El
motoarrebatador
Dirección
y guión: Agustín Toscano
Argentina-Uruguay-Francia/2018
Josefina
Sartora
Agustín
Toscano juega en las ligas mayores, sus películas se exhiben en Cannes,
privilegio para pocos. Ya había presentado Los dueños, en la que, en tono de
farsa, planteaba una situación de usurpación de la propiedad por parte de los
empleados a sus patrones. Ahora presenta una variación sobre aquel tema, no
exenta de humor pero en tono más dramático.
Miguel
(Sergio Prina) es un ladrón categoría ratero, un motochorro (diría el
Presidente) o motoarrebatador, eufemismo utilizado en Tucumán, donde opera con
su socio, quien conduce la moto. En uno de sus atracos, arrastra a una mujer,
dejándola inconsciente en la calle. Sobreviene entonces una secuela ambigua:
Miguel busca, con culpa, a su víctima en el hospital, y cuando se da cuenta de que ella
sufre amnesia, le manifiesta que es su locatario. Por otra parte, Miguel vive
en la calle, de manera que no vacila en invadir la casa que, por su parte,
imaginamos la mujer habría ocupado turbiamente. Y con él lleva a su hijito. Se establece entre Miguel y su víctima una
relación tan insólita como efectiva para ambos, seres solitarios y carenciados.
Miguel traspone un límite, y se le abren otras oportunidades. El mismo Toscano
declaró que su nombre no es casual: es el de San Miguel, arcángel patrono de la
ciudad, figura que sobrevuela la historia.
Toscano
traza en esta tragicomedia mínima y personal un cuadro que la excede,
presentando el estado social de la ciudad como microcosmos y así, del país
todo. Familias desintegradas, conflictos gremiales, ausencia policial, descontento
y estallido social que deriva en saqueos, una situación conocida y de gran
actualidad.
Con
actores tucumanos que saben trasmitir las emociones de solidaridad y cariño que
trascienden las grietas, en esta coproducción argentino-uruguaya tiene un
secundario Mirella Pascual, la gran actriz de Whisky, Mi
amiga del parque, etc. Con algunas hesitaciones debidas tal vez a las varias reescrituras del guión y a los cortes del montaje, a película ignora
esquemas y prejuicios sociales, resulta inquietante a la vez que provocadora,
no abre juicio moral y se apoya en el humanismo que subyace en las relaciones,
por contradictorias que estas sean.
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