Entre dos
mundos (Bein haolamot)
Dirección
y guión: Miya Hatav
Israel/2016
Josefina
Sartora
El
cine israelí –por lo menos, el que consigue distribución en Argentina- parece uno
de los pocos espacios en que los israelíes colocan en cuestión en los últimos
años las posturas extremas debidas a la raza o religión. Apelando a historias
de la vida cotidiana, ponen en evidencia los prejuicios e ideologías
fundamentalistas que han llevado al país a un estado de guerra permanente. Y
esto planteado por los mismos israelíes, que deben enfrentar sin duda críticas
y censuras internas y de la comunidad judía internacional.
La
opera prima de la joven Miya Hatav plantea las contradicciones que pugnan en el
seno de una familia ortodoxa cuyo hijo, un soldado, ha sido herido en la cabeza
durante un atentado terrorista. Tras varios años sin verse ni hablarse, la
madre acude y no se separa del lecho de su hijo, esperando que recupere la
conciencia. Pero no está sola. Allí también vela la novia escondida, una chica
árabe que el muchacho nunca pudo presentar a su familia, porque justamente son
sus posiciones extremas las que los han separado. Falseando su identidad, la
chica intentará acercarse a su pareja, empatizar con la familia y franquear el
muro que ellos han levantado a su alrededor.
Filmada
casi íntegramente en interiores, el drama se desarrolla en una creciente
claustrofobia, a la par de una impotencia muy difícil de superar. La cámara
parece sentirlas, e intercala unas panorámicas del cielo y las nubes que
remiten a la posibilidad de ambientes más abiertos, más expansivos,
menos herméticos.
El
film enfrenta el mundo árabe y el israelí, que conviven en el mismo territorio,
y también los conflictos generacionales, entre padres intransigentes y una
juventud más integradora. Presenta también el estado de situación de la mujer
israelí ortodoxa, que ha dejado todo proyecto personal de profesión o trabajo
para dedicarse a su familia, que paradójicamente se encuentra hoy totalmente
fracturada. Frente a esa mujer prematuramente envejecida, mal vestida,
descuidada, frustrada y melancólica, Sarha/Amal, la novia, sacude el contraste de su
juventud pujante, su determinación, su elegancia y deseos de vivir y dar vida.
No hay sutilezas, pero sí una fuerte denuncia a la intolerancia y fanatismo de
cualquier origen.
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