A manera de balance y sobre los premios
Josefina Sartora
El vigésimo Bafici termina con la
consagración de La flor, enorme película de Mariano Llinás que ganó la
Competencia Internacional. En 2008, Llinás había presentado en el Bafici Historias
extraordinarias, una película de cuatro horas que había asombrado por
su verborragia, por la facilidad para contar historias varias que se
bifurcaban, abrían a diversas direcciones explorando el territorio de la
provincia de Buenos Aires. Diez años después, presenta La flor, que elaboró
durante todo el tiempo transcurrido desde aquel estreno. Esta nueva película
dura 840 minutos, es decir catorce horas, un record en el cine argentino.
Nuevamente, se trata de infinidad de historias y personajes, narradas con una
fluidez admirable, que podrían constituir varias películas en una. Sin embargo,
Llinás sostiene que esto es una unidad, y ni siquiera una serie. Estructurada
en tres partes principales, la primera había sido presentada en el último
Festival de Mar del Plata, y ahora se completa.
Las historias base de este film
desmesurado se bifurcan y atraviesan varios géneros: melodrama, espionaje, thriller, homenajes al cine clásico con
guiños cinéfilos, el fantástico, el musical, el western, en fin, una película que proclama su amor al cine en todas
sus formas. Hay momentos muy logrados, como la larga historia de la segunda
parte, con su grupo de espías internacionales, todas dobladas a distintos
idiomas: el francés sobre todo, pero también el inglés, el sueco y el ruso,
historia que contiene en sí otras incluidas. Es también notable el lúdico homenaje
a Une
partie de campagne de Jean Renoir pero también a Manet y su Déjeuner sur l’herbe: un segmento en
blanco y negro, sin sonido, en que lo bucólico se traslada a nuestras pampas
con gauchos y turistas incluidos.
La flor es puro
Llinás, sí, pero también fruto de su colaboración con el grupo Piel de Lava, que
conforman las actrices Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, pareja de Llinás.
Ellas tienen a su cargo los –muchos- roles principales, ellas han participado
de la producción del film desde el principio, y se pone en escena su derecho a
discutir las decisiones de filmación. (Las cuatro ganaron también el premio a
la mejor actriz en la Competencia Internacional.) El último episodio, que ellas
protagonizan, es una versión contemporánea del tema de la cautiva con la
historia de Sarah Evans, filmada con una imagen texturada, muy pictórica. Pero
el segmento más emocionante es el retrato de cada una de ellas que cierra uno
de los capítulos: un canto de amor del director a sus actrices.
Merecido premio para La flor, pero resulta
inevitable una reflexión sobre los criterios: la selección de la Competencia
Internacional fue absolutamente despareja. ¿Cómo puede competir este film
enorme con una película pequeña aunque delicada como 1048 lunas, o de poco
alcance como A Tiger in Winter o Female Human Animal? Esta es una de
las muchas preguntas que deja este vigésimo Bafici, que demostró que año a año
el Festival va perdiendo en gran medida el ángel que supo tener hace tiempo, el
espíritu de búsqueda, de investigación y riesgo. La prueba está en que se ha
premiado lo que sobresale como lo más arriesgado: La flor en Competencia
Internacional, y en la Competencia Argentina con toda justicia Las
hijas del fuego de Albertina Carri (ya nos ocupamos de este film
anteriormente) y –capítulo aparte- Teatro de guerra de Lola Arias.
Opera prima de una artista polifacética, Teatro
de guerra es un experimento de teatro filmado que Lola Arias llevó a
cabo con veteranos de la guerra de Malvinas. ¿Cómo filmar la guerra en un
estudio? De a pares o en grupos, los ex combatientes evocan sus experiencias
dialogando o actualizando sus acciones pasadas, en un constante juego
conceptual que pone en evidencia el artificio. Los recursos son variados:
diálogos, representaciones, máscaras, objetos, en una dialéctica en la que los
británicos siempre son superiores. O porque sabían hacer la guerra, o porque la
ganaron, o porque son imperiales. El film es frío, evita constantemente conectar
con la emoción, y a mi juicio, el recurso no funciona. Sin embargo, no deja de
ser una investigación válida, si bien creo que se queda en el experimento.
En la Competencia de Vanguardia y Género
(¿son necesarias tantas competencias? ¿No va la cantidad en desmedro de la
calidad?) el premio fue para The Image You Missed, documental de
Donal Foreman, una reflexión sobre cómo filmar el conflicto de Irlanda, su país
de origen. El padre del realizador era también un documentalista –Arthur
MacCaig-, quien filmó el conflicto en Irlanda del Norte en varias
oportunidades. Allí dejó un hijo que años más tarde intenta recuperar la figura
del padre junto al rescate de imágenes que aquel filmó, al tiempo que en este
film-ensayo autobiográfico reflexiona sobre el poder de la imagen. Antes una imagen servía; ahora es el fracaso
de las imágenes, dice el film.
Esto no es todo, seguirán otras notas
sobre películas interesantes, pero no quiero dejar de resaltar una observación:
el corto institucional del vigésimo Bafici –y no del “veinte Bafici” como dice
el mismo- constituye el peor detalle que deja este Festival. Realizado por
algún grupo de publicistas que no saben lo que es el Bafici, quienes
seguramente nunca han participado del mismo, enumera una sarta de lugares comunes
que nada tiene que ver con la imagen que muestran ni con la esencia del Bafici.
¿Qué tiene que ver ese corto con el Bafici, o con el cine mismo? El locutor
encarna el mismo espíritu del publicitario “en todo estás vos” con voz
estentórea falsamente entusiasta. Muy lejos están los días en que eran
cineastas argentinos quienes realizaban verdaderas obras cinematográficas para
presentar el Festival. Esto es parte del ángel que se ha perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario