13 de septiembre de 2018

Una mujer relegada


La esposa (The Wife)
Dirección: Björn Runge
Guión: Jane Anderson, basada en la novela de Meg Wolizer
Reino Unido-Suecia-Estados Unidos/2017

Josefina Sartora


En plena primavera femenina, La esposa cuestiona el verdadero rol de la mujer detrás de un hombre de fama y éxito, en este caso, un escritor en vísperas de recibir el Premio Nobel. Glenn Close tiene a su cargo la caracterización de ese personaje complejo, oculto, que ha decidido permanecer siempre a la sombra de la figura, atenta a cubrir sus mínimas y máximas necesidades, a aceptar su egocentrismo y su megalomanía, su voracidad y frecuentes infidelidades, a festejar con él a los saltos su premio. Actriz versátil, que puede personificar tanto el mal (Relaciones peligrosas, Atracción fatal) como la gracia (Cookie’s Fortune), Close plasma aquí una actuación contenida, de mujer mesurada, que dosifica minuciosamente la información, y hasta la expresión de sus ideas y sentimientos más íntimos. ¿En qué medida Joan ha colaborado en la producción literaria de su marido (Jonathan Price)? Mediante reiterados, obvios y pobres flashbacks de su juventud (Joan es entonces interpretada por la hija de Close, Annie Starke), vemos cómo empezaron ambos sus carreras, cómo una escritora mayor pero de segunda línea (una Elizabeth McGovern algo ridiculizada) la disuade de escribir, porque en ese contexto histórico una mujer nunca tendría éxito con su literatura. Y Joan le cree, y posterga su deseo, y  cede ante la preeminencia de la carrera de su esposo.

El director sueco Björn Runge se basa en la novela de Meg Wolizer (adaptado por Jane Anderson, una guionista que en la serie Olive Kitteridge ya había escalpelado la psicología de la esposa) y ambienta su película en una Estocolmo fría y nevada, donde los sentimientos arden. Aunque transcurre en 1992, la historia exuda absoluta actualidad. Joan siente en esos días aflorar resentimientos largamente sofocados por el lugar al que la ha relegado un marido ególatra, y se niega a aceptar el puesto en el que él -con su propio consentimiento- la ha confinado.


Una escena contiene todo el drama: un biógrafo incisivo (Christian Slater) intenta indagar en la persona de esa esposa relegada la verdad sobre el futuro premio Nobel. La máscara de una Close refrenada, calma pero con fuego en sus ojos, que destellan furia y ambición, queda en nuestra memoria con su carga de ambigüedad y contradicción, de decepción, amor y rencor. Una mirada que constituye lo mejor de un film que no podría sostenerse por sí solo, con su exceso de subtramas inconducentes.


Es significativo que el hijo, escritor en ciernes, ansíe la aprobación paterna, no conformándose con el beneplácito de la madre. Hoy es inevitable preguntarse por qué esa mujer inteligente y talentosa eligió permanecer en las sombras, la causa de su negación y sometimiento, el sentido de su sacrificio. ¿Culpa por haber destruido una familia? ¿Temor a perder un marido tan seductor como incontinente? Tal vez ni siquiera la misma Joan comprenda las razones de su devoción al patriarcado y sus injusticias. Tal vez todo haya sido un mandato de los tiempos, que están quedando en el pasado.

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