7 de mayo de 2020

Llegan Los Rusos

Claroscuros ha acompañado la cuarentena. Durante abril de 2020 no hemos publicado ninguna nota. No hay cine, ni teatro. Muchas películas y series en casa, eso sí, y la biblioteca.
Esta ha sido la oportunidad de volver a mis estudios sobre cine y cultura rusos, a los que me he dedicado con un entusiasmo viral. Por lo tanto, Claroscuros será la plataforma de ensayo para compartir esas investigaciones, esos trabajos. Aparecerán de manera algo inorgánica, pero prometo que, en algún futuro, tendrán su orden. Mientras tanto, ¡a disfrutar de Los Rusos!

1. El cine bizarro de Aleksey Balabanov


Fruto de la glasnost y la perestroika, Aleksey Balabanov (1959-2013) es uno de los más talentosos directores de cine ruso. Artista inclasificable, dueño de una variedad de matices, y amplitud de registro nunca antes visto en el cine ruso, Balabanov es una suerte de enfant terrible en Rusia, con tantos admiradores como detractores. Radical, contestatario, Balabanov presenta la atmósfera de una Rusia soviética y post soviética con humor corrosivo, violencia e ironía. Siempre dando la espalda a la corrección política, su cine de violencia es una cachetada al realismo socialista, que entendía el cine como herramienta de enseñanza y ejemplo para la sociedad. Nada más lejos de la intención de Balabanov, quien parte de una visión desencantada, tras la caída de la Unión Soviética, y construye una distopía. Acusado de nacionalista, antisemita, homofófico, racista y anticomunista, el director nunca se molestó en responder a estas diatribas, o sí lo hizo, a través de sus films.

El suyo es un cine de autor con fuerte impacto en el público, que lo aplaudió e hizo famoso. Lejos de ceder a la tentación comercial, toma los géneros clásicos y los reelabora en su estilo muy personal, transmutándolos a una versión única, rusa, postmoderna. Sus películas más famosas son las que abordan el thriller y cine de gangsters, pero es dueño de una rica filmografía que incursiona en el melodrama, el film de época, el realismo fantástico.

Balabanov hace su cine cuando el sistema de producción atraviesa cambios radicales. Una de las medidas más importantes fue la suspensión de la censura, lo cual dio libertad para incursionar en temas hasta entonces prohibidos. Y por otro lado, el abandono del Estado del monopolio en la producción y distribución de películas, y la sanción de una ley de cine proteccionista, que dio lugar a la emergencia de productoras independientes. Ese contexto permitió al novel director crear su propia productora, CTB Film Company, en sociedad con Sergei Seli’anov y Vasily Grigor’ev, con la cual produjo casi la totalidad de sus films. Con guiones propios generalmente, y un equipo técnico y elencos que lo acompañan reiteradamente.

Elegimos a este rico, creativo director por la variedad de sus propuestas y abordajes para hablar de la sociedad rusa.

Hermanos con revólver: Brat

Durante el régimen soviético resultó impensable la incursión en el cine noir, bajo el riesgo de ser tildado de anti soviético. Sólo después del ocaso del sistema, como una de las consecuencias de la glasnost, y sobre todo de la perestroika, con la decepción de toda una generación que vio sus ilusiones perdidas, incluso traicionadas, comenzaron algunas miradas críticas, aproximaciones, hasta llegar a la chernukha (=hecho de negro), que presentó todo el lado oscuro de la vida en la URSS de la era Yeltsin. Con la caída del régimen, el cine mostró una sociedad que el realismo socialista había ignorado, o abolido. El cine muestra la decadencia, misera, violencia, amoralidad y nihilismo: arribismo social y económico, gangsterismo, prostitución, pornografía, corrupción fueron sus temas. Toda una mirada sórdida de los aspectos más negativos empieza a reflejarse en las pantallas, lo que genera una reacción de los nacionalistas conservadores, como Nikita Mikhalkov. Y con el auge de las mafias rusas en los ’90, se vio sobre todo el surgimiento del cine de gangsters.  Es en el cine de acción, tanto el bélico como de mafiosos, en el género que Balabanov muestra el lado más denso, oscuro y negado de la sociedad rusa en transformación. El film de mafiosos se constituyó como el medio óptimo para mostrar o expresar la decepción y el desencanto.


