demasiado didáctico- lo constituye la presencia de una investigadora que presenta el film exponiendo la intriga sobre los posibles amores entre la actriz y el director, quien con esta obra dejaba de lado el realismo de sus inquietudes sociales para abordar un drama individual y romántico. El resultado es una obra singular, alejada de las tradicionales adaptaciones o versiones libres, una obra personal de Merlino-Pitrola-Lerman.

Tarde, pero por fin el teatro alternativo llega a las salas oficiales.


Josefina Sartora

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