22 de abril de 2011

La magia del cine de la mano de Apichatpong

El hombre que podía recordar sus vidas pasadas (Loong Boonme raleug chat).
Apichatpong Weerasethakul, Tailandia-Rino Unido-Francia-Holanda-España-Alemania/2010




Ya hemos anticipado nuestro entusiasmo por este film en Claroscuros en ocasión de la cobertura del Festival de Viena. Pero ampliemos aquel anticipo:

Lo mejor de Apichatpong Weerasethakul, o por lo menos, la película que más me ha gustado, El hombre que podía recordar sus vidas pasadas, es un viaje a lo fantástico-maravilloso, una película imprevisible, llena de sorpresas. Boomee está enfermo, y decide ir a morir a su pueblo al norte de Tailandia, cerca de Laos, una región convulsionada políticamente. En su granja, acompañado de Tong (¿su sobrino?) y Jen, su cuñada, una sensible mujer que lo acompañará antes de su partida, es visitado por el fantasma de su esposa, muerta joven, y de su otro hijo desaparecido años antes, reencarnado en una suerte de orangután fantasma de ojos luminosos, que deambula perseguido junto a otros semejantes, en una alusión al pasado trágico del país. La persecución y cacería que sufren esos monos evoca la muerte de los comunistas a manos de fuerzas militares en los ´70, de las cuales formaba parte el mismo Boomee, y éste cree que su enfermedad es una consecuencia de ese karma. Estas escenas mágicas con los fantasmas, filmadas en planos distantes, nocturnos, son de absoluto realismo, tal que aceptamos que la mujer muerta practique las curaciones al enfermo. “Tu mano está fría”, le dice Boomee.

En verdad, poco sabemos de las vidas pasadas del tío Boomee, vemos su declinar, su despedida de esos montes de tamarindos, esa selva y esas maravillosas cuevas donde ha tenido origen su vida, evocada en sus últimos días, fragmentariamente.
Apichatpong Weerasethakul
con la Palma de Oro

Creo que Apichatpong es uno de los directores más originales del momento, coherente consigo mismo, de una cinematografía bellísima, donde la fuerza de la naturaleza ocupa un lugar tan especial como los tiempos y mundos paralelos. En esta última obra continúa con las propuestas de sus anteriores Blissfully Yours (2002), Tropical Malady (2004) y Syndromes and a Century (2006): rehúsa los nexos lógicos y las relaciones causales, rinde homenaje e incluye elementos de la mitología tailandesa y del budismo al mismo tiempo que alude a la represión política, pasada y presente. Por supuesto que existe una distancia entre la mirada occidental y urbana, con un pensamiento lineal y binario, y la creatividad oriental de Apichatpong, que puede resultar(nos) demasiado exótica. Recuerdo que, frente a mis recomendaciones para ver Tropical Malady, exhibida hace pocos años en el Malba, la reacción del público no fue entonces muy favorable. El director tailandés dio el año pasado una larguísima clase magistral en el Malba, donde pudimos ver la coherencia de su experimentación plástica y cinematografica.

Apichatpong dijo al presentar su película en Viena que la clave aquí es “dejarse ir”, y en efecto, el film es como un hermoso sueño, una experiencia contemplativa y meditativa que revela las posibilidades del cine. Abre opciones y relaciona pasado y presente, encarnación humana y animal, muertos y vivos, donde no hay jerarquías entre lo animal, humano, vegetal o mineral. Nuevamente, demuestra su talento para filmar la selva, sus lugares y sus peculiares sonidos –la banda sonora es tan asombrosa como la historia-, y cómo inter-relacionar lo real con lo mítico. Promediando el film, introduce una leyenda con una princesa y un pez erótico que, aunque desconocida, no deja de resultar fascinante.

Tal vez el film más accesible de este director, le valió la Palma de Oro en Cannes, en lo que muchos ven como una moda orientalista en el cine mundial, y es el primero en tener estreno comercial en Argentina, gracias a la valentía de los distribuidores independientes.

Josefina Sartora

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