El otro
hermano.
Dirección:
Adrián Caetano
Guión:
Adrián Caetano y Nora Mazzitelli, basado en la novela de Carlos Busqued, Bajo
este sol tremendo
Argentina-Uruguay-España-Francia/2016
Josefina
Sartora
Cuando
leí Bajo
este sol tremendo encontré en la novela de Carlos Busqued una interesante
propuesta para la literatura argentina:
una historia negra, durísima, sin atenuantes, con una escritura sólida, tan
seca como lo que cuenta, y abrumadora. Parecía destinada a que Israel Adrián
Caetano realizara su transposición al cine, y accedió gracias a la insistencia
de su productor Hernán Musaluppi. Caetano ha vuelto a lo que mejor ha
demostrado sabe hacer, como en Bolivia y Un oso rojo: un film
negro, con algo de film noir y otro poco de western, con personajes que serían marginales si no vivieran en una
sociedad que ha perdido sus bordes, donde todo es ya margen.
Un
hombre acude a un pueblo chico de Chaco –aunque filmado en la provincia de
Buenos Aires, y se nota- porque su madre y hermano, a quienes no ve desde hace
años, han sido salvajemente asesinados. Si bien todo empieza con cadáveres
presentados en una morgue tan siniestra como asquerosa, no se trata de
averiguar quién lo hizo, sino de las consecuencias de ese crimen. La inmediata:
el cobro de un seguro de vida que le permitirá al protagonista irse a vivir a
Brasil. Para ello cuenta con la colaboración de su contraparte, Duarte, un ex
servicio de las fuerzas armadas que encarna en su figura todos los atributos
del villano. Leonardo Sbaraglia –quien acaba de obtener un premio en Málaga por
esta actuación- compone el estereotipo de ese personaje que tan bien conocemos,
casi una caricatura: corrompido por el poder, en un pueblo donde no hay ley ni
justicia, él conoce todos los laberintos de la burocracia y sabe cómo “dibujar”
la realidad para su conveniencia. Retirado de la Fuerza Aérea, hoy sus ingresos
provienen de lo que aprendió como servicio: secuestros extorsivos a ciudadanos
de su pueblo, a quienes, además, viola. El desparpajo, el cinismo y la
impunidad del personaje no conocen límites.
Por
el contrario, el personaje de Daniel Hendler es un tipo de pocas luces y
ninguna iniciativa, un indolente que se deja llevar por las circunstancias que
le llegan (lo despidieron de su empleo público porque estuvo un año sin
concurrir, “porque no había nada para hacer”). Llegado a Lapachito, se pone a
vender todo lo que su hermano acumulador tenía en su rancho, y a hacer dinero
de cualquier manera posible. Así se verá envuelto en las maniobras de Duarte.
Una
vez más, en el cine de Caetano la densidad y el peso de los cuerpos ocupa un
rol primordial. Aunque nunca se menciona el calor, éste signa los movimientos,
el sudor impregna a cada uno de esos hombres, de barba crecida, remeras
sudorosas, que casi podrían olerse. Asimismo, es patética la personificación de
la gran Ángela Molina, cuyo cuerpo lleva las marcas del sufrimiento, como la
madre ajada y consumida del secuaz de Duarte. No quedan atrás otros
secundarios, a cargo de Alejandra Flechner, cuyo personaje sufre en carne
propia los abusos de Duarte, Pablo Cedrón y Alian Devetac.
El otro
hermano
(título poco feliz ni imaginativo), como todo el cine de Caetano, constituye un
acto político: la realidad que presenta es la de un país en ruinas, un micromundo
donde nadie espera ya nada bueno, un sálvese quien pueda en donde cada uno está
a merced de sus propios recursos, y donde nadie inspira pena o simpatía. Con un
estado ausente, o generador de indeseables, si vestigios de autoridad, personajes
abyectos, depravados o inoperantes, la más absoluta carencia de valores o
respeto, en medio de construcciones abandonadas o degradadas. Un mundo post apocalíptico,
como lo ha definido Caetano, donde el único edificio que mantiene cierta
integridad y compostura es el banco. Nada menos.
En
los títulos finales, Caetano se acredita “Encuadre y dirección”, categoría no
habitual y que sin embargo resulta procedente, porque de esta manera él se
declara el responsable de decidir dónde poner la cámara, qué incluir o
descartar en cada plano, aunque el fotógrafo Julián Apezteguía ha de tener
también su cuota de responsabilidad en esta película en la cual la imagen no
necesita de muchas palabras.
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