Alemanes y japoneses
Im Shatten, de Thomas Arslan, es una película de género con todas las reglas. Un film noir alemán de ladrones y policías tratado con extrema economía y un agudo manejo del suspenso. Trojan es un ex convicto que mientras elude el acoso de algunos mafiosos, planea un golpe al parecer impecable. Cuando el atraco parecía un éxito, las cosas empiezan a salir mal. En la línea del cine negro clásico de Hollywood, el film evoca ciertos momentos de Hawks, de Tourneur e incluso de Melville, en tono menor. El protagonista es un samurai de pocas palabras, un profesional que vive para hacer su trabajo, y no tiene más estimulo que ése. Su contraparte, el policía corrupto, funciona como su espejo. Un film austero, riguroso y desapasionado, filmado con excelente fotografía tan dura y fría como la historia.
La otra película alemana que vi fue Das rote Zimmer, de Rudolf Thome, una comedia loca con un triángulo: el doctor Hintermeier es un investigador del beso y sus efectos fisiológicos. Su vida afectiva es una ruina, su ex mujer no quiere ni verlo y para acompañarse en su cumpleaños contrata una prostituta. Hasta que compra una bandeja antigua que parece ser el objeto mágico que cambia su vida. Conoce una pareja de jóvenes lesbianas muy simpáticas que deciden incorporarlo a sus vidas, él se enamora de ambas, ellas de él, y con desparpajo y toques de fino humor se desarrolla esta comedia que, más que alemana, parece inspirada en los chistes de Rohmer o Rivette.
Era obligada la cita con la última película de Koji Wakamatsu, Carterpillar. Como siempre, el enfant terrible japonés nos da un cine duro y cruel, sin contemplaciones.
Fin de la guerra chino-japonesa, un teniente es devuelto a su casa con todos los honores, tres medallas y en su pueblo rural es declarado Dios de la Guerra, por su defensa del Emperador. El teniente Kurokawa ha quedado sin habla y sin miembros, reducido a un torso y una cabeza desfigurada. Cuando en los momentos más dramáticos se arrastra por el piso, semeja una oruga, traducción de Carterpillar. Y su vida no es muy diferente a la de un animal. Su esposa no tiene otra opción que asumir su deber de cuidarlo, como ejemplo para todas las mujeres de los soldados en combate. El film es un duro alegato antibélico, cuestionador de las acciones de guerra. Habiendo sido un violador y asesino de mujeres durante las batallas, el teniente exige a su esposa tener sexo a diario, tal vez como la única manera de sentir su hombría.
Como dice el director, describir la guerra no significa sólo mostrar los disparos o las batallas. Wakamatsu se interna en la intimidad de una pareja que debe vivir su conflicto a solas, y no ahorra detalle desagradable de lo que se vive en esa intimidad: los juegos de poder, el deber y el derecho, el castigo, la desesperación están mostrados en escenas lacerantes. La actriz Terajima Shinobu debe atravesar prolongados y arduos primeros planos de dolor, haciéndose cargo del drama de la pareja. Su actuación, tan impactante como la del impedido Onishi Shima, le valió un Oso de Plata en Berlín.
Mientras tanto, pasan los años y las distintas guerras se suceden, para las cuales el Imperio sigue reclutando a todos los jóvenes de ese pequeño pueblo de agricultores, que van al frente ciegos en su acendrado nacionalismo. Finalmente, conocemos los números de las victimas de cada ataque atómico, y de cada guerra sostenida por Japón. Un trabajo incontestable.
Josefina Sartora
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