16 de abril de 2012

Bafici 2012 – 3a nota. Algunas películas argentinas

Ya es un lugar común decir que el Bafici constituye la vidriera de lo más nuevo del nuevo cine argentino. Sobre todo de cierto cine, alejado del circuito más comercial. Sin embargo, algo está cambiando: este año la película de apertura no es un film independiente, y lo que he visto hasta ahora no tiene el nivel de años anteriores. Pero esto ya no es responsabilidad del Festival, sino que refleja lo que sucede hoy en el cine argentino. No he visto todos los más de 50 títulos, pero sí algunos. Aquí están. 

La chica del sur. José Luis García, Argentina/2012.
La chica llega de Corea del Sur a Corea del Norte en 1989 durante un congreso de juventudes socialistas organizado por el país del norte y financiado por la URSS. Allí estuvo un joven José Luis García, un poco como paracaidista, ocupando el lugar de su hermano, quien no pudo viajar con la delegación argentina. Allí se sorprende por los mecanismos de los partidos socialistas, por los método de acción de Corea del Norte y su durísima relación con su hermana del sur. Allí estuvo, en la frontera más vigilada del mundo, como lo habíamos visto en Coast Guard de Kim Ki-duk. García registró ese congreso y sus circunstancias, en tomas excelentes, que adelantaban el documentalista que se consagraría en 2005 con Cándido López, los campos de batalla.
A aquel encuentro de jóvenes llegó una chica de Corea del Sur, a proclamar que Corea es una sola, llamando a la pacificación y la unificación. Su palabra ardió en los encuentros juveniles, y dejó una impresión imborrable en García. Veinte años después, decide recuperar su historia: la reencuentra por Email y viaja a Corea a entrevistarla. Una idea extraordinaria y llevada a cabo impecablemente, en un documental inteligente e interesante que no cesa de hablar de política pero también del proceso de producción de la película. 


17 monumentos. Jonathan Perel, Argentina/2012.
Siguiendo las consignas de James Benning, Perel –con una buena opera prima, El predio, sobre la ESMA- realiza este registro de 17 monumentos erigidos frente a otros tantos sitios donde se vilipendiaron los derechos humanos en Argentina. La cámara fija, colocada frente al monumento, permanece durante unos minutos –siempre parecen demasiados- mientras pocas personas o vehículos pasan frente al él. Nadie se detiene a observarlos, nadie los visita, nadie nada, nunca. Lo curioso –o no tanto- es que dichos monumentos tienen una estética castrense, similar a todo lo construido por los militares durante la última dictadura: tres columnas verticales de cemento con las palabras VERDAD MEMORIA y JUSTICIA labradas en ellas, atravesadas en su base por una barra horizontal también de cemento, donde, con algunas variantes, dice más o menos En este sitio funcionó el centro de detención (equis) cuando se asaltaron los poderes del estado durante la dictadura de 1976 a 1983. El único diferente es el colocado frente al tristemente recordado viejo aeropuerto de Trelew. Allí la masacre tuvo lugar en 1973. Monumentos erigidos en distintos puntos del país, desde Famaillá en Tucumán, pasando por la Base Naval de Mar del Plata, otros en Córdoba o Calafate. En algunos casos, se ven deteriorados por el abandono y la intemperie.
Como en Benning, la banda sonora registra el sonido propio del ambiente: los pájaros, el paso de los autos, el viento. Evidentemente, Perel busca llevar al espectador a la reflexión sobre el terrorismo de Estado y las consecuencias dolorosas sufridas en Argentina. Pero son llamativos los encuadres, o por lo menos para mí constituyen una incógnita: el monumento siempre centrado, es el foco del cuadro. Pero en gran cantidad de casos, la cámara elige dejar fuera de campo el gran protagonista de la historia: el centro de detención. ¿Por qué elige tomar un poste de luz a la izquierda y deja fuera de campo el cartel donde se menciona que allí se practicaron la tortura en un plan de exterminio? ¿Por qué coloca el cartel de la base de la Fuera Aérea en el borde del cuadro, en un lugar de difícil lectura? ¿O el edificio de la Jefatura fotografiado sólo en el borde derecho, cuando el árbol de la izquierda aparece completo? ¿Cuál es su intención?
Si 17 monumentos dialoga con small roads de Benning, debería haberse establecido también el diálogo con Tierra de los padres, la película de Nicolás Prividera rechazada sin argumentos por el Bafici. El film de Prividera tiene puntos de contacto con el de Perel, y su exclusión resulta por lo menos lamentable. Se ha perdido una oportunidad para la discusión cinematográfica, y para eso deberían estar los festivales.

