16 de noviembre de 2010

Festival de Mar del Plata 1. Competencia Latinoamericana

Si durante la gestión de Manuel Pereyra el Festival de Mar del Plata se orientó hacia la difusión del cine latinoamericano, bajo la presidencia de José Martínez Suárez las elecciones de la programación recaen en el cine independiente internacional, acercándose al esquema de los festivales ajenos al circuito de los grandes mercados, como son el Bafici, el de Torino o el de Viena. Si bien este Festival conserva su Competencia Latinoamericana, en las demás secciones están ausentes las películas de ese origen, detalle muy llamativo en estos momentos en que todos los festivales se ocupan de presentar lo más nuevo del cine de esta parte del mundo.

El film más interesante que he visto en esta Competencia es el paraguayo Novena, de Enrique Collar. Una pintura -y el epíteto no es azaroso, Collar es un artista plástico y su talento resulta evidente en la composición de los largos planos-paisaje- del ambiente rural paraguayo, con ciertas reminiscencias de Hamaca paraguaya. Casi un documental, el film muestra la realidad de una vida rural casi atemporal ajena a la globalización, y la vigencia de las tradiciones paraguayas, la fuerza del guaraní, la organización familiar bajo la ancestral égida del matriarcado, la devoción de un pueblo religioso y la siempre presente posibilidad de huída a otros mundos.


Del ascendente cine mexicano, Año bisiesto de Michael Rowe me resultó una experiencia difícil de sobrellevar. Es un film muy duro realizado bajo la obvia marca de Carlos Reygadas, que cultiva el feísmo y el gusto por las situaciones límite. Filmado casi íntegramente en el interior del departamento de Laura, la protagonista, una chica que hace porco se ha mudado del interior al DF, vemos la rutina de esa mujer solitaria, que trabaja con su computadora para una revista, habla por teléfono, espía a sus vecinos, y sus pocas salidas son al supermercado o a buscar hombres de una noche. Con uno de ellos entabla una relación sado-masoquista que ella intentará llevar al extremo.


Laura pasa gran parte del film desnuda, siempre dispuesta para lo peor. Como en el peruano Octubre, film comentado ya en la nota sobre la Viennale y presente en esta Competencia, la fotografía del film es de tomas cortas, sin primeros planos pero tampoco planos abiertos, lo cual refuerza la sensación de encierro y soledad. Para mí, que rechazo los films que se regodean en el maltrato a la mujer, fue de una visión difícil este film que ganó la Cámara de Oro en Cannes, y que trata del dolor, abandono, incesto y desamor.

No menos dura es Abel, otra película mexicana, opera prima del actor Diego Luna. Abel es un chico autista que después de varios años de internación regresa a vivir con su madre y hermanos. El muchacho encuentra la manera de salir de su encierro adoptando la identidad de hombre de la casa: esposo de su madre y padre de sus hermanos, situación que no se contradice por temor a otra crisis psiquiátrica. Aunque parece amable, se trata de otro film sobre la amenaza del peligro, el dolor y las formas de disimularlo.

Entre las argentinas presentadas en esta Competencia, La vieja de atrás de Pablo José Meza no me pareció a la altura del anterior film de su realizador, Buenos Aires 100 km. Otro film sobre la soledad, esta vez de dos vecinos, una vieja y un joven, que se encuentran para paliar ese asilamiento. Pero la reiteración de los actos mecánicos y el encierro en ese mundo gris no logró despertar mi interés y me sumió en el tedio.

Josefina Sartora

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