12 de abril de 2011

Cubrimos el 13er Bafici

Continuamos con la cobertura del 13er Bafici, ahora sí, en plena actividad.


Competencia Internacional

Yatasto. Dirección: Hermes Paralluelo. Guión: Jimena González Gomesa, Ezequiel Salinas, Hermes Paralluelo. Argentina/2011.

No estamos ante un documental más sobre cartoneros, como hubiera podido pensarse. Esta opera prima constituye un muy cuidado trabajo de ensayo sobre ese grupo social –en este caso en el barrio de Villa Urquiza, una zona poblada de desechos en la ciudad de Córdoba-, con una elaborada puesta en escena de cada momento, cada cuadro de la vida de dos chicos que se inician en el oficio. Bebo y Ricardo conducen un carro de caballo por las calles de Córdoba y la cámara es testigo de sus charlas y situaciones de vida cotidiana. Pero no un testigo cualquiera: su ubicación radica siempre en un sitio privilegiado, casi mágico, que le permite lograr en planos fijos imágenes notables, podría decirse demasiado bellas, tal vez, pero no puedo acusarla de estetizar la miseria. Porque aquí no la hay: los personajes viven con dignidad su carácter de trabajadores, los chicos aprenden un oficio, enseñanza que reciben de la abuela, pionera en la tarea de “juntar para ganar plata”. Ella es la jefa de ese hogar donde Bebo y su hermana lamentan la ausencia de la madre, el alcoholismo del padre, en conversaciones tan naturales y espontáneas que el espectador se pregunta en qué medida siguen alguna consigna. Hay aquí un extraordinario trabajo con el espacio, la forma y el color, en esos lugares de detritus y un sabio uso de la luz natural. Magníficas todas las tomas de los caballos que ama Ricardito, las de amasijos de hierros, y sobre todo, las de esos pequeños carreros que la cámara toma casi en primer plano, mientras hablan un dialecto que, por suerte, viene con subtítulos.

Con De caravana y ahora con Yatasto, comprobamos que el cine argentino no se limita a Buenos Aires. También se hace en Córdoba y compite en la sección Internacional.



El estudiante. Dirección y guión: Santiago Mitre, Argentina/2011.

Una rara avis en el nuevo cine argentino: una película donde la política –literal- ocupa el primer lugar.

Santiago Mitre es uno de los cuatro directores de El amor, primera parte (2004), y forma parte del grupo de directores de la última generación del NCA salidos de la FUC, con el apoyo de Mariano Llinás. Éste oficia aquí de productor junto a Pablo Trapero, una asociación que al menos yo, nunca había imaginado, y la unión ha dado buenos resultados. Si a ese grupo se lo pudo acusar de hiper intelectual y literario, la opera prima en solitario de Mitre comparte con sus compañeras la mirada hacia una generación –que se está haciendo mayor- encarnada aquí en los estudiantes universitarios con conciencia social y política, que militan en los centros de estudiantes. Cuando Roque llega de su pueblo a Buenos Aires para iniciar una carrera universitaria por tercera vez, resulta algo ingenuo en su manera de insertarse entre sus compañeros, levantando chicas. De a poco se iniciará –siguiendo a una profesora- en las lides de esa micro política que constituye la militancia universitaria, retratada por Mitre con una mirada escéptica, desencantada, donde la política caníbal se construye a golpes de traición. Si bien sus viejos dirigentes resultan algo esquemáticos o estereotipados, no dejan de ser reflejo de la realidad. Mitre demuestra madurez en el tratamiento del tema, abordado con toda seriedad, y filma en las facultades de la UBA, en un registro casi documental que logra recrear ese ambiente de agitación permanente y caos creativo que imperan en ellas cotidianamente.

El estudiante es tal vez la mejor de las películas de esa cofradía: técnicamente muy cuidada, sus actores están impecables, desde Esteban Lamothe y la talentosa Romina Paula en los protagónicos hasta los menos importantes, y tiene algunos personajes secundarios logrados, como el padre de Roque, su primera novia en Buenos Aires y el padre de ésta. Marca del grupo, la voz de un narrador resulta aquí innecesaria y contraproducente, porque no agrega nada a lo que está sucediendo en pantalla, o a punto de acontecer. Con un guión bien estructurado, que tal vez se prolonga con algunas reiteraciones, no podía estar ausente el tema histórico, con las referencias a Perón y, más allá, a Lisandro de la Torre. Otra película digna de competir en la sección Internacional, y que renueva el elenco de talentosos jóvenes directores argentinos.



Competencia Cine del Futuro


The Terrorists. Thunska Pansitivorakul, Tailandia-Alemania/2011.

