20 de abril de 2012

Bafici 2012 – 4ª nota. Una selección

La casa Emak Bakia. Oskar Alegría, España/2012.
El tema, en cine, puede proponer infinitos abordajes y derivas. El punto de partida de un documental puede ser eso: un punto de arranque, y desde allí se abren caminos impensados, curvas inesperadas, encrucijadas y bifurcaciones. Un film puede motivar otro film, como en este caso: un corto que realizó el surrealista norteamericano Man Ray en 1926 llamado Emak Bakia, motivó al director español Oskar Alegría a desarrollar una investigación sobre derivas estéticas y vinculaciones que rozan tangencialmente, de una u otra manera, el film original. Emak Bakia significa en vasco Déjame en paz, frase que se corresponde tanto semántica como fonéticamente con el espíritu libertario y casi anarquista del dadaísta Man Ray.
El punto clave de este film en Competencia Internacional es la búsqueda de la casa donde Man Ray filmó su corto experimental, también llamada Emak Bakia, cerca de Biarritz, que aparentemente había desaparecido. Pero Alegría sale también en busca de su modelo: si por un lado desarrolla en su exploración relaciones libérrimas a partir del film vanguardista de Ray, donde el azar tiene su parte, pero también el capricho, por otro lo sigue fielmente: reproduce momentos del film, lo remeda y lo duplica, actualizándolo, llegando a la pantalla doble. También Alegría experimenta.
A la manera de una historia detectivesca, la investigación decide tomar un camino sinuoso, como lo son los recorridos de las liebres, o es llevada por el azar y la intuición. Esas derivas van creando el suspenso, hasta que, casi de la nada, aparece la casa tan buscada. La historia de la misma es una muestra de los cambios sociales acaecidos en el siglo XX.
Emak Bakia, el film de Man Ray, no sólo inspiró a Alegría. En su recorrido exploratorio, encuentra en Italia una marca de ropa con ese nombre, y un grupo de música concreta en España, que musicaliza el film con sonidos de la propia casa. Si puede resultar demasiado abigarrado en cuanto a contenidos e informaciones, el film rebosa creatividad, vitalidad y humor, atributos poco frecuentes en este 14º Bafici.

Tomboy. Céline Sciamma, Francia/2011.
Este Festival abunda en películas protagonizadas por niños y adolescentes. Laura es una niña de unos 10 años que, llegada a una nueva vivienda, decide presentarse como Michel ante los chicos del barrio, y actúa como varón. Está en esa edad de formación, cuando todavía la identidad como género no se ha afirmado: Laura/Michel es andrógina, viste ropa unisex y puede pasar de ser nena en su casa a varón en la calle con facilidad, probando, buscando si identidad de género. Juega al fútbol, se pelea a trompadas para defender a su hermanita –adorable actriz-, con quien tiene una relación memorable, y enamora a su vecina. Una verdadera tomboy –lo que antes se llamaba aquí con las horribles motes de  varonera, o marimacho-, suerte de versión invertida de Mi vida en rosa.
La inteligente Céline Sciamma elige contar esta historia desde la protagonista, sin psicologismos, explicaciones ni represiones. Con muy poco consigue crear un suspenso intenso, el clásico que se instala cuando sabemos lo que los demás no saben, y resuelver las tensiones. El problema, claro, como siempre, son los padres, o la sociedad que ellos representan.
En la programación de este año ocupan un espacio poco habitual los films de temática gay. Ya no vemos romances exclusivamente heterosexuales, sino que en Love me not, Las pibas, Stateless Things, se plantean historias de amor entre personas del mismo sexo. Incluso hay casos como éste –también en Competencia-, de una niña que fantasea con el devenir transexual.

