23 de mayo de 2012

Maravilloso cuento de hadas


Le Havre
Dirección y guión: Aki Kaurismäki
Finlandia-Francia-Alemania/2011


El director finlandés Aki Kaurismäki vuelve por las suyas, esta vez ubicando su historia en Francia, con múltiples guiños cinéfilos y con su habitual humor corrosivo, casi absurdo, para mirar críticamente la política francesa hacia los extranjeros. El tema de la inmigración africana en Europa no es novedoso en el cine. En la última Biennale de Venecia, tres de las cuatro películas italianas que vi versaban sobre las dificultades morales y materiales que atraviesan los ciudadanos de la Comunidad Europea para incorporar la masa de recién llegados de distintos países del África postcolonial –siempre por vías alternativas a la oficial, lo cual los convierte en “ilegales”. Kaurismäki aborda este tema, y lo notable de su excelente último film es el tratamiento estético y narrativo que confiere a semejante tema. 

Suerte de cuento de hadas humanista, postmoderno y atemporal, este film premiado en Cannes podría transcurrir en cualquier momento y en cualquier lugar, aunque está situado en Le Havre, puerto de Francia en el Canal de la Mancha y puerta de paso para muchos de esos nuevos vecinos. Basta recordar el extraordinario documental que ganó la Competencia Internacional en el Bafici de 2011, Qu´ils reposent en révolte, de Sylvain George, sobre quienes, en el cercano puerto de Calais, esperan su oportunidad para pasar a Inglaterra como sea: colgados de camiones, colados en un barco. Dicho film registra sin atenuantes la difícil situación de quienes habitan los campos de refugiados de la zona, o son perseguidos por la policía francesa. Pero Kaurismäki elude toda sordidez. Por el contrario, dejando de lado su habitual escepticismo, pero conservando un algo de melancolía en un inveterado romanticismo, en Le Havre pone el acento en la solidaridad que une a los vecinos de un barrio ante la llegada de un niño refugiado de Gabón, que ha logrado evadir una redada y a quien todos van a proteger.

El protagonista de esta campaña solidaria es Marcel Marx, un ex artista devenido lustrabotas en una era de zapatillas (era un personaje de La vida bohemia, interpretado por el mismo actor); Marx vive estrechamente con su amante mujer, quien le permite tomarse unos tragos en el bar del barrio cada tarde, antes de la cena. Tanto lo ama ella que, para evitarle sufrimientos, le oculta que padece un cáncer. El film es ocasión de reencuentro con habituales actores de Kaurismäki y un homenaje al cine francés: Marx es André Wilms y su mujer, la lacónica Arletty –nombre emblemático en la francofonía- está interpretada por Kati Outinen, aquella Muchacha de la fábrica de fósforos, que vuelve recurrentemente en los films del director. Entre los vecinos –toda buena gente solidaria- está Elina Salo, y hasta Pierre Étaix como el médico. En el otro bando, dos estrellas francesas: el oficial de policía poco convencional que no pierde detalle de lo que sucede en el barrio es Jean-Pierre Darroussin, y en un rol imposible, de soplón, vuelve a estar junto a Kaurismäki Jean-Pierre Léaud (casi irreconocible, pasando una vejez cruel). Párrafo aparte para la bella escena con Little Bob y su banda, en su recital de rock solidario.

Le Havre continúa la línea de películas sobre perdedores entrañables, frecuentes en la filmografía de Kaurismäki, aunque con mayor vuelo, abordando una temática global que toca a Europa toda. Incluso la ciudad es un lugar apartado de los centros de desarrollo y ese barrio estaba en la realidad a punto de ser demolido para dar paso a un centro comercial.

Para esta historia de justicia con el trasfondo de la historia de amor, Kaurismäki apela a variados elementos del folletín, y la acción se desarrolla en un barrio irreal, ubicuo: aunque los carteles de utilería señalen una boulangerie francesa, podría muy bien ubicarse en La Boca, por ejemplo. Las marcas temporales –Peugeot 403 y Citroen frente a autos nuevos, los viejos teléfonos junto a celulares, los afiches, el carro de verduras-, y la paleta cromática muy saturada, en la bellísima fotografía de Timo Salminenalso, acentúan el tinte feérico, mágico, incluso lírico, para un tema durísimo de candente actualidad.

Josefina Sartora

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