En 1997, a los 38 años, Balabanov filma Hermano (Brat), que vendría a alterar toda la cinematografía rusa. En los ’90, tras la reestructuración del país, el cine se ocupa de reflejar el lado oscuro social, en una suerte de reacción contra la imagen de Rusia que había trasmitido el realismo socialista. Brat abre un género de violencia, una suerte de peculiar film noir ruso, concebido con genialidad e interpretado por el dúctil, sugestivo y seductor Sergei Bodrov Jr. En el film, encarna a Danila Bagrov, un ex combatiente en la guerra de Chechenia que regresa al hogar familiar, y su madre lo envía a probar fortuna a San Petersburgo, donde su hermano al parecer se ha convertido en alguien. En verdad, se trata de un gangster, cuyo jefe de la mafia le encarga eliminar a un rival que lidera una banda chechena. Cuando llega Danila, Viktor (Viktor Sukhorukov, de presencia habitual en los films de Balabanov) le transfiere el encargo, estafándolo. Si bien Danila afirma que durante la guerra ha realizado trabajos de oficina, se revela como un eficaz pistolero, capaz de artimañas de todo tipo para deshacerse de quien haga falta, mucho más sagaz, violento y duro que su hermano. Con rostro angelical y una sonrisa encantadora, Danila está obsesionado por escuchar la banda de rock Nautilus Pompilius, mientras hace el trabajo sucio de su hermano. En su huida de una pelea, se sube a un tranvía –los tranvías de San Petersburgo siempre son personajes del cine de Balabanov- y allí conoce a una conductora joven y  amable, Sveta, quien lo acoge y con quien entabla una relación. Pero ella tiene un marido que abusa de ella, a pesar de lo cual ella lo ama. Sveta es el arquetipo de la mujer trabajadora del sistema socialista, sacrificada en un matrimonio frustrante. Su relación con Sveta no impide a Danila tener otra amiga, Kat, opuesta a la anterior, post socialista, adicta a las drogas, el sexo y la música: una joven de la nueva generación post perestroika. Dos tipos de mujer, algo poco frecuente en los films de Balabanov. Danila las protege, sin quedar unido a ninguna de ellas. También en su deambular por las calles de la ciudad hace amistad con un vagabundo alemán, Hoffman, de quien recibe consejos y con quien comparte unos tragos en un refugio del cementerio (nuevamente) luterano Smolenskoye.


Balabanov muestra a su amada San Petersburgo en estado de decadencia y degradación. Muchas escenas transcurren en un mercado precario, con desempleados, mafiosos, y en las calles domina el crimen (des)organizado, que impone sus propias normas a la población indefensa, no hay atisbos de fuerzas del orden o justicia, como si en la ciudad imperara la anarquía.

Danila atraviesa una serie de circunstancias –incluida una traición de su hermano Viktor- hasta cumplir con cada uno de sus cometidos. Finaliza subiéndose a un camión rumbo a Moscú, porque es allí donde pasan cosas, a manera de los héroes de los westerns de Hollywood que se alejan del pueblo en el plano final. Suerte de nueva clase de héroe, Danila sabe combinar la dureza del mafioso con la humanidad y dulzura del joven rockero, amante de su familia y de la mujer que ha encontrado. No menos sabia es la puesta de Balbanov, con diálogos mínimos, y una sobriedad para filmar las escenas de violencia, a veces con un fuera de campo importante.


Brat presenta un cuadro realista crítico de la situación social post soviética. El film recogió críticas de nacionalista, sobre todo por su presentación negativa de los chechenos, villanos o tramposos, sin notar la ironía que subyace en sus propuestas. Baste ver la relación de amistad y fidelidad que se establece con el alemán, figura tradicionalmente enemiga de los rusos. Incluso ha recibido la acusación de racista, por sus chistes sobre los judíos, tratados con desprecio, algo que el director llevaba a la vida real. Brat, como otros de este director, se inscribe en el género de chernukah, que mostró el lado oscuro de esa sociedad tan deificada durante el realismo socialista.

Hay en la película un paréntesis en la sucesión de violencia, un intervalo inesperado: mientras espera para liquidar a sus oponentes en un departamento, Danila sube al piso superior donde están reunidos los miembros de su admirada banda de rock, charlando, haciendo música, mostrando otro mundo posible, que para el muchacho constituye una epifanía. Efímera, eso sí. Tanto Brat como su secuela Brat 2 muestran el valor de la música no sólo para Danila sino también para Balabanov, que participó del rock en su ciudad natal de Sverdlosk durante la perestroika de los ‘80, ciudad también del grupo Nautilus. Una nostalgia por la música que recorre el film: Danila busca sin cesar unos cds, sin conseguirlos, y esa es la música extradiegética del film. Es en última instancia la música –el reproductor de cds- la que le salva la vida.

Josefina Sartora

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