12 de marzo de 2020

David y Goliat

El precio de la verdad (Dark Waters)
Dirección: Todd Haynes
Guión: Mario Correa y Matthew Michael  Carnahan
Estados Unidos/2019

Josefina Sartora


El cine de los Estados Unidos siempre ha sido el principal publicista de su sistema de vida. No sólo ha mostrado su sociedad como el modelo a tomar por otras, sino que durante toda su historia ha bajado líneas sobre temas morales, religiosos, políticos. Extrañamente, la nueva, diferente película de Todd Haynes no hace otra cosa. Pensada en un primer nivel como una denuncia contra las corporaciones inescrupulosas que atentan contra la sociedad para obtener sus fines económicos, relata la historia real de un oscuro abogado de Ohio que se compromete con la lucha de toda una comunidad contra la poderosa empresa química DuPont, que está contaminando toda el área del pueblo de su infancia en West Virginia, arrojando residuos tóxicos en el agua que beben animales y humanos, además de producir el Teflon también contaminado,  provocando múltiples enfermedades, deformaciones y muertes en los consumidores incautos, expuestos a una contaminación solapada.

Socio reciente de un poderoso estudio de abogados que defiende corporaciones similares a DuPont (cuyo director está encarnado por Tim Robbins), Robert Bilott (un Mark Ruffalo engordado, descuidado, casi irreconocible, pero siempre excelente) se compromete cada día más a medida que constata la depredación, basada en las pruebas que la misma DuPont ha aportado, en la convicción de que nadie iba a investigar una historia muy compleja que databa de decenas de años. Sin embargo, esta suerte de héroe moderno logra lo imposible, a costa de su cuerpo, y gracias a una familia que lo apoya a pesar de las crisis que sobrevienen por su obsesión en este caso que duró casi veinte años.


Filmada en su mayor parte en interiores (de hogares, oficinas, tribunales), con permanente diálogo, sus escenas más significativas son las de exteriores, fotografiadas por Edward Lachmann, que muestran una región devastada, oscura y gris bajo la nieve, como si la contaminación del agua y la tierra se extendiera a los cielos.


Volviendo al párrafo inicial, la historia parecería contradecirme, por la denuncia que implica, lo cual no justifica los ataques que ha recibido Haynes de parte del stablishment. Sin embargo, no es así. El precio de la verdad (su título de estreno en Argentina en vez del original Aguas oscuras, que hubiera sido mucho más poético) no hace más que corroborar mi tesis. Al denunciar a una mega empresa como DuPont, que termina condenada a indemnizar a cada uno de los damnificados, la película está mostrando la perfección del sistema, denunciando un error para reforzar “la fe” en el mismo, según se dice en el film. Hoy los monstruos no son gorilas, ni vienen de otros mundos, ni el comunismo, ni siquiera los árabes, sino las imperfecciones del sistema, que debemos mejorar. Junto al uso abusivo de las industrias, allí está también el cambio climático.

Causa sorpresa esta película de Todd Haynes, uno de los mejores directores de Hollywood, cuyas previas habían estado dedicadas a la situación de la mujer, o de artistas y sexualidades no convencionales. La esposa de Bilott (Anne Hathaway) es la contracara de las mujeres de Haynes (las de Carol, la de Safe, la de Lejos del paraíso), llenas de matices de una complejidad notable: una ex abogada que dejó su profesión para dedicarse a ser ama de casa, a quien le crea un gran conflicto apoyar a su marido. Pero sin embargo, muy lejos de las preocupaciones políticas y estéticas de Haynes, El precio de la verdad no es sino un buen film de propaganda.

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