Censurado en su país, Thunska Pansitivorakul realiza un ensayo documental sobre los temas que su gobierno califica de terroristas. Sin ilación lógica entre los segmentes, sin seguir orden orgánico alguno, el film documenta las protestas populares y la represión ejercida por las fuerzas del gobierno. Hay notas autobiográficas, tomas de peces, de pobladores de Bangkok. Pero también se ocupa de los hermosos cuerpos de jóvenes efebos que se desnudan ante las cámaras, en un paralelo entre las revueltas del cuerpo social y la exhibición del cuerpo físico, con una larga secuencia masturbatoria tan revulsiva como lo es la revuelta popular.



Trayectorias

Nostalgia de la luz. Patricio Guzmán, Chile-Francia-España-Alemania/2010.

Una de las más bellas películas del Festival, la última y tal vez la mejor del maestro. Patricio Guzmán comienza como un documental sobre la práctica de la astronomía posible en el desierto de Atacama, a 3.000 metros de altura. Único sitio de la tierra sin humedad, inmejorable punto donde los astrónomos de todo el mundo observan el espacio como manera de asomarse al pasado, ya que la luz que perciben de las estrellas fue emitida hace años. Pero no son los únicos: en ese mismo desierto, hoy hay mujeres que buscan restos de sus familiares desaparecidos durante la dictadura de Pinochet, ya que allí fueron arrojados miles de cadáveres.

El premiado documental de Guzmán articula diversos elementos que encuentra relacionados. Lo que a algunos les resulta forzado, yo considero un hallazgo: el paralelo entre astronomía e historia, pero también entre el infinito espacio sideral y el más acotado de ese desierto implacable. La paradoja que el lugar óptimo para estudiar el espacio y nuestro pasado sea el desierto de Atacama, necrópolis de desaparecidos en el pasado reciente.

Arqueólogos, paleontólogos, astrónomos y mujeres sobrevivientes de las masacres de Calama resaltan la importancia de conservar la memoria para que una sociedad continúe su evolución, homologando todos los espacios, todos los tiempos. Pero también todos los cuerpos, ya que estrellas y humanos están hechos de la misma materia, como dijo Shakespeare.

Se trata de una experiencia meditativa frente a las imágenes de las galaxias, pero también dialéctica, como cuando una de esas mujeres arroja sus ya viejas preguntas al aire, a las que el film responde con el elocuente silencio de una maravillosa fotografía de esos espacios inmensurables.


Katka. Helena Trestíková, República Checa/2010.

En el Bafici de 2009 pudimos ver el trabajo siempre interesantísimo de la documentalista checa Helena Trestíková, en un foco de varios films. En René, la realizadora acompañaba durante más de 14 años a un chico rebelde y delincuente, que entra y sale de prisión sin lograr escapar de ese esquema. Katka es un trabajo semejante, esta vez con una chica adicta, cuya historia Trestíková sigue desde 1996 hasta 2009. Film de extremo dramatismo, porque su protagonista tampoco puede quebrar el estado de dependencia de su adicción. Las primeras tomas la encuentran en un centro de rehabilitación, y año a año la vemos contar su historia familiar, cambiar de parejas –Katka se une a hombres adictos y violentos-, y seguir frustrados intentos de desintoxicación. La joven tiene una hija que ha deseado desde siempre, pero no puede hacerse cargo de su maternidad. Es terrible el deterioro físico evidente que experimenta Katya a lo largo de los años, y en 2009, cuando tiene 31 años, parece una mujer de 50. Otro excelente trabajo documental, bien filmado y montado, que logra que empaticemos con un personaje que podría no resultar simpático.



Twenty Cigarettes. James Benning, Estados Unidos/2011.

Todos los films de Benning son acerca del tiempo. Con sus siempre fotos fijas, ya sea de arroyos que corren, de cielos que cambian, o de trenes que pasan, su obsesión es acerca de la duración. Del plano, y de la vida. Si hasta ahora solía evitar la figura humana, en Twenty Cigarettes es su motivo casi único. Casi, porque se trata del veinte tomas fijas en plano medio de veinte personas que prenden un cigarrillo, lo fuman hasta el final y, a veces, lo apagan. Eso es todo. Pero como sucedía en RR, donde el espectador estaba pendiente del tren en la pantalla pero se anticipaba imaginando de dónde saldría el próximo, aquí se pregunta cómo será el siguiente fumador, porque los hay de todo tipo: distintas razas, edades, sexos, extracción social y cultural. Ante un fondo siempre interesante –paredes descascaradas, muros de madera, de piedra, o incluso el cielo- esos personajes fuman en soledad, los más jóvenes impacientes frente a la cámara, otros empedernidos fumadores en paz con su cigarrillo –como Thom Andersen- y en silencio, excepto un mecánico que monologa con su perro fuera de campo, algo asombroso en un film de Benning. Los acompaña el sonido ambiente, aunque nunca sabremos si está grabado en ese momento. Decía que se trata de un film sobre el tiempo: cada toma dura lo que demora el fumador en consumir su cigarrillo, algunos 3, otros 7 minutos. Eso dice mucho sobre el fumador. Porque estamos también ante un film sobre el ser humano.

Josefina Sartora

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