15 de agosto de 2019

Festival Barenboim 2019. Segunda nota



Josefina Sartora


Finalizó una nueva versión del Festival Barenboim, que cada año viene realizándose en Buenos Aires. En esta oportunidad, contó nuevamente con la presencia de Marta Argerich –quien por lo visto ha decidido regresar cada año a dar su música a Argentina-, la violinista Anne-Sophie Mutter, y el tenor Rolando Villazón, todos con la orquesta Divan, cuyo violín solista, Michael Barenboim, tuvo también su momento estelar. Los conciertos se escucharon en el rebautizado Auditorio Nacional (ex Ballena Azul) del Centro Cultural Kirchner, porque este año no hubo acuerdo con el Teatro Colón, al parecer por motivos económicos.

Este último tema ha dado que hablar, porque por primera vez los conciertos en el CCK no fueron gratuitos: las entradas costaron entre cuatrocientos y dos mil pesos, lo que dio lugar a algunas protestas. Por otro lado, el Estado destinó gran parte de su exiguo presupuesto de Cultura a traer, alojar y pagar a semejantes artistas, mientras se niega a organizar y promover otras actividades por la falta de fondos. No queda claro cuáles son los criterios políticos y estéticos de una inoperante y penosa Secretaría de Cultura, y mucho menos, de la Secretaría de Medios y Contenidos Públicos. Recuerdo muy bien cuando este Gobierno decía que no es haciendo espectáculos como se genera cultura… Si por un lado tuvimos este excepcional festival, por otro se elimina el Ministerio de Cultura, la Orquesta Sinfónica Nacional atraviesa una situación crítica, sus músicos no cobran lo debido, se cierran los centros culturales… la lista es muy larga.

De todas maneras, el Festival fue espléndido, y se desarrolló paralelamente un foro de reflexión y discusión de pensadores sobre la paz, tema que a Barenboim –un artista en el mundo, al cual nada de lo que sucede internacionalmente le es ajeno- le interesa particularmente.

Hubo momentos destacables, como cuando en la conferencia de prensa cada vez que alguien hacia una pregunta sobre un tema musical el Maestro llevaba la respuesta al ámbito de lo social, o de la actualidad. Por ejemplo, cuando se le preguntó por sus planes para el año próximo, dijo que vendría en julio, porque en agosto hará una gira por África, región que está sufriendo una extrema migración, y él busca con esa gira paliar en alguna medida, dentro de sus posibilidades, las carencias culturales de su población.


Otro momento gozoso los constituyó el ensayo abierto que brindó con la orquesta Diván y Argerich. Este año no hubo concierto en la calle, como en otras ocasiones, sino que la música llegó en forma gratuita en ese ensayo y en un recital que la orquesta dio en Tecnópolis. Hay que aclarar que todo el repertorio de esta gira consistió en su gran y mayor parte en temas musicales muy transitados, bastante populares, si se puede hablar así. En el caso del ensayo del concierto que dieron el domingo, la orquesta ejecutó la Sinfonía Nº 8 Inconclusa de Schubert, y el concierto Nº 1 para piano de Chaikovsky con Marta Argerich. Dos obras que suelen ser caballitos de batalla, que el público –en general con poca experiencia de conciertos en vivo- conoce, generadoras del aplauso espontáneo. Una de las pocas excepciones en esa elección de repertorio fue el Concierto para orquesta de Witold Lutoslawski, una obra del siglo XX, fuertemente rítmica y de gran riqueza tímbrica. Siempre resulta interesante asistir a “la cocina” de una obra, ya sea teatral o musical: verlos ejecutar por turnos los distintos instrumentos, repetir una frase, corregir una entrada, o un tempo, conocer los requerimientos del director.


Por último, otro momento brillante fue el concierto de cámara. Marta Argerich fue la estrella, tocando junto a solistas de la Divan –un conjunto que no tenía experiencia previa pero que salió airoso del encuentro-, la inspirada Obertura sobre temas hebreos de Prokofiev, una obra poco escuchada. Nuevamente, se descartó un programado Dimitri Shostakovich para optar por dos obras más populares de Schumann, y en la segunda parte brillaron Argerich primero acompañada por Barenboim hijo al violín y con el padre en el Andante con variaciones, en una brillante ejecución de dos solistas que se conocen, se entienden, y establecen una peculiar comunicación y empatía.

Resta esperar el regreso de estos notables artistas, en lo que seguramente ha de constituir una especial celebración de los cincuenta años de Daniel Barenboim en los escenarios musicales.


No hay comentarios:

Publicar un comentario