27 de julio de 2017

Fuegos de artificio

Dunkerque
Dirección y guión: Christopher Nolan
Reino Unido-Holanda-Francia-Estados Unidos/2017

Josefina Sartora


Hollywood construyó todo un género del cine bélico a partir de las numerosas batallas de la Segunda Guerra, y sus consecuencias. Ahora Christopher Nolan, quien ha realizados films muy disímiles que van desde Memento a la trilogía de Batman, incursiona también en el cine bélico. Pero su concepción es radicalmente distinta de la del  cine clásico: no hay aquí (casi) historias personales, no hay personajes dibujados que evolucionen, no hay (casi) diálogos, y mucho menos, referencias históricas que expliquen cómo llegaron a Dunkerque cientos de miles de muy jóvenes soldados franceses y británicos ni qué sucedió después. Lo que sí hay es abundantes escenas muy bien filmadas de batallas en el cielo, mucho estruendo de bombas en la tierra, y repetidos naufragios en el mar. El film bélico de Nolan se acerca mucho más a un juego de play station que al cine.

Como antecedente, a Nolan le basta la primera escena, en la que un muy joven soldado británico huye de las balas alemanas y llega a las playas de Dunkerque, al norte de Francia casi lindando con Bélgica. (Una Dunkerque contemporánea, con edificios que de ninguna manera pudieron construirse antes de 1940.) Allí espera en largas y prolijas filas la multitud de soldados –la mayoría, adolescentes- la llegada de algún barco en el cual embarcar. No lo dice –lo insinúa con esa escena-, pero en ese momento los nazis ocupaban Holanda y Bélgica, invadían Francia, deteniéndose en Dunkerque, y los Aliados no lograban una sola victoria frente al imparable avance alemán. Era imperiosa la evacuación británica, debían regresar a casa, de la que los separaba apenas ese estrecho, pero los alemanes se ocupan de hundir cada barco enviado para evacuarlos. Tan sólo dos aviones británicos están allí para contrarrestar los ataques.


De manera que el film transcurre con montaje paralelo en los tres elementos: la tierra, donde los jóvenes intentan de una y otra manera subirse a los barcos que logran amarrar allí, bajo la mirada preocupada de Kenneth Branagh como el almirante a cargo de la evacuación; el aire, donde los dos pilotos ponen en claro que la RAF (Royal Air Force) fue uno de los pilares del poder bélico británico, como pudimos sufrirlo en Malvinas; el agua, donde navegan cientos de pequeñas embarcaciones privadas que fueron puestas al servicio de la Marina para el operativo de rescate. En ellos se desarrolla un incesante intercambio de bombas y estruendo –con agitado y algo confuso montaje- en medio de una más fuerte música que pretende ser espectacular y acompañar la acción.

A quienes les guste el duelo a tiros, les encantará encontrarlo en estas tres variantes: los barcos reciben, uno tras otro, ataques de torpedos y de aviones que los hacen naufragar, una y otra vez, con toda su carga humana a bordo. El duelo de los aviones está estupendamente filmado –la calidad de la imagen visual es lo mejor del film- con un timing y un suspenso bien medidos. Y ese suspenso se vive también en mar y tierra, frente a la amenaza constante. Estos son los aspectos que le han valido a Nolan la aprobación de buena parte de la crítica comercial. Pero no se le pida nada más: los únicos personajes que podrían considerarse como tales son los tripulantes de una de esas embarcaciones, pero cuando empieza a ponerse interesante, a tocar el aspecto humano, Nolan la remata con un final propio –este sí- del cine clásico: el mensaje patriota. Por supuesto, esta es una dicisión directorial, una toma de posición: Nolan prefiere mostrar a sus personajes a través de su punto de vista, desde el cual presenta las acciones, pero esta postura empobrece el film.



Nolan prefiere también quedarse del lado del cine catástrofe, o el cine de supervivencia. Nada se dice de las consecuencias de este operativo. Ni siquiera se menciona que son los nazis quienes están en el otro bando. Tampoco se menciona que miles de soldados permanecieron en la playa y fueron tomados prisioneros. Y lo mismo sucedió con todo el armamento. Nada se dice del progresivo avance de las tropas alemanas y su ocupación de París pocos días después. En Dunkerque, los héroes son británicos; Dunkerque fue una verdadera derrota, aunque Nolan no la hace aparecer como tal, cuando Gran Bretaña era considerada el mayor poder del mundo, antes de la participación de los Estados Unidos en la guerra, antes de la universal primacía yanqui.

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