10º Festival de Cine de
Montaña
Casa Beban |
Hace
ya diez años que en Ushuaia se realiza el festival de Cine de Montaña. En
agosto, constituye una cita obligada para los amantes de todo aquello
relacionado con la montaña, y del cine, por añadidura. Con la entusiasta
conducción de los hermanos Ema y Mariano de Antueno, se exhiben numerosos
cortos y largometrajes en su gran mayoría documentales, sobre las diversas
formas que toma la montaña. En la medida que el festival ha cobrado importancia
y ha obtenido una excelente respuesta, las exhibiciones cinematográficas comparten
terreno con otras actividades: conferencias sobre el cuidado del bosque, sobre
andinismo, sobre glaciares, charlas sobre cine y guión televisivo, planes de
educación para jóvenes, exposiciones de fotografía y pintura. Toda esa actividad
tuvo lugar en un centro cultural de Ushuaia que vio colmadas cada tarde y noche
sus instalaciones, con abrumadora mayoría de gente joven: estudiantes,
andinistas, esquiadores y cinéfilos.
En
invierno, la ciudad de Ushuaia es el centro de una región que luce espléndida entre
la cordillera que la bordea por el norte, con sus picos nevados, y el canal de
Beagle por el Sur. Un clima singular acompañó el Festival, con días de
temperatura agradable en los que el sol relumbraba en la nieve, con las
montañas reflejándose en las aguas de un canal tranquilo, casi sin viento.
Todas las mañanas numerosos mini buses cargados con esquiadores y sus equipos
partían hacia el cerro Castor, otros a Lapataia o a cruceros por el Beagle, algunos
más a distintas expediciones de turismo aventura. Por la tarde, la histórica
Casa Beban y la sala Niní Marshall eran foco de reunión del nutrido público del
Festival. Ushuaia demostró que da para todos, y el Instituto Fueguino de
Turismo está abocado a que la oferta no sea sólo paisajística sino también
cultural.
El
festival era competitivo, y resultó muy interesante que uno de sus jurados
fuera Mariano Galván, experimentado guía de Alta Montaña, quien tuvo la
oportunidad de compartir sus experiencias en sus intentos de escalar los
grandes montes con alturas superiores a 8.000 metros, en Nepal y Pakistán.
Galván alcanzó la cumbre del Everest hace pocos años, siendo uno de los poquísimos
que lo lograron sin ayuda de tubos de oxígeno ni de porteadores (sherpas).
Las
películas presentadas en este Festival de Cine de Montaña son una inmejorable
oportunidad para adentrarse en el espíritu que rodea la montaña y el
montañismo, en todas sus formas: escalada, trekking, ski, vida natural, flora y
fauna. Siendo la montaña fotogénica por esencia, casi todas las películas
mostraron una fotografía deslumbrante, con panorámicas que quitaban el aliento.
El
jurado compuesto por Galván, la funcionaria del INCAA Paola Pelzmajer, el
esquiador Pablo Robledo y el fotógrafo Guido de Paula premió como Mejor
Largometraje el film K2 and the Invisible Footmen, de
Iara Lee, dedicado a un aspecto poco analizado del montañismo: los porteadores
que acarrean el equipo de los expedicionarios en las ascensiones. Estos “hombres
invisibles” cargan en sus espaldas entre 25 y 40 kilos de pertrechos, y cobran de
5 a 7 dólares por tramo. (Cabe señalar que el impuesto para ascender a alguno
de los ochomiles es de 10.000 u
11.000 dólares.) Realizan ese trabajo que les desgasta el cuerpo y les acorta
la vida porque no tienen otra opción laboral, muchos son analfabetos,
prolíficos y viven en condiciones más que precarias. Hermoso film que se
adentra en la vida de los pakistaníes que se dedican a esta tarea, y su ascenso
al K2, la segunda montaña más alta del mundo, de un extremo realismo y una
fotografía impresionante.
Buena
parte del Festival Shhh (tal su
nombre) estuvo dedicada a la cordillera Darwin, nombre del macizo de montañas
del sector chileno de la isla Grande de Tierra del Fuego, que recupera su
nombre de Andes en el sector argentino. Su pico emblemático es el monte
Sarmiento, un macizo imponente que, si bien no es tan alto como el Aconcagua,
resulta una meta casi inalcanzable con su inaccesibilidad y las condiciones
climáticas siempre adversas. Hubo 3 ascensos históricos, y los andinistas
buscan repetirlos. Extremo Sul, de Monica Schmedt y Silvestre Campe, documenta los
preparativos de un grupo de cinco escaladores, formado por brasileños,
argentinos y un chileno, que lo intentaron. Si la primera mitad del documental
registra la preproducción, la llegada en barco, porque no hay rutas, y el
comienzo del ascenso, la segunda pone en evidencia todo el dispositivo de
filmación, revelando que en realidad iban dos equipos, uno de escalada y otro
de apoyo y de filmación. Mucho menos ambicioso y más efectivo resultó un breve
documental realizado de manera mucho más amateur –ni siquiera muestra los
créditos- que registró con equipo más simple la expedición de tres alemanes quienes,
a diferencia de los anteriores, sí lograron el 4º ascenso al monte Sarmiento.
