Dovlatov
Dirección: Aleksei German
Guión: Aleksei German y Yulia Tupikina
Rusia-Polonia-Serbia/2018
Josefina Sartora
Podría entenderse Dovlatov como un
documento sobre la historia de la censura en la Unión Soviética post
stalinista. Una crónica sobre la situación del escritor bajo un sistema no sólo
represivo sino también selectivo: el talentoso Dovlatov (el serbio Milan Maric)
no puede publicar sus libros en tanto no se afilie al Partido y lo acepten en
la Sociedad de Escritores, y mientras tanto, languidece con un oscuro trabajo
periodístico, en la era Brezhnev. Pero la historia no termina en él, sino que
la película es un ejemplo del cine post glasnost, que revisa hoy la oscura
época represiva, sacando aquellas historias a la luz. Incluso puede pensarse
también en algún paralelo con la realidad que se vive en la Rusia
contemporánea.
Puede leérsela también como una crónica
de la vida bohemia, que no difiere demasiado de tantas otras historias de
artistas. En noviembre de 1971, en Leningrado, grupos de escritores se reúnen a
beber, escuchar jazz y conversar sobre arte y lo que logran saber del mundo
exterior, todas verdades turbias o que llegan tergiversadas, como el nombre del
kiwi.
Sergei Dovlatov (1941-1990) fue un casi
ignoto escritor, judío de origen armenio, amigo del posterior Nobel Joseph
Brodsky, dueño de una aguda ironía, quien sólo alcanzó el reconocimiento cuando
logró emigrar a los Estados Unidos y pudo publicar su obra (en Rusia, sólo
después de su muerte). Pero la historia no se detiene en Dovlatov. Es
inevitable parangonar la trayectoria del escritor con la del padre del propio
German, también llamado Aleksei, un gran director de cine casi ignorado en
vida, quien debió esperar la perestroika de fin de siglo para recibir su
merecido reconocimiento.
German Jr continúa su revisión crítica de
la historia soviética que viéramos en Soldado de papel (2008), película
con la que Dovlatov tiene puntos en común, y Bajo nubes eléctricas
(2015). Concebido también como una historia coral, de esa bohemia frustrada y
melancólica, con elaborados planos secuencia que ponen en escena ese accionar
–o vegetar- de ese cuerpo social en una cuidada coreografía, fotografiada en borrosos
tonos neutros, sepias y beige muy altos, desteñidos, como la realidad del
tiempo.
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