22 de abril de 2018

Bafici 2018, 4ª nota

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A manera de balance y sobre los premios

Josefina Sartora


El vigésimo Bafici termina con la consagración de La flor, enorme película de Mariano Llinás que ganó la Competencia Internacional. En 2008, Llinás había presentado en el Bafici Historias extraordinarias, una película de cuatro horas que había asombrado por su verborragia, por la facilidad para contar historias varias que se bifurcaban, abrían a diversas direcciones explorando el territorio de la provincia de Buenos Aires. Diez años después, presenta La flor, que elaboró durante todo el tiempo transcurrido desde aquel estreno. Esta nueva película dura 840 minutos, es decir catorce horas, un record en el cine argentino. Nuevamente, se trata de infinidad de historias y personajes, narradas con una fluidez admirable, que podrían constituir varias películas en una. Sin embargo, Llinás sostiene que esto es una unidad, y ni siquiera una serie. Estructurada en tres partes principales, la primera había sido presentada en el último Festival de Mar del Plata, y ahora se completa.

Las historias base de este film desmesurado se bifurcan y atraviesan varios géneros: melodrama, espionaje, thriller, homenajes al cine clásico con guiños cinéfilos, el fantástico, el musical, el western, en fin, una película que proclama su amor al cine en todas sus formas. Hay momentos muy logrados, como la larga historia de la segunda parte, con su grupo de espías internacionales, todas dobladas a distintos idiomas: el francés sobre todo, pero también el inglés, el sueco y el ruso, historia que contiene en sí otras incluidas. Es también notable el lúdico homenaje a Une partie de campagne de Jean Renoir pero también a Manet y su Déjeuner sur l’herbe: un segmento en blanco y negro, sin sonido, en que lo bucólico se traslada a nuestras pampas con gauchos y turistas incluidos.


La flor es puro Llinás, sí, pero también fruto de su colaboración con el grupo Piel de Lava, que conforman las actrices Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar  Gamboa y Laura Paredes, pareja de Llinás. Ellas tienen a su cargo los –muchos- roles principales, ellas han participado de la producción del film desde el principio, y se pone en escena su derecho a discutir las decisiones de filmación. (Las cuatro ganaron también el premio a la mejor actriz en la Competencia Internacional.) El último episodio, que ellas protagonizan, es una versión contemporánea del tema de la cautiva con la historia de Sarah Evans, filmada con una imagen texturada, muy pictórica. Pero el segmento más emocionante es el retrato de cada una de ellas que cierra uno de los capítulos: un canto de amor del director a sus actrices.

Merecido premio para La flor, pero resulta inevitable una reflexión sobre los criterios: la selección de la Competencia Internacional fue absolutamente despareja. ¿Cómo puede competir este film enorme con una película pequeña aunque delicada como 1048 lunas, o de poco alcance como A Tiger in Winter o Female Human Animal? Esta es una de las muchas preguntas que deja este vigésimo Bafici, que demostró que año a año el Festival va perdiendo en gran medida el ángel que supo tener hace tiempo, el espíritu de búsqueda, de investigación y riesgo. La prueba está en que se ha premiado lo que sobresale como lo más arriesgado: La flor en Competencia Internacional, y en la Competencia Argentina con toda justicia Las hijas del fuego de Albertina Carri (ya nos ocupamos de este film anteriormente) y –capítulo aparte- Teatro de guerra de Lola Arias.


Opera prima de una artista polifacética, Teatro de guerra es un experimento de teatro filmado que Lola Arias llevó a cabo con veteranos de la guerra de Malvinas. ¿Cómo filmar la guerra en un estudio? De a pares o en grupos, los ex combatientes evocan sus experiencias dialogando o actualizando sus acciones pasadas, en un constante juego conceptual que pone en evidencia el artificio. Los recursos son variados: diálogos, representaciones, máscaras, objetos, en una dialéctica en la que los británicos siempre son superiores. O porque sabían hacer la guerra, o porque la ganaron, o porque son imperiales. El film es frío, evita constantemente conectar con la emoción, y a mi juicio, el recurso no funciona. Sin embargo, no deja de ser una investigación válida, si bien creo que se queda en el experimento.


En la Competencia de Vanguardia y Género (¿son necesarias tantas competencias? ¿No va la cantidad en desmedro de la calidad?) el premio fue para The Image You Missed, documental de Donal Foreman, una reflexión sobre cómo filmar el conflicto de Irlanda, su país de origen. El padre del realizador era también un documentalista –Arthur MacCaig-, quien filmó el conflicto en Irlanda del Norte en varias oportunidades. Allí dejó un hijo que años más tarde intenta recuperar la figura del padre junto al rescate de imágenes que aquel filmó, al tiempo que en este film-ensayo autobiográfico reflexiona sobre el poder de la imagen. Antes una imagen servía; ahora es el fracaso de las imágenes, dice el film.

Esto no es todo, seguirán otras notas sobre películas interesantes, pero no quiero dejar de resaltar una observación: el corto institucional del vigésimo Bafici –y no del “veinte Bafici” como dice el mismo- constituye el peor detalle que deja este Festival. Realizado por algún grupo de publicistas que no saben lo que es el Bafici, quienes seguramente nunca han participado del mismo, enumera una sarta de lugares comunes que nada tiene que ver con la imagen que muestran ni con la esencia del Bafici. ¿Qué tiene que ver ese corto con el Bafici, o con el cine mismo? El locutor encarna el mismo espíritu del publicitario “en todo estás vos” con voz estentórea falsamente entusiasta. Muy lejos están los días en que eran cineastas argentinos quienes realizaban verdaderas obras cinematográficas para presentar el Festival. Esto es parte del ángel que se ha perdido.

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