El
otro notable film de la sección –y uno de los mejores del festival- fue el
chileno Tánana, de Alberto Serrano y Cristóbal Azúcar Mira, que tuvo aquí
su primera proyección internacional. El título es una palabra yagán que
significa listos para navegar, y es
el retrato de uno de los pocos pobladores de la etnia yagán que subsisten en la
isla Navarino, del lado chileno del canal de Beagle. Un documental de bellísima
fotografía, que no sólo retrata al hombre en su navegación por los canales y a
su familia –su madre era la única persona que conservaba vivo su idioma- sino
también sabe captar distintos aspectos de la maravillosa naturaleza de la isla:
sus pájaros, los delfines que acompañan los barcos, la flora exuberante. Tánana
ganó merecidamente el Premio del Público y su protagonista fue declarado el
Personaje del Festival.
Mariano de Antueno y el equipo de Tánana |
También
se mostraron dos documentales sobre excursiones a la Península Mitre, en el
extremo Este de la isla: Latitud 55º Sur, ya vista en el
Festival de Río Grande, y Península Mitre, de los hermanos
Julián y Joaquín Azulay. Ambos organizaron una expedición en busca de buenas
olas para surfear, donde el Atlántico sacude las costas fueguinas. Son 4, y
durante más de 40 días caminan las costas de la Península, donde sólo viven dos
baqueanos y los pocos miembros de una base naval. En un paisaje imponente, de
vegetación agreste y suelo de turba, con animales baguales, son pocos los
refugios que quedan para albergar a los exploradores. Los directores –cuyo film
ganó el premio a la Mejor Fotografía- han iniciado una acción colectiva para
proteger la zona y reparar los refugios.
La montaña es
fascinante, pero se cobra sus víctimas: Langtang de Sébastien
Montaz-Rosset muestra el estado en que quedó Nepal después del terremoto y los
derrumbes consecuentes que se produjeron en 2015, y que destruyó pueblos
enteros, además de parte de su capital, Katmandú. Un film que registra la
solidaridad de los escaladores que vivieron una experiencia muy diferente a la
habitual del deportista.
Pero también hay otro tipo de víctimas: uno de
los film puso en cuestión si las muertes de los escaladores eran obra de la
montaña o un verdadero suicidio. Jurek es un logrado documental de
una figura mítica del andinismo, el polaco Jurek Kucuczka, considerado una
suerte de héroe nacional, un hombre de clase obrera que a fuerza de voluntad y
trabajo grupal logró ser uno de los dos escaladores en la historia que alcanzaron
la cumbre de los 14 montes que existen con alturas superiores a los 8.000
metros, y algunos, en invierno. Con gran cantidad de material de archivo, vemos
la trayectoria de este hombre dueño de una gran resistencia al frío, el hambre
y el dolor, que practicaba ascensos en precarias condiciones, sin utilizar los
avances técnicos que hoy tiene esa práctica. Después de ser el segundo
alpinista en conquistar los 14 ochomiles,
Jurek murió al caer en un ascenso a una de las paredes más difíciles del monte
Lhotse, en Nepal. Jurek, de Pawel Wysoczanski, ganó la Mención a Largometrajes.
Jurek no fue el único polaco muerto en el Himalaya: Piotr Morawski alcanzó 6
cimas de los ochomiles y murió
intentando la séptima. Sati, de Bartgomej Swiderski, elige
el punto de vista de su viuda, para mostrar en el fluir de sus conciencia, en
la soledad dolorosa de una confesión a cámara, la otra cara de ese deporte que
parece tan glamoroso.
Otros
ascensos son más felices, como los de los argentinos de Sueños del Paine de Esteban
Degregori, que escalaron en el día las tres torres chilenas; o los ascensos a
todas las caras norte de los Alpes en invierno que logró
Tom, emulando
las hazañas de su madre, muerta en ellos. El film de Angel Esteban y Elena
Goatelli, muestra cómo se forma un joven con mucho futuro profesional en el
montañismo.
Es
ski no estuvo ausente, en films menores
como Sciare
in salita, de la italiana Chiara Brabilla, y Un sueño sureño, del
argentino Ramiro Calvo, con esquiadores que son acróbatas de las tablas.
Hubo
mucho más, como Introspection de Lionel Prado, un film sobre el valor de la
montaña –ya no se trata aquí de los imponentes Himalayas sino de montañas más
accesibles para quienes amamos el trekking- para el encuentro consigo mismo y
con los valores primordiales.
En
suma, un festival temático, distinto, que mostró una organización impecable,
que vive un constante crecimiento, y convoca a volver.
Josefina
Sartora
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