20 de enero de 2012

¿Tú también, Bruto, hijo mío?

Secretos de Estado (The Idus of March)

Dirigida por George Clooney

Estados Unidos/2011



En las próximas semanas asistiremos, como ya es habitual, a una serie de estrenos de las películas candidatas al Oscar y a los ya otorgados Globos de Oro, que llegan precedidas por buenas críticas internacionales.

Cuando estuvimos en la 68ª Mostra de Venecia, adelantamos algo sobre esta película que abrió el Festival, en la Competencia Oficial. Ampliaré esa nota.

Si bien George Clooney siempre ha realizado un cine político, Secretos de Estado, como lo indica ese título tanto más obvio que The Idus of March (¿acaso los distribuidores no reconocen la referencia a las intrigas que rodeaban a Julio César? ¿O desconfían del público?), se última película como director, es literalmente política, ya que trata sobre un tema caro al cine yanqui: las primarias del partido demócrata. El protagonista (el actor del momento: Ryan Goslin) es el principal asistente en la contienda electoral de un gobernador (Clooney) por su candidatura a la presidencia. Su contraparte, el operador del opositor, es el siempre impecable Paul Giamatti. Pero encontré el personaje más interesante del film en el jefe de campaña del gobernador aspirante a presidente: el extraordinario Philip Seymour Hoffman encarna a uno de esos cerebros tras los políticos, íntegro, cuya experiencia no lo salvará de caer en las trampas abiertas por las intrigas palaciegas. Lo que sucede en el bunker de los políticos revela el grado de cinismo, hipocresía y corrupción que supone el ascenso al poder. Lo cual no constituye ninguna novedad, ni ofrece atisbos de originalidad. Las figuras femeninas, con Marisa Tomei como la periodista sin escrúpulos y la nueva estrella Evan Rachel Wood en un personaje demasiado cercano a Mónica Lewinsky o a Mary Jo Kopechne, aquella desgraciada asistente de Ted Kennedy (¿la recuerdan?), no hacen más que agregar complicaciones previsibles. El autor de la obra original, Beau Willimon, había trabajado antes como operador en las campañas demócratas, y vuelca en un guión de ficción el fruto de su experiencia real. Tal vez esta es la intención de Clooney: realizar un film cargado de clichés fácilmente reconocibles por el público, para denunciar los vicios del sistema. Incluyendo a su querido partido demócrata. Algo de demagogia, digamos.

En general, la crítica presente en Venecia alabó este film apoyada en una buena narración, con un ritmo envolvente, con toques de thriller y con sus buenas intenciones –lo habitual en Clooney, quien ganó el Globo de Oro a la dirección- sin mencionar las obviedades que propone. Más cercano al telefilm, sin espacio para el silencio sugerente o la imaginación, sin duda constituye un buen producto comercial –paradójicamente, aunque Clooney no vino a cambiar el sistema-, pero carece de pasión.  Esa que vibra en El estudiante, por ejemplo, un film tan cercano a éste.

Josefina Sartora

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