26 de octubre de 2010

Noticias del Festival de Viena 1

El amigo Gastón Solnicki es también un fan de la Viennale, estuvo aquí con süden hace dos años y ha venido ahora a presentar Aardvark, un film inclasificable, dirigido por Kitao Sakurai, un hombre joven muy simpático que se me presentó como mezcla de japonés, yanqui y argentino. Gastón es uno de los productores del film, y fue operador de luces. Lo más fácil sería decir que se trata de un film indie, coproducción entre Estados Unidos y Argentina, pero vayamos un poco más adentro: creo que es la primera película que veo en mi vida cuyo protagonista esté interpretado por un actor ciego.



Sigamos: en un registro casi documental, vemos cómo vive ese hombre solitario, que se las arregla bastante bien en su vida cotidiana, acude a un grupo de recuperación del alcoholismo y reza arrodillado junto a su cama. El primer plano del film podría engañar: una panorámica de un bosque muy frondoso, donde Larry se abre paso con su bastón, con dificultad pero tenazmente, entre malezas, árboles caídos y trampas del terreno. Sakurai viene de la fotografía, y eso se nota en las bellos planos del film. Pero en seguida se abandona lo bucólico para pasar al ámbito urbano, donde la vida es aun más dura. Larry conoce a Darren, un instructor de judo y empieza esta práctica, encontrando una actividad placentera y estimulante y un nuevo amigo, que le abrirá nuevas alternativas de vida. Pero Darren está involucrado en asuntos no muy limpios, que derivan en hechos de violencia. Sin buscarlo, casi sin darse cuenta, Larry tendrá su propio descenso a los infiernos.

Como dije, se trata de un film insólito, en el cual los cuerpos cobran una importancia vital: la visión que falta a Larry es reemplazada por lo táctil y el peso corporal. Es clave la escena en que van a un show, y la stripper termina arriba de Larry, bailando contra su pecho. Cuando Larry decide investigar qué ha sucedido con su amigo, entramos en un terreno siniestro que evoca lo más denso de David Lynch. Esta segunda parte del film, que se aleja de lo documental y entra en la ficción como un noir muy libre, bordea peligrosamente el precipicio. La actuación de Larry Lewis es muy inquietante, con esa mueca de los ciegos, cuya sonrisa no quiere decir lo mismo que en una persona vidente. Terminé entusiasmada con la propuesta, original y arriesgada, de Sakurai, aunque el público, algo desconcertado, no parecía tan entusiasta. Es de esperar que el Bafici, que apuesta por opciones extremas, elija esta película.

Lo mejor de Apichatpong Weerasethakul, o por lo menos, la película que más me ha gustado, Uncle Boome Who Can Recall His Past Lives, es un viaje a lo fantástico-maravilloso, una película imprevisible, llena de sorpresas. Boomee está enfermo, y decide ir a morir a su pueblo al norte de Tailandia, cerca de Laos, una región convulsionada políticamente. En la casa de su cuñada, una sensible mujer que lo acompañará antes de su partida, es visitado por el fantasma de su esposa, muerta joven, y de su hijo desaparecido años antes, reencarnado en una suerte de orangután fantasma de ojos luminosos, que deambula junto a otros semejantes, en una alusión al pasado trágico del país. Esta apretada sinopsis no hace más que dar una idea de un film que, como los anteriores Blissfully Yours (2002), Tropical Malady (2004) y Syndromes and a Century (2006), rehúsa los nexos lógicos y las relaciones causales, rinde homenaje e incluye elementos de la mitología tailandesa y del budismo a la vez que alude a la represión política, pasada y presente.

Apichatpong dijo al presentar su película que la clave es “dejarse ir”, y en efecto, el film es como un hermoso sueño, una experiencia meditativa. Nuevamente, demuestra su talento para filmar la selva, sus lugares y sus sonidos, y cómo inter-relacionar lo real con lo mítico. Creo que Apichatpong es uno de los directores más originales del momento, coherente consigo mismo, de una cinematografía bellísima, donde la fuerza de la naturaleza ocupa un lugar tan especial como los mundos paralelos.

Tal vez el film más accesible de este director, le valió la Palma de Oro en Cannes, en lo que muchos ven como una moda orientalista en el cine mundial. Como sea, es de esperar que ese galardón sirva para que tenga alguna difusión en nuestro medio, donde jamás se ha estrenado una película de Apichatpong Weerasethakul.

Josefina Sartora

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