4 de octubre de 2018


Petróleo
Grupo Piel de Lava
Teatro Sarmiento

Josefina Sartora


Piel de Lava es el nombre que eligieron las mujeres para su grupo creativo. Ellas son cuatro artistas: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes, y juntas desde hace años vienen realizando un teatro desprejuiciado, innovador, irreverente, incluso conceptual. También actúan individualmente en teatro, en cine, separadas o grupalmente, como en la reciente La flor de Mariano Llinás. y dirigen (Paredes en Todo lo cercano se aleja, de su autoría). Como Piel de Lava, las cuatro escriben, dirigen y actúan sus propias obras, aunque en sus dos últimas puestas colabora Laura Fernández en la dirección.

El teatro Sarmiento, nuevamente bajo la dirección de Vivi Tellas, convocó a este colectivo como parte de un plan de trabajo con grupos de teatro alternativo. Allí tuvieron su propia retrospectiva, con sus piezas: Colores verdaderos, Neblina, Tren y Museo, y ahora la enriquecen con el estreno de Petróleo.

En estos días se debate sobre la pertinencia o no de que varones encarnen mujeres en el teatro, o mujeres asuman roles masculinos. Como si nos olvidáramos de que la tragedia griega sólo tenía actores varones, y lo mismo regía para el teatro isabelino: Julieta, Desdémona y Ofelia estaban interpretadas por hombres. Pero las gestiones oficiales, generalmente manejadas desde la ideología del patriarcado, ya se sabe, van en general hacia atrás y no hacia delante, y rechazan todo aroma de sexualidades difusas. Lo más reciente, la suspensión de los ensayos de Esperando a Godot porque los curadores de la obra de Beckett no admiten que mujeres encarnen roles masculinos. Como si nunca hubiera tenido lugar la puesta de Leonor Manso, en la que Alicia Berdaxagar entregara su memorable performance como Lucky.


Y sin embargo. El teatro Sarmiento es oficial, y la característica más curiosa de Petróleo es que sus cuatro personajes, masculinos, están interpretados por las chicas (o ya no tan) de Piel de Lava. Esto no es lo habitual. ¡Y qué masculinos! Cuatro hombres que desarrollan una actividad dura: la extracción de petróleo en la Patagonia, viviendo en un tráiler en la absoluta soledad, donde la luz y la calefacción siempre están es estado de zozobra. Con un agravante: el petróleo casi no se brinda en ese pozo seco, la explotadora patronal está ausente en todo sentido. Piel de Lava construye en escena este mundo masculino, de hombres a la espera, que se ve alterado por la llegada de uno nuevo, quien casi sin querer disputa el liderazgo del Carli (Gamboa). El nuevo, Palladino  -el Paya- (Carricajo) es más fuerte, más inteligente, más original y sutil, más instruido que el Carli, y la competencia resulta inevitable. Pero limitarse a eso sería el cliché, el lugar común para la testosterona. Lo que ponen en práctica las Piel de Lava es una (de)construcción de un otro masculino en el escenario, con sus peculiares formas de transformismo. Sus barbas y pelucas ridículas, sus voces construidas, sus gestos varoniles estereotipados, la confesión de sus miedos proponen un nuevo masculino, y más allá va el personaje del Paya, con su ambigüedad sexual, sus ropas femeninas, su cabellera. Se abre entonces un mundo de sensibilidades y placeres desconocidos, negados. Las líneas se han quebrado, las oposiciones no son tales, los estereotipos estallan en pedazos.


Obviamente, Montoya (Paredes) no puede –ni quiere- ocultar su feminidad, la delicadeza que subyace bajo esa voz cascada, y esto suma. Por su parte el Formo (Correa) es el más eléctrico, el más dúctil, y llega un momento en que el espectador olvida su género. Todo/as ponen el cuerpo e imprimen vitalidad a esa vida entre paréntesis, y en parte se logra a través de la escenografía móvil que concibió Rodrigo González Garillo, totalmente consubstanciado con la propuesta de Piel de Lava, igual que su iluminador habitual, Matías Sendón. Ambos consiguen plasmar la significativa importancia entre el afuera y  el adentro en la estepa patagónica, el vacío del día y la noche atemorizante.

Teatro político que inquieta, que incomoda, que alegoriza sobre el poder, la explotación y el uso de los recursos, además del mensaje antropológico sobre género. A pesar de las condiciones de vida deplorables y en soledad, todo está surcado por un humor sorprendente, que contagia al espectador y nunca se burla de sus personajes, ni del varón en general.

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