24 de abril de 2018

Bafici 2018, última nota

-->
Actualidad del mito

Josefina Sartora

El cine siempre ha sido un excelente medio de expresión del mito, atravesando los diversos géneros: en el melodrama, la ciencia ficción, desde el cine de terror hasta el infantil, las distintas historias actualizan mitos atávicos que remiten a historias universales y conectan con el arquetipo. En un festival con más de 400 títulos (convengamos que unos cuantos son de relleno, están allí sólo para hacer número y no bajar de esa cifra mitológica) es natural encontrar en las distintas áreas y géneros algunas películas elaboradas a partir de mitos clásicos, que cobran una actualidad contundente, a veces política.


* En 1048 lunas una mujer frente al inmenso océano grita el nombre de su hombre. Otea el horizonte, sin desánimo. Se desnuda, ofreciéndose al mar y al crepúsculo. Otras mujeres gritan otros nombres masculinos: todas esperan el retorno de los guerreros. Hace muchas lunas (ojo: no confundir con lunes) que los hombres se han ido a la guerra y en la espera, las mujeres ejecutan distintas prácticas a manera de rituales. Así, sus movimientos resultan una danza, y su palabra se vuelca en cartas que serán arrojadas en botellas al mar.

Basada libremente en las Cartas de amor de Ovidio, la película de Charlotte Serrand (Francia/2017) evidencia su experiencia con Albert Serra en esa indagación en los mitos, el tratamiento minimalista, el amor por los tiempos muertos, los silencios expresivos. La líder de esas mujeres es Penélope, que espera a Ulises desde hace veinte años o 1.048 lunas, que ha contado una a una. Ella las estimula en su espera, y las impele a salir en busca de sus hombres. Serrand pone en escena el mito que Homero plasmara en la Odisea ocho siglos antes de Cristo, de manera atemporal. Si el espacio es claramente marítimo, la ubicación en el tiempo no lo es, jugando con el choque de túnicas griegas y la presencia de alambrados, hormigón, tintero de vidrio y una radio, mientras la música de Gustave Fauré choca con el electropunk de Blumone, constituyendo todas señales de la atemporalidad o la eternidad del drama.

1.048 lunas es una rara avis, en momentos de sobre estimulación visual. Un film delicado, lírico y sintético para amantes del arquetipo.


* Distintos directores europeos fueron cautivados por la figura de Juana de Arco, quien constituye uno de los más grandes mitos de la historia de Francia. El danés Carl Dreyer encabeza la lista con la colaboración de Antonin Artaud. Le seguirán Robert Bresson, Jerzy Kawalerowicz, hasta Luc Besson y otros. Bruno Dumont –quen ha atravesado diversos géneros y en cuyo cine el elemento religioso siempre es importante- cae también bajo su atractivo y -como no podía ser de otra manera- le imprime un sello personal, convirtiendo esa historia en algo diferente, excepcional. Jeannette, la infancia de Juana de Arco toma el despertar místico de la heroína antes de sus diez años, y lo hace mediante la fórmula del musical.

Entre médanos junto al río donde cuida sus ovejas, en un rústico paraje del Norte de Francia donde siempre filma Dumont, la niña reflexiona sobre los horrores de la guerra, que produce un sufrimiento que ella, en toda su bondad, no puede curar. Jeannette lamenta el dolor humano y también la invasión que sufre Francia por las tropas británicas. Así, guerra política y religión, espada y cruz, se ven intrínsecamente ligadas en la figura de la niña. El film cobra una dimensión contemporánea en vista de las invasiones y ocupaciones y el estado de guerra que hoy vive el planeta.

Como es habitual, sus actores no son profesionales con experiencia: la niña Lise Leplat Prudhomme sale airosa en este tour de force que implica la meditación religiosa en forma de canto moderno y baile, por añadidura, en una verdadera ópera rock. Hay números que resultan muy logrados, como la danza que comparte con una monja desdoblada en dos gemelas, casi alucinante, y las coreografías hilarantes de su tío (el rapero Nicolas Leclaire) quien la apoya en su misión. Por supuesto, tampoco están ausentes las visiones que la niña posee de los santos que se le presentan entre los árboles.

Años después Jeanne (Jeanne Voisin) continúa en ese mismo sitio, que siempre ha constituido su hábitat, y su pasión ha madurado: ha tenido más visiones místicas y una voz interior la ha decidido a devenir el adalid que guiará a su pueblo sometido a liberarse del yugo extranjero.

Si bien el recurso musical es demasiado reiterado -con el heavy metal de Igorrr, mucha percusión y hasta hip hop- toda la puesta y coreografía del film resultan una serie de actos rituales que combinan el clima contemporáneo con esta historia del siglo XV. Bruno Dumont demuestra una vez más mantenerse al margen de toda moda o encasillamiento. También decide reconvertir el mito. Esperamos una continuación sobre la saga de esta mujer que liberó a Francia del invasor y fue condenada por loca y herética debido a su condición femenina.


* As boas maneiras, creación de los jóvenes brasileros Juliana Rojas y Marco Dutra, tuvo premio en Locarno y ahora recorre el circuito de festivales. Curioso film que sabe cruzar géneros y sorprender al espectador. Con una estética de cuento de hadas, su primera parte tiene dos protagonistas casi exclusivas: una mujer joven y embarazada que vive sola en un ambiente lujoso e irreal, y su empleada doméstica, una enfermera negra y lesbiana (Isabél Zuaa). Entre ambas se entabla una relación que trasciende lo laboral y las diferencias sociales. Paulatinamente se va develando una misteriosa conducta en la futura madre, quien en las noches de luna llena debe satisfacer un voraz deseo de consumir carne cruda. Tras una elipsis, en la segunda parte se produce un cambio de tono y de clima, y vemos a la mujer negra años más tarde, criando al hijo de la otra al otro lado del río, es decir, en la zona pobre de la ciudad.

As boas maneiras entra en el terreno de lo fantástico y el terror para actualizar el mito primario y carnal del lobizón en el mundo contemporáneo sin caer en los lugares comunes del tema de la licantropía, ya abordado por el cine, y constituye también un delicado equilibrio entre la fábula y el cuadro social sutil sobre la diferencia y marginalidad. La música ilustra en cada momento la acción y no falta el coro griego, que en un momento advierte lo que ocurre.

La fotografía de Rui Poças (fotógrafo de Zama) logra una imagen exquisita, no solo de esa San Pablo hiper moderna y feérica, iluminada y colorida como nunca antes, sino también en los ambientes modestos donde se cría el muchacho. Esta bella fábula demuestra que el encuentro de ambas zonas, ambas clases, es posible sólo a través del sufrimiento y sobre todo, del sacrificio. En una Competencia Internacional algo decaída, este film debió conformarse con una segunda mención, detrás del convencional A Tiger in Winter.

Estas películas protagonizadas por mujeres no son todas las que abordan el tema mitológico, está también el barroco de Teo Hernández para trazar la historia de Salomé, y otras en que los mitos son evocados tangencialmente, más como creadores del arquetipo, pero todas ellas demuestran la vigencia del mito en nuestros días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario