Cindy
Sherman y Richard Prince en Malba
Josefina Sartora
Los criterios curatoriales del Malba son
tan amplios como para incluir una exposición de fotografías de dos eminentes
artistas de la contracultura de los Estados Unidos: Cidy Sherman y Richard Prince
sentaron un precedente de cómo la fotografía es un importante medio de crítica
social y cultural, sin estridencias, sin subrayados, con líneas sutiles. Con
estilos muy diferentes, ambos practicaron la apropiación para darle una vuelta de tuerca a la estética
oficial, para desenmascarar los significados ocultos de la cultura, las artes
visuales y la publicidad.
En una muestra de 34 fotografías de
mediano y gran formato, anuncian desde los años ‘70 lo que sería el
postmodernismo, la elaboración de su obra a partir de imágenes previas, no
necesariamente mencionadas. La historia del arte, la pintura del Renacimiento
inspiran a Cindy Sherman para las imágenes de sus obras, con el uso de su
propio cuerpo combinando iconografías clásicas con elementos de la cultura pop
y de la moda, en un implícito cuestionamiento a las categorías de belleza
clásicas. En ellas el artificio se extrema, con la exposición de elementos
plásticos, y parafernalia contemporánea articulada con rostros que parecen
tomados de los Grandes Maestros. Sherman pone en evidencia la falsedad de la
mirada masculina hacia la mujer en esos rostros y en sus autorretratos sobre
los estereotipos femeninos, en los que muestra la incertidumbre, la falta de
horizonte en el sistema de vida norteamericano. Directora de cine, ella misma
posa como actriz de películas clase B, caracterizada artificiosamente, en otra
crítica a la mirada masculina, a la imagen que los hombres de Hollywood
quisieron instalar de la mujer yanqui. Imágenes grotescas, transgresoras, de curiosa
e intrigante belleza.
La muestra, organizada conjuntamente con
el Museo Astrup de Oslo, se complementa con grandes fotografías de Richard
Prince, quien a partir de imágenes publicitarias de cigarrillos Marlboro designa
también un estereotipo masculino, una imagen idealizada del cowboy y el macho
americano, pero también una referencia a la cultura gay. Con sofocado cinismo,
con ironía, Prince vacía de contenido un cliché iconográfico por excelencia,
que por su reelaboración del afiche, refotografiándolo y descontextualizándolo
de la marca, deviene un evidente actor con puesta en escena.
Dos artistas que hacen de la apropiación
(qué palabra con peso significante, hoy en Argentina) el motor de su obra de
arte.
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