8 de marzo de 2018

Ficunam 2018, 2ª nota

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La temporada del diablo (Ang Panahon ng Halimaw)
Dirección y guión:  Lav Diaz
Filipinas/2018


Uno de los títulos que despertaba mayor interés en el FICUNAM era la nuevísima película de Lav Diaz, jurado aquí de la Competencia Internacional: La temporada del diablo. Diaz vuelve a entregar un inmenso film –de casi 4 horas- sobre la historia de Filipinas. Inmenso por la relevancia del tema, de su tratamiento, y por los recursos empleados. Durante la dictadura de Ferdinand Marcos, en 1979, cuando los militares poseen todo el poder y cometen toda suerte de abusos, se han entregado armas a los civiles con el propósito de reprimir para “combatir el comunismo”. Época de anarquía, que de alguna manera puede relacionarse con la actual. El foco de la historia sigue las arbitrariedades de una milicia paramilitar en un pueblo de la selva, y del otro lado se le contraponen un poeta que ha perdido toda ilusión -suerte de figura arquetípica de su cine- y una médica que trata infructuosamente de ayudar al prójimo. Los acompaña una bruja o chamana que ha perdido esposo e hijo, una de tantas mujeres que habitan esas zonas castigadas por el hombre, donde los rebeldes están desaparecidos.

Diaz relata esta historia de abusos, extorsión y represión en pocos planos fijos, y los diálogos son cantados. Sí, a modo de ópera a cappella, todos los personajes se comunican cantando. Del lado de los milicianos, con euforia, activos, amenazantes; del lado de las víctimas, estas permanecen más extáticas, abatidas, aplastadas por el poder. Los actores no son cantantes líricos, pero sus arias, dúos y recitativos se elevan desde la miseria con una naturalidad que capta al espectador. Se traduce cierta perversión en el recurso, sobre todo cuando las melodías que cantan los represores son muy pegadizas (con su estribillo La-la-la / la-la-la-haaa). No es el único elemento no realista: Narciso, el líder de los represores, tiene dos caras, cual Jano bifronte, una de ellas bastante parecida a la de Marcos.


Lav Diaz vuelve sobre un período negro esta vez de manera directa, literal, sin recurrir  (casi) a simbologías o alegorías.  Ver La temporada del diablo es una experiencia durísima, que remite a nuestra propia historia. Contiene en sí misma muchos elementos del cine de Diaz, que ha utilizado en películas anteriores. Basada en personajes y hechos reales, cuenta también con elementos mitológicos, que los paramilitares identifican con los rebeldes. Tal vez caiga en lo evidente al decir que la divertida perversión de los represores me recordó The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, sobre otros personeros del mal. Filmada en blanco y negro como suele hacer Diaz, los planos generales fijos poseen una profundidad de campo en donde la acción se desarrolla sin atenuantes, siendo particularmente tan duras como bellas las escenas interiores, algunas con imágenes de tortura, que el fotógrafo Larry Manda filma con una sola fuente de luz y casi en tinieblas. Una experiencia fuerte, larga y fascinante.



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