21 de julio de 2016

Romeo y Julieta siempre vuelven

Bajo el sol (Zvizdan)
Dirección y guión: Dalibor Matanic
Croacia-Serbia-Eslovenia/2015


Las guerras en los países que conformaron la ex Yugoslavia dieron origen a varias películas, en todas las cuales se refleja el horror por esos conflictos entre quienes han compartido una realidad, una lengua, una historia, y fueron después sometidos a las exigencias de su región y de su etnia. Serbios y croatas comparten una región en este film que narra tres historias de amor y de guerra a través de tres diferentes momentos.

El tópico clásico del amor prohibido entre seres de distinto bando es más que simbólico de lo que se pone en juego. Una joven serbia tiene su romance con un muchacho croata del pueblo vecino cuando apenas comienza la guerra, en 1991. Ellos todavía no están concientes de la gravedad de la situación y son inocentes ante las consecuencias que su relación provocará en sus allegados. La muerte ha llegado allí para quedarse, casi sin que los mismos actuantes se den cuenta de la gravedad del hecho. Este episodio es el de más fuerte impacto. Diez años más tarde, la región ha quedado arrasada y, al igual que las casas, absolutamente todos los vecinos muestran las heridas todavía abiertas. Todos están abocados a la reconstrucción, literal y simbólica, en medio de la devastación. Otra pareja de los que fueron bandos opuestos se resiste al encuentro: ambos están dañados, son escépticos, han sufrido pérdidas a manos del otro. Es el segmento más duro y tenso del film. Por fin en 2011 la guerra parece haber quedado en el pasado, la juventud vive una suerte de frivolidad, las necesidades aparentan ser otras, la droga y el alcohol constituyen recursos para la evasión. Sin embargo, el recuerdo del daño perdura, aunque tal vez ahora pueda haber alguna esperanza detrás del resentimiento. Es este el segmento menos logrado.


Premiada en Cannes en la sección Un Certain Regard y candidata al Oscar, la película de Dalibor Matanic sabe crear el clima para cada momento, con sus largos planos –que a veces se prolongan demasiado-, sus silencios expresivos. El relato está articulado con un entreacto que anticipa cada segmento que ha de seguir: uno, con la vista de las consecuencias de la guerra en el paisaje, las casas derruidas por los bombardeos; en el segundo, la zona reconstruida. En medio de la evolución de las historias diferentes y paralelas, del cambio que se produce en la música, del paso de la mañana a la tarde y de allí a la noche, se destaca la persistencia de la naturaleza, los elementos agua y tierra permanecen constantes: los mismos campos, el mismo lago donde cada pareja tiene su inmersión, los mismos caminos, recurrentemente. El mensaje sobre la perdurabilidad del conflicto resulta así un poco grueso, sobre todo por el hecho de poner la misma pareja de actores para interpretar las tres parejas en diferentes épocas. Excelentes Tihana Lazovic y Goran Marcovic, quienes logran construir personajes diferentes, aunque poco desarrollados, dada la brevedad de los episodios. El film se atiene a la corrección política, y es un desolado alegato –algo cristalizado- sobre las pasiones de amor, odio, venganza o resentimiento que se desatan en un conflicto bélico.

Josefina Sartora


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