Los salvajes. Alejandro Fadel, Argentina/2012.
Esta película programada en la Competencia Internacional llegaba con anuncios de que sería EL film argentino del año, una producción de la FUC –niña bonita del Bafici de Wolf-, realizada por un equipo de ya conocidos técnicos, que tendría el mismo éxito que lograron Castro o El estudiante. No comparto ese entusiasmo. Si en los primeros minutos celebré la puesta en escena, la llamativa fotografía y lo que parecía una propuesta estética personal, y sobre todo, que esta vez los jóvenes salieran de la ciudad para contar una historia en medio de la naturaleza, a poco de comenzada se me fue cayendo, perdiendo la atención, con la reiteración de la propuesta fotográfica, la intención pretenciosamente esteticista, las referencias cinematográficas a otros realizadores, Leonardo Fabio el primero, para no detallar los remedos de Terrence Malick.
La historia es muy pequeña: cinco jóvenes huyen de un centro penitenciario en la sierra, y deambulan por parajes inhóspitos y solitarios por varios días, durante los cuales van cayendo o desapareciendo, uno a uno. Interesante planteo, detenerse en un personaje para, súbitamente, eliminarlo. Como lo hizo Lisandro Alonso en Liverpool. Interesante también la actuación de esos actores no profesionales.
Durante la peripecia, se exponen referencias al western, se busca la gran épica subrayada por una música ampulosa, y por momentos parece que el film deriva hacia lo místico religioso, con momentos de realismo mágico y profusión de alegorías. Todo lo cual habla de lo ambicioso del film, algo que no es condenable si no fuera porque su estilo hiperbólico abruma, y su ideología me preocupa, por decir lo menos.

Dioramas. Gonzalo Castro, Argentina/2012.
Gonzalo Castro es el más independiente de los realizadores argentinos surgidos en los últimos años. En una búsqueda absolutamente personal, filma lo que le interesa –casi siempre sobre distintas formas  del arte- se ocupa de todo el proceso de producción y post producción, edición, etc., y sus películas no se parecen a nada habitual.
Debí consultar el diccionario antes de ver su último film: diorama significa “cuadro o conjunto de vistas pintadas en un lienzo grande y bien iluminado”. Y eso es su film. Sus vistas son de cuerpos: cuerpos que practican una danza contemporánea conciente siguiendo las consignas del coreógrafo Mariano Pattin, en un salón donde esos cuerpos de hombres y mujeres ruedan, se trasladan, dialogan, se tensan y distienden. Ese registro casi documental se continúa con otro ficcional: una pareja de muy hermosas bailarinas son registradas en sus actos cotidianos – duermen juntas, cosen, reman en el Tigre, se bañan en el río, hacen el amor- y practican otro tipo de danza, o de coreografía, con la cámara en medio de ellas, como lo estaba en el baile. Cine de cuerpos, bellísimo, exquisito, y voyeurista, por qué no, que dará para la polémica, como cada film de Castro.

Cassandra. Inés de Oliveira César. Argentina/2012.
Oliveira César viene desarrollando varias películas relacionadas con los mitos griegos, y esta se inscribiría en la serie, como lo indica su título (¿por qué la grafía inglesa para Casandra?). Sin embargo, su relación con el mito resulta forzada. Cassandra es una periodista enviada al Impenetrable chaqueño, donde deberá escribir una nota sobre los pueblos originarios. Cassandra (y Oliveira César) eligen la vía intelectual para hacerlo, y desde el principio sabemos que la misión será imposible. Muchos libros, Mircea Eliade, Clarice Lispector, el escritor Alan Pauls, la lucidez de Edgardo Cozarinski o la estetizada fotografía de Gerardo Silvatici no parecen los medios adecuados para comprender una realidad tan ajena como la de los wichis. O tal vez el film pretenda mostrar la incapacidad del periodismo para participar de la noticia.

Josefina Sartora

No hay comentarios:

Publicar un comentario