27 de octubre de 2018

Hacerse grandes

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Tarde para morir joven.
Dirección y guión: Dominga Sotomayor
Chile-Brasil-Argentina-Holanda-Qatar/2018

Josefina Sartora


Si Argentina tiene como mejor director/a argentino/a a una mujer, Lucrecia Martel, en el cine de Chile también sobresale una directora femenina, Dominga Sotomayor, quien, como Martel, posee una sutil sensibilidad para plasmar la psicología de los jóvenes y las familias en crisis. Los personajes de Tarde para morir joven parecen salidos y continuar las historias de De jueves a domingo, su excelente opera prima. Dos generaciones, padres e hijos, conviven en una comunidad en los bosques que se encuentran entre Santiago y los Andes, en la era post Pinochet. Allí desarrollan una vida en medio de la naturaleza, algo salvaje y gozando de una libertad apenas conocida.

Sofía se encuentra en la edad iniciática, ávida de tener independencia, de por fin ser adulta y conocer el sexo, algo que su amigo Lucas todavía no le puede dar. Para ello, busca alguien mayor. Clara, más niña, ha perdido a su perra, a quien busca desesperadamente. Entre los mayores –siempre en el fondo de la escena- se vislumbran algunos quiebres, infidelidades, percibidos desde el punto de vista de los más jóvenes. Como en La ciénaga, es constante la presencia de lo ominoso, el peligro que acecha entre esos árboles, en los juegos de los niños con el fuego, en la liberalidad en que viven, y despierta un temor reforzado por el título.


Demian Hernández se revela como un gran actor (trans) en el rol de Sofía, ávida de salir de ese micromundo al que la ha relegado su padre, donde la ha abandonado su madre. Lo acompaña un elenco de actores chilenos en el que sobresalen Antonia Seghers y Alejandro Goic. Premiada en Locarno, una vez más Sotomayor muestra su destreza para dirigir jóvenes, y coreografiar escenas corales. Con gloriosa fotografía, altamente sugestiva, el acento está, una vez más, puesto en lo visual, en lo que se ve y no en lo que se dice, o no se dice. El film abre variados temas: la llegada a la adultez, las crisis de la adolescencia, la paternidad, la fidelidad, etc. En parte autobiográfica, aunque no haya referencias explícitas a la actualidad política, puede verse Tarde para morir joven como un cuadro social alegórico de la realidad chilena de los ’90.

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