small roads. James Benning, USA/2012.
Toda película que Benning presenta cada año en el Bafici me tiene a mí como espectadora fija. Me gustan mucho sus propuestas siempre similares: cámara fija durante unos pocos minutos sobre un punto donde uno observa, siente pasar el tiempo y medita, llegando a estados casi hipnóticos. En este caso, Benning eligió 47 rutas internas en distintos puntos de Estados Unidos, donde fijó la cámara en la banquina y allí está, ese paisaje diurno, casi siempre bajo un cielo con nubes, ese campo en flor, o esa montaña nevada, esos pozos petroleros, ese bosque o ese caserío en medio de la nada, esa curva envuelta en niebla por donde a veces pasa una camión, una camioneta, pocos autos: son rutas de trabajo, no de turismo. En la banda sonora, los pájaros, el viento en las hojas, los truenos. Benning sigue explorando la geografía de su país y sus vastedades en esas postales extraordinarias.
En esta ocasión, Benning eligió el registro digital. Se comentaba en los pasillos del Abasto que la película no es tan inocente como parece: Benning reconstruyó cielos, mezcló sonidos, modificó la velocidad de los vehículos. Me engañó totalmente.
Del lado de aquí, Benning dio frutos: al día siguiente vi el intento de remedo de Jonathan Perel con sus 17 monumentos. Ya me he referido a ella en una nota anterior.

Michael. Markus Schleinzer, Austria/2011.
Markus Schleinzer fue asistente de Michael Haneke, y ambos parecen hijos de Thomas Bernhard, por su durísimo retrato de la sociedad austriaca. En su opera prima sigue el modelo de su maestro, en un film tan duro y filoso como riguroso para retratar la relación de un pederasta con el niño de unos 10 años que ese ejecutivo tiene secuestrado en el sótano de su casa burguesa de los suburbios.
Sutil, sin escenas explícitas, con sexo fuera de campo, y tensión creciente, el film no deja de resultar incómodo y perturbador. Pero Schleinzer, como Haneke, practica el distanciamiento, la carencia de mirada psi, la ausencia de juicio expreso hacia ese hombre que pendula entre ser padre o amante. También existe una contraposición entre el afuera, social, hipócrita, y el adentro, revelador. Lo sabemos: muchos guardan su pecado en el sótano. 

Algo más sobre el Foco Canijo
La coherencia de Joâo Canijo, formal y temática, es extrema. En su transposición de las tragedias griegas a situaciones contemporáneas, Canijo sigue también a dos grandes protagonistas: Ifigenia y Antígona. En Noite escura, la historia presenta unidad de lugar y acción, al filmar el transcurso de unas horas en un cabaret, suerte de antro de peep show con alternadoras y burdel, cuyo dueño está sometido al poder de la mafia rusa. Para saldar sus deudas, deberá entregar a su hija, quien esa noche debuta como cantante, al capomafia, para su uso y una eventual prostitución colectiva. Su pintura de ese submundo conforma la más oscura de las películas de Canijo que he visto en este Foco que le dedica el Bafici, y que salda una deuda de olvido con este director portugués. Es también en la cual el peso de los cuerpos, filmados a puro primer plano, es mayor. La gran Rita Blanco, su actriz fetiche, encarna aquí a Clitemnestra, decidida a proteger a su hija como una loba a sus cachorros. Y Beatriz Batarda se luce como la hermana, el único personaje que conoce la verdadera realidad, cercana al arquetipo de Casandra.
Los rojos que asoman desde el inicio auguran el clima ominoso que se prolongará durante todo el film, culminando en una masacre digna de la tragedia griega. No se huye del destino, dice en un momento el moderno Agamenón, y esa frase podría ser la divisa de todo el foco Canijo.
No menos trágico es el clima de Ganhar a vida, Antígona trasladada a los suburbios de Paris, sonde habita una comunidad de emigrados portugueses. Nuevamente Rita Blanco es la madre a quien le han quitado su hijo, muerto de un disparo en un incidente confuso. Más cercana al arquetipo de nuestras Madres que al mencionado de Antígona, son las mujeres quienes buscan justicia para el crimen. Desafían así la ley del silencio, que les aconsejan los hombres para salvaguardar su pellejo, y la ley civil. También como a nuestras Madres, a esta la tildan de loca, pierde todo lo que podía poseer como desclasada, pero no desmaya hasta descubrir la verdad. Dos films poderosos, que guían el camino hacia el que sería hasta ahora su capolavoro: Sangue do meu sange.
Josefina Sartora

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