Tarde para morir joven.
Dirección y guión: Dominga Sotomayor
Chile-Brasil-Argentina-Holanda-Qatar/2018
Josefina Sartora
Si Argentina tiene como mejor director/a
argentino/a a una mujer, Lucrecia Martel, en el cine de Chile también sobresale
una directora femenina, Dominga Sotomayor, quien, como Martel, posee una sutil
sensibilidad para plasmar la psicología de los jóvenes y las familias en
crisis. Los personajes de Tarde para morir joven parecen
salidos y continuar las historias de De jueves a domingo, su excelente
opera prima. Dos generaciones, padres e hijos, conviven en una comunidad en los
bosques que se encuentran entre Santiago y los Andes, en la era post Pinochet.
Allí desarrollan una vida en medio de la naturaleza, algo salvaje y gozando de
una libertad apenas conocida.
Sofía se encuentra en la edad iniciática,
ávida de tener independencia, de por fin ser adulta y conocer el sexo, algo que
su amigo Lucas todavía no le puede dar. Para ello, busca alguien mayor. Clara,
más niña, ha perdido a su perra, a quien busca desesperadamente. Entre los
mayores –siempre en el fondo de la escena- se vislumbran algunos quiebres, infidelidades,
percibidos desde el punto de vista de los más jóvenes. Como en La
ciénaga, es constante la presencia de lo ominoso, el peligro que acecha
entre esos árboles, en los juegos de los niños con el fuego, en la liberalidad
en que viven, y despierta un temor reforzado por el título.
Demian
Hernández se revela como un gran actor (trans) en el rol de Sofía, ávida de
salir de ese micromundo al que la ha relegado su padre, donde la ha abandonado
su madre. Lo acompaña un elenco de actores chilenos en el que sobresalen
Antonia Seghers y Alejandro Goic. Premiada en Locarno, una vez más Sotomayor
muestra su destreza para dirigir jóvenes, y coreografiar escenas corales. Con
gloriosa fotografía, altamente sugestiva, el acento está, una vez más, puesto
en lo visual, en lo que se ve y no en lo que se dice, o no se dice. El film
abre variados temas: la llegada a la adultez, las crisis de la adolescencia, la
paternidad, la fidelidad, etc. En parte autobiográfica, aunque no haya
referencias explícitas a la actualidad política, puede verse Tarde
para morir joven como un cuadro social alegórico de la realidad chilena
de los ’90.
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